Editorial KATZEN: Las otras mitades (cuentos):
Coedición con Aurora Boreal, de Dinamarca.
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Índice
Mitades
Chequeo de rutina
...
26.4.14
25.4.14
Los que abandonan Omelas
por Ursula K. Le Guin
Con un repicar de
campanas que echaba a volar las golondrinas, el Festival de Verano llegaba a la
ciudad de Omelas, torres brillantes junto al mar. En la bahía, chispeaban
banderas en las jarcias de los barcos. En las calles, entre casas de tejado
rojo y paredes pintadas, entre jardines musgosos y bajo avenidas de árboles,
frente a grandes parques y edificios públicos, avanzaban las procesiones.
Algunas eran sobrias: ancianos con largas y rígidas túnicas color malva y gris,
graves maestres de cada oficio, mujeres apacibles y alegres que llevaban sus
niños y caminaban parloteando. En otras calles la música era más rítmica, un
trepidar de gongs y panderos, y la gente iba danzando, la procesión era una
danza. Los niños correteaban de aquí para allá, y sus chillidos estridentes se
elevaban sobre la música y el canto como el vuelo raudo de las golondrinas.
Todas las procesiones si dirigían al lado norte de la ciudad, donde en el gran
prado llamado Campos Verdes muchachos y muchachas, desnudos en el aire
brillante, los pies y los tobillos enlodados, los brazos largos y ágiles,
ejercitaban los caballos resoplantes antes de la carrera. Los caballos no
usaban ningún arreo, salvo una brida sin bocado. Tenían las crines orladas con
banderines plateados, dorados y verdes. Hacían aletear los ollares y coceaban y
alardeaban entre sí; estaban muy excitados, pues el caballo es el único animal
que ha adoptado como propias nuestras ceremonias. Allá lejos, al norte y al
oeste, las montañas se erguían casi arrinconando a Omelas contra la bahía. El
aire de la mañana era tan límpido que la nieve que todavía coronaba los
Dieciocho Picos aún ardía con un fuego oro blanco a través de millas de aire
luminoso, bajo el azul oscuro del cielo. Soplaba apenas viento suficiente para
que los estandartes que marcaban la pista de carreras chasquearan y flamearan
de vez en cuando. En el silencio de los anchos prados verdes se oía la música
serpeando por las calles de la ciudad, más lejos y más cerca y siempre
aproximándose, una gozosa y tenue dulzura del aire que de vez en cuando
tiritaba y se arracimaba y estallaba en el clamoreo inmenso y alegre de las
campanas.
¡Alegre! ¿Cómo se
puede nombrar la alegría? ¿Cómo describir a los ciudadanos de Omelas?
Ante todo; no eran gente simple, aunque eran felices. Pero hoy día las palabras de júbilo han caído en desuso. Todas las sonrisas se han vuelto arcaicas. Ante una descripción como ésta uno tiende a hacer ciertas presunciones. Ante una descripción como ésta uno también tiende a buscar al rey, montado en un espléndido corcel y rodeado por sus nobles caballeros, o quizás tendido en una litera dorada llevada por esclavos musculosos. Pero no había rey. No usaban espadas, ni tenían esclavos. No eran bárbaros. No conozco las normas ni las leyes de esa sociedad, pero sospecho que eran singularmente escasas. Así como se arreglaban sin monarquía ni esclavitud, también podían prescindir de la bolsa de valores, la publicidad, la policía secreta, y la bomba. Sin embargo debo repetir que no era gente simple, ni bucólicos pastores, ni buenos salvajes, ni utópicos blandos. No eran menos complejos que nosotros. El problema es que tenemos la mala costumbre, alentada por los pedantes y los sofisticados, de considerar la felicidad como algo bastante estúpido. Sólo el dolor es intelectual, sólo el mal es interesante. Esa es la traición del artista: una negativa a admitir la trivialidad del mal y el tedio espantoso del dolor. Si no puedes vencerlos, únete a ellos. Si duele, repítelo. Pero elogiar la desesperación es condenar el deleite, adherir a la violencia es perder de vista todo lo demás. Casi lo hemos perdido; ya no sabemos describir a un hombre feliz, ni celebramos la alegría. ¿Cómo puedo contaros sobre la gente de Omelas? No eran niños ingenuos y felices aunque es cierto que sus niños eran felices. Eran adultos maduros, inteligentes, apasionados, cuyas vidas no eran sórdidas. ¡Oh milagro! Pero ojalá pudiera describirlo mejor. Ojalá pudiera convenceros. Omelas suena en mis palabras como una ciudad de cuentos de hadas, hace tiempo y allá lejos, érase una vez. Tal vez sería mejor si la imaginaras según vuestra propia fantasía, esperando que la ciudad esté a la altura de la ocasión, pues por cierto no puedo conformaros a todos. Por ejemplo, ¿qué diremos de la tecnología? Pienso que no habría coches ni helicópteros en y sobre las calles; es natural, considerando que los habitantes de Omelas son gente feliz. La felicidad se basa en una discriminación justa entre lo que es necesario, lo que no es necesario ni destructivo, y lo que es destructivo. En la categoría intermedia, sin embargo –lo innecesario pero no destructivo, el confort, el lujo, la exuberancia, etcétera–, bien podían tener calefacción central, trenes subterráneos, máquinas de lavar, y toda suerte de artefactos maravillosos aún no inventados aquí, fuentes luminosas flotantes, energía sin combustible, una cura para el vulgar resfrío. O podrían no tener nada de eso: lo mismo da. Como gustéis. Yo me inclino a pensar que los habitantes de los pueblos costeros de la zona han estado llegando a Omelas durante los últimos días antes del Festival en trencitos muy rápidos y tranvías de dos pisos, y que la estación ferroviaria de Omelas es en verdad el edificio más elegante de la ciudad, aunque más sencillo que el suntuoso Mercado de Granjeros. Pero aunque hay trenes, temo que hasta ahora Omelas os parece demasiado idílica. Sonrisas, campanas, desfiles, caballos, bah. En tal caso, añádase una orgía. Si una orgía ayuda. No hay por que titubear. No agreguemos, sin embargo, templos de donde bellos sacerdotes y sacerdotisas desnudas salen casi en éxtasis y prontos para copular con cualquier hombre o mujer, amante o desconocido, que desee unirse con la profunda naturaleza divina de la sangre, aunque ésa fue mi primera idea. Pero en verdad sería mejor no tener templos en Omelas; al menos, no templos con sacerdotes. Religión sí, clero no. Por cierto, las beldades desnudas pueden vagabundear sin más, ofreciéndose como manjares divinos para el hambre de los necesitados y la fascinación de la carne. Que se unan a las procesiones. Que los panderos resuenen por encima de las copulaciones, y la gloria del deseo sea proclamada en los gongs, y (un detalle nada baladí) que los retoños de estos deliciosos rituales sean amados y cuidados por todos. Sé que algo no existe en Omelas, y es la culpa. ¿Pero qué más debería haber? Al principio pensé que no había drogas, pero eso es puritanismo. Para quiénes gustan de ello, la dulzura tenue y punzante del druz puede perfumar los caminos de la Ciudad, del druz que primero propicia una gran lucidez mental y agilidad corporal, y al cabo de unas horas una somnolienta languidez, y al fin maravillosas visones de los mismos arcanos y secretos íntimos del Universo, además de estimular el placer sexual más allá de todo lo imaginable; y no crea hábito. Para los gustos más modestos creo que debería haber cerveza. ¿Qué más, qué más habrá en la ciudad de la alegría? La sensación de triunfo, desde luego, la celebración del coraje. Pero así como prescindimos del clero prescindamos de los soldados. La alegría construida sobre una matanza victoriosa no es una alegría limpia; no conduce a nada, es temible y es frívola. Una sensación ilimitada y generosa, un triunfo magnánimo que no nace de la hostilidad contra un enemigo externo sino de la comunión entre las almas más refinadas y bellas de los hombres de todas partes y el esplendor del verano del mundo: esto es lo que inflama los corazones de la gente de Omelas, y la victoria que celebran es la victoria de la vida. En realidad no creo que muchos necesiten tomar druz.
Ante todo; no eran gente simple, aunque eran felices. Pero hoy día las palabras de júbilo han caído en desuso. Todas las sonrisas se han vuelto arcaicas. Ante una descripción como ésta uno tiende a hacer ciertas presunciones. Ante una descripción como ésta uno también tiende a buscar al rey, montado en un espléndido corcel y rodeado por sus nobles caballeros, o quizás tendido en una litera dorada llevada por esclavos musculosos. Pero no había rey. No usaban espadas, ni tenían esclavos. No eran bárbaros. No conozco las normas ni las leyes de esa sociedad, pero sospecho que eran singularmente escasas. Así como se arreglaban sin monarquía ni esclavitud, también podían prescindir de la bolsa de valores, la publicidad, la policía secreta, y la bomba. Sin embargo debo repetir que no era gente simple, ni bucólicos pastores, ni buenos salvajes, ni utópicos blandos. No eran menos complejos que nosotros. El problema es que tenemos la mala costumbre, alentada por los pedantes y los sofisticados, de considerar la felicidad como algo bastante estúpido. Sólo el dolor es intelectual, sólo el mal es interesante. Esa es la traición del artista: una negativa a admitir la trivialidad del mal y el tedio espantoso del dolor. Si no puedes vencerlos, únete a ellos. Si duele, repítelo. Pero elogiar la desesperación es condenar el deleite, adherir a la violencia es perder de vista todo lo demás. Casi lo hemos perdido; ya no sabemos describir a un hombre feliz, ni celebramos la alegría. ¿Cómo puedo contaros sobre la gente de Omelas? No eran niños ingenuos y felices aunque es cierto que sus niños eran felices. Eran adultos maduros, inteligentes, apasionados, cuyas vidas no eran sórdidas. ¡Oh milagro! Pero ojalá pudiera describirlo mejor. Ojalá pudiera convenceros. Omelas suena en mis palabras como una ciudad de cuentos de hadas, hace tiempo y allá lejos, érase una vez. Tal vez sería mejor si la imaginaras según vuestra propia fantasía, esperando que la ciudad esté a la altura de la ocasión, pues por cierto no puedo conformaros a todos. Por ejemplo, ¿qué diremos de la tecnología? Pienso que no habría coches ni helicópteros en y sobre las calles; es natural, considerando que los habitantes de Omelas son gente feliz. La felicidad se basa en una discriminación justa entre lo que es necesario, lo que no es necesario ni destructivo, y lo que es destructivo. En la categoría intermedia, sin embargo –lo innecesario pero no destructivo, el confort, el lujo, la exuberancia, etcétera–, bien podían tener calefacción central, trenes subterráneos, máquinas de lavar, y toda suerte de artefactos maravillosos aún no inventados aquí, fuentes luminosas flotantes, energía sin combustible, una cura para el vulgar resfrío. O podrían no tener nada de eso: lo mismo da. Como gustéis. Yo me inclino a pensar que los habitantes de los pueblos costeros de la zona han estado llegando a Omelas durante los últimos días antes del Festival en trencitos muy rápidos y tranvías de dos pisos, y que la estación ferroviaria de Omelas es en verdad el edificio más elegante de la ciudad, aunque más sencillo que el suntuoso Mercado de Granjeros. Pero aunque hay trenes, temo que hasta ahora Omelas os parece demasiado idílica. Sonrisas, campanas, desfiles, caballos, bah. En tal caso, añádase una orgía. Si una orgía ayuda. No hay por que titubear. No agreguemos, sin embargo, templos de donde bellos sacerdotes y sacerdotisas desnudas salen casi en éxtasis y prontos para copular con cualquier hombre o mujer, amante o desconocido, que desee unirse con la profunda naturaleza divina de la sangre, aunque ésa fue mi primera idea. Pero en verdad sería mejor no tener templos en Omelas; al menos, no templos con sacerdotes. Religión sí, clero no. Por cierto, las beldades desnudas pueden vagabundear sin más, ofreciéndose como manjares divinos para el hambre de los necesitados y la fascinación de la carne. Que se unan a las procesiones. Que los panderos resuenen por encima de las copulaciones, y la gloria del deseo sea proclamada en los gongs, y (un detalle nada baladí) que los retoños de estos deliciosos rituales sean amados y cuidados por todos. Sé que algo no existe en Omelas, y es la culpa. ¿Pero qué más debería haber? Al principio pensé que no había drogas, pero eso es puritanismo. Para quiénes gustan de ello, la dulzura tenue y punzante del druz puede perfumar los caminos de la Ciudad, del druz que primero propicia una gran lucidez mental y agilidad corporal, y al cabo de unas horas una somnolienta languidez, y al fin maravillosas visones de los mismos arcanos y secretos íntimos del Universo, además de estimular el placer sexual más allá de todo lo imaginable; y no crea hábito. Para los gustos más modestos creo que debería haber cerveza. ¿Qué más, qué más habrá en la ciudad de la alegría? La sensación de triunfo, desde luego, la celebración del coraje. Pero así como prescindimos del clero prescindamos de los soldados. La alegría construida sobre una matanza victoriosa no es una alegría limpia; no conduce a nada, es temible y es frívola. Una sensación ilimitada y generosa, un triunfo magnánimo que no nace de la hostilidad contra un enemigo externo sino de la comunión entre las almas más refinadas y bellas de los hombres de todas partes y el esplendor del verano del mundo: esto es lo que inflama los corazones de la gente de Omelas, y la victoria que celebran es la victoria de la vida. En realidad no creo que muchos necesiten tomar druz.
La mayoría de las
procesiones ha llegado ahora a los Campos Verdes. Un maravilloso olor a comida
brota de los puestos rojos y azules de los proveedores. Los niños tienen
pegotes deliciosos en la cara; de la benigna barba gris de un hombre cuelgan
dos migajas de un rico pastel. Los jóvenes y las muchachas han montado a
caballo y se están agrupando alrededor de la línea de largada de la pista. Una
vieja, baja, gorda, risueña, está repartiendo flores de un canasto, y hombres
jóvenes y altos usan las flores en la melena brillante. Un niño de nueve o diez
años está sentado en el linde de la muchedumbre, solo, tocando una flauta de
madera. La gente se detiene a escuchar, y sonríe, pero nadie le habla porque el
niño nunca deja de tocar y nunca ve a nadie, los ojos oscuros profundamente
sumidos en la magia dulce e inaprensible de la melodía.
Concluye, y baja
lentamente las manos que empuñan la flauta de madera.
Como si ese
pequeño silencio privado fuera la señal, la trompeta trina de repente en el
pabellón de la línea de largada: imperiosa, melancólica, penetrante. Los
caballos corcovean, y algunos responden con un relincho. Serenos, los jóvenes
jinetes acarician el pescuezo de los caballos y los tranquilizan, susurrando:
“Calma, calma, mi belleza, mi esperanza…” Empiezan a formar una fila en la
línea de largada. Junto a la pista, las multitudes son como un campo de hierba
y flores al viento. El Festival de Verano ha comenzado.
¿Lo creéis? ¿Aceptáis
el festival, la ciudad, la alegría? ¿No? Pues entonces describiré algo más.
En los cimientos
de uno de los hermosos edificios públicos de Omelas, o quizá en el sótano de
una de las amplias moradas, hay un cuarto. Tiene una puerta cerrada con llave,
y ninguna ventana. Un tajo de luz polvorienta se filtra entre las hendijas de
la madera, después de atravesar una ventana cubierta de telarañas en alguna
parte del sótano. En un rincón del cuarto hay un par de estropajos, duros,
sucios, hediondos, junto a un balde oxidado. El suelo es mugre, un poco húmeda
al tacto, como suele ser la mugre de los sótanos. El cuarto tiene tres metros
de largo por dos de ancho: una mera alacena o galpón en desuso. En el cuarto
esta sentado un niño. También podría ser una niña. Aparenta seis años, pero
tiene casi diez. Es débil mental. Tal vez lo es de nacimiento, o quizá lo
imbecilizaron el miedo, la desnutrición y el descuido. Se escarba la nariz y de
vez en cuando se palpa los pies o los genitales, mientras está acurrucado en el
rincón más alejado del balde y los estropajos. Le parecen horribles. Cierra los
ojos, pero sabe que los estropajos están todavía allí; y la puerta tiene llave;
y no vendrá nadie. La puerta siempre tiene llave; y nunca viene nadie, excepto
que a veces el niño no comprende el tiempo ni los intervalos de tiempo, a veces
la puerta cruje horriblemente y se abre, y entra una persona, o varias
personas. Una de ellas quizá se acerque y patee al niño para obligarlo a
levantarse. Las otras nunca se acercan, sino que lo observan con ojos
aprensivos y asqueados. Le llenan apresuradamente el cuenco de comida y la
jarra de agua, cierran la puerta, los ojos desaparecen. La gente de la puerta
nunca dice nada, pero el niño, que no siempre ha vivido en ese cuartucho, y puede
recordar la luz del sol y la voz de la madre, a veces habla. “Me portaré bien”,
dice. “Por favor, quiero salir. ¡Me portaré bien!” Nunca le responden. Antes el
niño pedía ayuda a gritos durante la noche, y lloraba mucho, pero ahora sólo
emite una especie de quejido, “eh-haa, eh- haa”, y cada vez habla menos. Es tan
raquítico que no tiene pantorrillas; le sobresale el vientre; se alimenta de
medio cuenco de cereal y grasa por día. Está desnudo. Las nalgas y los muslos
son una masa de úlceras infectas, pues está continuamente sentado sobre sus
propios excrementos.
Todos saben que
está ahí, todos los habitantes de Omelas. Algunos han venido a verlo, otros se
contentan meramente con saber que está ahí. Todos saben que debe estar ahí.
Algunos entienden por qué, y algunos no lo entienden, pero todos entienden que
su felicidad, la belleza de su ciudad, la ternura de sus amistades, la salud de
sus hijos, la sabiduría de sus eruditos, la habilidad de sus artesanos, incluso
la abundancia de sus cosechas y el aire templado de sus cielos, dependen
absolutamente de la abominable desdicha de este niño.
Normalmente
explican esto a los hijos cuando ellos tienen entre ocho y doce años, cuando
parecen capaces de comprenderlo; y la mayoría de los que vienen a ver al niño son
personas jóvenes, aunque muchas veces hay adultos que vienen, o vuelven, a ver
al niño. Por precisas que sean las explicaciones que han recibido, estos
jóvenes espectadores siempre se escandalizan y asquean ante el espectáculo.
Sienten náuseas, aunque se creían por encima de esa sensación. Sienten furor,
ultraje, impotencia, pese a todas las explicaciones. Les gustaría hacer algo
por el niño. Pero no pueden hacer nada. Sería bueno poder llevar al niño a la
luz del sol, sacarlo de ese lugar aberrante, limpiarlo y alimentarlo y
confortarlo; pero si se hiciera, la prosperidad y la belleza y el deleite de
Omelas se marchitarían y secarían ese mismo día, esa misma hora. Esas son las
condiciones. Cambiar toda la bondad y gracilidad de cada vida de Omelas por esa
sola y pequeña buena acción, perder la felicidad de miles por la posible
felicidad de uno: por cierto eso sería abrir las puertas de la culpa.
Las condiciones
son estrictas y absolutas; al niño no se le puede dirigir ni siquiera una
palabra de cariño.
A menudo los
jóvenes vuelven a casa llorando, o tan furiosos que no pueden llorar, cuando
han visto al niño y han enfrentado esta paradoja atroz. Quizá cavilen semanas o
años. Pero con el tiempo empiezan a comprender que aunque soltaran al niño la
libertad no le brindaría muchas cosas: el placer vago y pequeño de la tibieza y
la comida, sin duda, pero no mucho más. Está demasiado degradado e imbecilizado
para gozar realmente de la alegría. Ha temido demasiado tiempo para estar libre
de miedo. En verdad, después de tanto tiempo es probable que fuera infeliz sin
paredes que lo protejan, sin oscuridad para los ojos, sin excrementos donde
sentarse. Las lágrimas vertidas por esa atroz injusticia se secan cuando
empiezan a entender la terrible justicia de la realidad, y a aceptarla. Sin
embargo esas lágrimas y esa furia, la generosidad puesta a prueba y la
aceptación de la impotencia, son tal vez la verdadera fuente de esplendor de
sus vidas. No gozan de una felicidad vaporosa, irresponsable. Saben que ellos,
como el niño, no son libres, Conocen la compasión. La existencia del niño, y el
hecho de que ellos conozcan su existencia, posibilita la nobleza de su
arquitectura, la hondura de su música, la profundidad de su ciencia. Es por
causa del niño que tratan tan bien a los niños. Saben que si ese desdichado no
estuviera acurrucado en la oscuridad, el otro, el flautista, no podría ejecutar
una música alegre mientras los jóvenes y bellos jinetes se alinean para la
carrera al sol de la primera mañana de verano.
¿Ahora creéis en
ellos? ¿No son más convincentes? Pero hay algo más para contar y esto es
absolutamente increíble.
En ocasiones, uno
de los adolescentes que va a ver al niño no vuelve al hogar dominado por la
furia o el llanto: no vuelve, simplemente al hogar. De vez en cuando un hombre
o una mujer de más edad guardan silencio un par de días, y luego se van. Esta
gente sale a la calle, y echa a andar hasta salir de la ciudad de Omelas por
las hermosas puertas. Siguen caminando a través de las tierras de labranza de Omelas.
Cada cual va solo, muchacho o muchacha, hombre o mujer. Cae la noche; el
viajero debe atravesar callejuelas de aldeas, entre casas con ventanas
iluminadas de amarillo y luego salir a la oscuridad de los campos. Siempre
solos, van al oeste o al norte, hacia las montañas. Siguen adelante. Abandonan
Omelas, siguen caminado en la oscuridad, y no regresan. El lugar al cual se
dirigen es un lugar aún menos imaginable para la mayoría de nosotros que la
ciudad de la dicha. Ni siquiera puedo describirlo. Es posible que no exista.
Pero ellos parecen saber adónde van, los que abandonan Omelas.
Traducción: Carlos
Gardini
20.4.14
El castigo
(fragmento)
Salir del
dormitorio colectivo en último lugar era considerado una falta leve. Pero no
podía ocurrir más de dos veces. A la tercera, había un castigo. No se sabía
cuál, no estaba estipulado, para que la incertidumbre fuera un estímulo más en
el cumplimiento de la consigna. En todo caso, estaba prohibido hablar de eso,
como de tantas otras cosas.
Fabiana no era
particularmente remolona, pero algo la llevó a caer en el peligro. Una vez, se
levantó más tarde porque —creyó recordar luego— la campanilla de la celadora se
integró en un sueño que estaba teniendo, y ella tardó un par de segundos más de
lo habitual en comprender de qué se trataba. La segunda vez fue simplemente una
aglomeración de compañeras que buscaban lo mismo que ella: no quedar última. En
un momento cedió a un empujón y, al darse vuelta, no había nadie detrás.
A partir de
entonces, cada “despertar” era un suplicio que culminaba una noche de insomnio,
o por lo menos de un sueño salteado. La pesadilla recurrente era que venían a
despertarla. Se incorporaba de golpe y sólo la total oscuridad, y el total
silencio, la convencían, después de un breve tormento, de que aún no era hora.
Pero tenía que
pasar.
Agotada,
después de unas dos o tres semanas de mal dormir (que también le habían
acarreado reprimendas durante las tareas del día), una madrugada volvió a
demorarse. Luego recordaría que algunas compañeras trataron de ayudarla; pero tampoco
ellas podían arriesgarse mucho. La que más insistió fue la Clarita, que la
sacudió varias veces con esa risa cristalina, aguda, y un poco insoportable,
que tenía. Pero no fue suficiente.
La celadora la
llevó a ver a la directora.
Había entrado
algunas veces en la imponente oficina de Dirección, pero ahora le parecía
distinta, como si los muebles, las paredes, y la misma señora, estuvieran
envueltos, distanciados, por brumas. Claro, eran sus lágrimas, que luchaban por
abrirse paso.
—De nada sirve
llorar —le dijo la directora, con una especie de afecto helado.
Fabiana bajó
aun más la mirada.
—Sabes que
debes ser castigada.
Ella asintió.
—¿Sabes cómo
vas a ser castigada?
Ella negó con
la cabeza, enfáticamente. Por el movimiento, una lágrima salió disparada hacia
un costado. Iba a enjugarse las otras, pero se contuvo. La directora estaba
sonriendo, apenas.
—Bien.
Pasaron unos
segundos. Fabiana, siempre con la mirada baja, percibió que la directora dejaba
su puesto detrás del enorme escritorio de roble y se le acercaba. Traía algo en
la mano; algo largo y fino, también de madera.
—Mirá.
Que la
directora hubiera pasado del tuteo al voseo perturbó a Fabiana más que la
visión del objeto: una simple, antigua regla, desgastada por el uso. Por los
usos.
—Acercate,
chiquita.
La voz de la
directora era meliflua, insinuante. Fabiana sintió que sus piernas se
aflojaban. ¿Resistiría el dolor? ¿O estaba temiendo, anticipando, algo más? El
dolor físico en sí no era tan importante. Alguna vez había sido algo cotidiano
en su vida.
Con un
movimiento brusco, casi violento, la directora tomó la mano derecha de Fabiana
y puso en ella la regla. Después, se la hizo cerrar hasta tenerla bien aferrada
de un extremo.
—Pegame.
Fabiana no
entendió. Dio una mirada fugaz a lo que tenía adelante. La directora se había
apoyado en el escritorio, dándole la espalda. Estaba ligeramente inclinada.
Pese a su delgadez casi enfermiza, acentuada por un vestido holgado, sin forma,
las caderas le sobresalían.
—¿Sos sorda o
estúpida? —una nota histérica ya se había instalado en la voz, siempre amenazante,
de la mujer.
Ella sacudió la
cabeza, pero no sabía si para decir que no o que sí, o respecto de qué.
—Pegame con la
regla. ¡Ahí! ¡Ya!
Fabiana negó
esta vez, a punto de estallar en llanto. La directora se dio vuelta y se le
acercó; es decir, acercó su cara a la de Fabiana, mucho más baja e inclinada.
—Más vale que
hagas lo que te digo, chiquita. Más vale. No te imaginás lo que te espera, si
no.
La directora
volvió a acomodarse. Esta vez, incluso, se levantó un poco la larga falda gris,
dejando al descubierto sus pantorrillas flacas, resecas; nada más. Era como una
parodia de la sensualidad, pero Fabiana no podía saber eso.
—¡Pegame, negra
puta!
Fabiana dio un
respingo y, casi en el mismo acto, como estimulada por el grito (no
necesariamente por el insulto), descargó la regla sobre el trasero infeliz de
la directora. Una vez.
—Más, y más
fuerte —esta vez era un susurro.
Le pegó más. Y
más fuerte. Hasta cinco veces (no las contó).
—Listo —ordenó
la mujer, aun de espaldas—. Bajá la vista y andate. Ya.
La voz. Lo que
había en la voz.
Fabiana salió
de la dirección y buscó el baño más cercano. La celadora, que la esperaba en la
puerta, no intentó detenerla, pero la siguió y se quedó a ver, impertérrita,
sin siquiera amagar con intervenir, cómo Fabiana se inclinaba sobre un inodoro
y vomitaba hasta el alma.
13.4.14
Laclau
Es curioso,
aunque entendible, que el teórico que escribió esa “biblia posmarxista” que fue
Hegemonía y estrategia socialista haya pasado sus últimos años denostado
por la derecha.
Recuerdo que
Beatriz Sarlo usaba abundantemente ese material en sus clases de los ochenta,
aunque no siempre citando la fuente. Prefería, entre otras, su propia versión
post de Raymond Williams, y la dudosamente anarcoide de Foucault.
En aquel libro,
publicado cuatro años antes de la caída del Muro de Berlín, Laclau partía del
canon posestructuralista: la desaparición del sujeto revolucionario provenía de
la muerte del sujeto tout court. Claro que él lo argumentaba de forma
histórica, impecablemente, remontándose a los primeros debates al respecto, con
el cadáver de Marx, por así decirlo, todavía fresco. Por ejemplo, en las
diferencias entre obreros calificados y no calificados, que algunos teóricos
socialdemócratas se atrevieron a plantear, en el filo de los siglos XIX y XX.
Algo de esta
disputa resuena, por supuesto, en su graciosa controversia con Slavoj Zizek, en
el apartado “Esperando a los marcianos”, de La razón populista, veinte
años después (como los mosqueteros). Aquí, Ernesto insiste en reclamarle al
esloveno que le diga, con toda claridad, quién es el sujeto revolucionario, hoy.
Zizek sigue demorando su respuesta, ocupado entre película y película (tal vez
sus sujetos revolucionarios son los personajes de John Carpenter).
Hegemonía… terminaba exhortando a llevar el liberalismo
democrático a un estadio “radical”, en el que los diferentes “movimientos
sociales” tendrían su auge en el reparto de nuevos derechos, dentro de una
diversidad que el marxismo realmente existente no había permitido.
Sus trabajos
sobre el poder y la representación pueden leerse (demasiado rápidamente, lo sé)
como una transición hacia su teoría del populismo. En la representación decía,
representante y representado se modificaban mutuamente, desde sus respectivos
lugares y funciones. (Algo de Charles S. Peirce puede estar tallando acá; o
sea, algo de Lacan).
Finalmente, la
excomunión: La razón populista, insólito bést seller. Caída toda
posibilidad de revolución, Laclau encuentra una salida transformadora en el
populismo, definido de manera estructural y no sustancial. Aquellas
reivindicaciones sectoriales, de las cuales el (neo)liberalismo no pareció muy
inclinado a ocuparse, se convierten, más o menos, en las famosas demandas
equivalenciales.
“Yo soy negro,
yo soy puto, yo soy indio, yo soy mujer”, según reza un famoso afiche con fondo
de arco iris.
Si dedicarse a
la política es entregar el propio honor a los perros, Laclau parece haberlo
hecho con total conciencia, y cierta ironía de base; agonal, como ahora, hoy,
sabemos. Para Twitter que lo mira por tevé.
12.4.14
Novedades académicas - Departamento de Letras - FyL
NOVEDADES
ACADÉMICAS
I Encuentro Internacional de Literatura
Fantástica
9-13 de mayo en la Biblioteca Nacional.
Coorganizado por el Departamento de Letras de la FFyL de la
UBA.
Homenaje a Marguerite Duras a cien años de su
nacimiento
4 de abril al 9 de mayo. Ver PROGRAMACIÓN.
Conferencias en el Instituto de Filología y
Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”
Martes 29 de abril de 15 a 17 hs en el Instituto
(25 de mayo 217, 1° Piso, CABA).
Inscripción gratuita: al_saab75@yahoo.com.ar (Andrés
Saab).
Violeta Demonte (UAM): “Oraciones subordinadas
argumentales: (in)definitud en la periferia izquierda”.
Olga Fernández Soriano (UAM): “El que
radical en español: evidencialidad vs. insubordinación”.
I Jornadas Mundos Ficcionales y Teorías de
la Ficción
9 de agosto en la Facultad de Filosofía y Letras
de la UBA.
Organiza: Grupo Luthor: http://www.revistaluthor.com.ar. PRIMERA
CIRCULAR.
V Jornadas Debates Actuales de la Teoría
Política Contemporánea
8-9 de agosto en la Facultad de Ciencias Sociales
de la UBA.
Más información: www.teoriapoliticacontemporanea.org
y debatesactuales@gmail.com
II Congreso Internacional. El Caribe en sus
Literaturas y Culturas
8-10 de abril de 2015 en la Universidad Nacional
de Córdoba – PRIMERA
CIRCULAR
Curso de Posgrado “Maneras de leer en los
60-70’s. La encrucijada literal”
A cargo del Prof. Juan José Mendoza.
Inicio:
Miércoles 7 de Mayo, Aula 6 de
Posgrado de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Días y Horario:
lunes a miércoles, 12, 13 y 14 / 19, 20 y 21 / 26 y 27 de mayo de 13 a 17 hs.
(Aula: Instituto de Filología. Inscripción vía
web o de lunes a viernes de 12 a 18 hs. en la Secretaría de Posgrado (Puan
430, CABA). PROGRAMA.
Seminario “Premios literarios y polémicas: el
valor de la literatura hoy”
En la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación de la UNLP. A cargo de la prof. María Julia Zaparart. Ver PROGRAMA.
Certificado de Español como Lengua
Extranjera
El próximo 6 de junio de 2014 se tomará por
décimo año consecutivo el examen CELU (Certificado de Español: Lengua y
Uso) en 33 sedes distribuidas en Argentina, Brasil, Asia y Europa. La
inscripción se podrá hacer a través del sitio www.celu.edu.ar desde el 14 de abril
hasta el 26 de mayo.
El CELU es el único examen reconocido oficialmente
por el Ministerio de Educación y el Ministerio de Relaciones Exteriores de la
República Argentina. Posibilita estudiar en español en la universidad y trabajar
en puestos que requieran el uso efectivo del español. Se acreditan dos niveles,
el Intermedio y el Avanzado, que dan constancia, en distinto grado, de la
capacidad lingüística del hablante extranjero para actuar en situaciones
laborales o académicas en cualquier país hispanohablante.
Más información: www.celu.edu.ar / info@celu.edu.ar
11.4.14
“Reunión de Producción” en la UNDAV - 2014
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Dirección
de Prensa y Ceremonial
España 350, Avellaneda, Buenos Aires. Tel.: 4229-2400 int. 468. E- mail: prensa@undav.edu.ar Sedes de la Universidad Sede y Rectorado: España 350, Avellaneda | Sede 12 de Octubre: 12 de Octubre 463, Avellaneda Sede Piñeyro: Mario Bravo e Isleta, Piñeyro | Sede Ameghino: Ameghino 838, Avellaneda. | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Universidad
Nacional de Avellaneda. Buenos Aires. Argentina - © 2011 - Todos los derechos
reservados
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10.4.14
VI CONGRESO INTERNACIONAL DE LETRAS
DEPARTAMENTO DE LETRAS, FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS, UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
PUAN 480, CABA C1406CQJ. TEL: 54-11-4432-0606, INT. 135
DIRECCIÓN DE E-MAIL: letras@filo.uba.ar
PUAN 480, CABA C1406CQJ. TEL: 54-11-4432-0606, INT. 135
DIRECCIÓN DE E-MAIL: letras@filo.uba.ar
VI CONGRESO
INTERNACIONAL DE LETRAS
Transformaciones culturales.
Debates de la teoría, la crítica y la lingüística
Buenos Aires, 25 al 29 de noviembre
de 2014
Facultad de Filosofía y Letras,
Puan 480
El Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad de Buenos Aires anuncia la realización del VI
Congreso Internacional de Letras. Transformaciones culturales. Debates de la
teoría, la crítica y la lingüística, que tendrá lugar entre los días 25 y
29 de noviembre de 2014. El encuentro tiene por objetivo reflexionar sobre el
estado actual de los debates en la teoría literaria, la crítica y la
lingüística.
En esta ocasión se dedicarán conferencias y paneles
especiales del Congreso a conmemorar dos aniversarios importantes: el
centenario del nacimiento de Julio Cortázar (1914-1984) y el 90° aniversario de
la muerte de Franz Kafka (1883-1924).
Se recibirán trabajos en las siguientes áreas:
Lenguaje y
Cognición: neurolingüística, psicolingüística y gramáticas cognitivas
Lenguaje y
Sociedad: sociolingüística, etnolingüística, sociología del lenguaje,
pragmática conversacional, retórica, análisis del discurso y teoría de la
argumentación
Lingüística Formal: fonología y morfología y gramática generativa
Literaturas Argentina y Latinoamericana
Literatura
Española
Literaturas en Lenguas Extranjeras
Teoría y
Crítica de la Traducción
Crítica de
las Literaturas Comparadas
Estética y
Teoría Literaria: literatura y sociedad, narratología, literatura y estudios
culturales y teoría de los géneros
Metodología de la Investigación
Enseñanza de la Lengua y la Literatura
En la próxima circular se comunicarán los
formularios, plazos y medios de inscripción, aranceles y formas de pago,
modalidades de participación y normas de organización del evento.
Contacto: cil@filo.uba.ar
8.4.14
Mesas de la SEA en la Feria del Libro
MESAS DE LA SEA
EN LA 40° FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BUENOS AIRES
Viernes 25 de abril de 16:30 a 18:00hs.
Sala: Leopoldo Lugones (Capacidad: 200 personas.) Pabellón amarillo.
Los cambios culturales a partir de la Primera Guerra Mundial
Participan:
Luis Chitarroni
Esther Cross
Eduardo Grüner
Coordina: Danilo Albero.
Domingo 27 de abril de 20:30 a 22:00hs.
Sala: Domingo Faustino Sarmiento (Capacidad: 80 personas.) Pabellón blanco.
Rock y el dilema mediático
Participan:
Andrea Álvarez
Mónica Delfino
Pablo Krantz
Sergio Marchi
Coordina: Lala Toutonian.
Lunes 28 de abril de 16:30 a 18:00hs.
Sala: Javier Villafañe(Capacidad: 150 personas.) Pabellón amarillo.
Duelos que se escriben
Participan:
Diana Cohen Agrest
Federico Jeanmaire
María Luján Rey
Coordina: Diego Rojas.
Jueves 1 de mayo de 16:30 a 18:00hs.
Sala: Roberto Arlt (Capacidad: 200 personas.) Pabellón amarillo.
Del sertão a la pampa, de la pampa al sertão.
Entrevista a Samuel León a cargo de Luis Gusmán.
Coordina: Graciela Aráoz.
Domingo 11 de mayo de 16:30 a 18:00hs.
Sala: Javier Villafañe (Capacidad: 150 personas.) Pabellón amarillo.
Cozarinsky y la nocturnidad
Entrevista a Edgardo Cozarinsky a cargo de Maximiliano Tomas.
Coordina: Fernando Noy.
En todas las mesas la entrada es libre y gratuita.
Agradecemos la difusión.
https://www.facebook.com/events/660143017391313/
EN LA 40° FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BUENOS AIRES
Viernes 25 de abril de 16:30 a 18:00hs.
Sala: Leopoldo Lugones (Capacidad: 200 personas.) Pabellón amarillo.
Los cambios culturales a partir de la Primera Guerra Mundial
Participan:
Luis Chitarroni
Esther Cross
Eduardo Grüner
Coordina: Danilo Albero.
Domingo 27 de abril de 20:30 a 22:00hs.
Sala: Domingo Faustino Sarmiento (Capacidad: 80 personas.) Pabellón blanco.
Rock y el dilema mediático
Participan:
Andrea Álvarez
Mónica Delfino
Pablo Krantz
Sergio Marchi
Coordina: Lala Toutonian.
Lunes 28 de abril de 16:30 a 18:00hs.
Sala: Javier Villafañe(Capacidad: 150 personas.) Pabellón amarillo.
Duelos que se escriben
Participan:
Diana Cohen Agrest
Federico Jeanmaire
María Luján Rey
Coordina: Diego Rojas.
Jueves 1 de mayo de 16:30 a 18:00hs.
Sala: Roberto Arlt (Capacidad: 200 personas.) Pabellón amarillo.
Del sertão a la pampa, de la pampa al sertão.
Entrevista a Samuel León a cargo de Luis Gusmán.
Coordina: Graciela Aráoz.
Domingo 11 de mayo de 16:30 a 18:00hs.
Sala: Javier Villafañe (Capacidad: 150 personas.) Pabellón amarillo.
Cozarinsky y la nocturnidad
Entrevista a Edgardo Cozarinsky a cargo de Maximiliano Tomas.
Coordina: Fernando Noy.
En todas las mesas la entrada es libre y gratuita.
Agradecemos la difusión.
https://www.facebook.com/events/660143017391313/
Mesa redonda “Ignacio Lewkowicz, historiador”
Mesa redonda “Ignacio Lewkowicz, historiador”
El pasado 4 de abril se cumplieron 10 años de la muerte de Ignacio Lewkowicz. Si su singular recorrido intelectual lo condujo a participar de múltiples ámbitos de pensamiento, tanto su formación como el modo de sus intervenciones lo definen netamente como un historiador. Para conversar acerca de ese perfil y de la impronta que Ignacio ha dejado en el terreno de lo histórico, el Departamento de Historia de la Facultad organiza una mesa redonda integrada por miembros de su plantel docente y abierta al diálogo con todos aquellos que, de un modo u otro, se sienten interpelados por algún aspecto de su pensamiento.
Miércoles 9 de abril - 19 hs.
Facultad de Filosofía y Letras
Puán 480 - Aula 144
Participan:
Julián Gallego (Historia Antigua II)
Fabio Wasserman (Historia Argentina I)
Mariana Canavese (Historia de los Sistemas Económicos)
Bruno Fornillo (Historia de América III)
Coordina:
Marcelo Campagno (Director del Departamento de Historia)
Más información:
histdep@filo.uba.ar
Facultad de Filosofía y Letras
Puán 480 - Aula 144
Participan:
Julián Gallego (Historia Antigua II)
Fabio Wasserman (Historia Argentina I)
Mariana Canavese (Historia de los Sistemas Económicos)
Bruno Fornillo (Historia de América III)
Coordina:
Marcelo Campagno (Director del Departamento de Historia)
Más información:
histdep@filo.uba.ar
Fecha de inicio del evento:
Mié, 09/04/2014 - 19:00
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