27.2.05

Punk style

Cuentan que los Sex Pistols estaban en gira por el interior de los Estados Unidos y una mañana pararon a desayunar en uno de esos boliches ruteros. Mientras se mandaban unos huevos fritos, entraron camioneros que, al ver al grupo de estrafalarios punks, se acercaron para provocarlos. Sid Vicious, entonces, se sacó una hojita de afeitar de las que le colgaban del cuello o de las orejas, se hizo un tajo en la mano y echó sangre en sus huevos fritos; luego, tranquilamente, mojó el pan y se lo llevó a la boca. Los camioneros huyeron despavoridos.

Deseo

Quisiera ser un vampiro:
morder en el cuello a bellas mujeres,
vivir para siempre, lamentándome,
ser cínico y sentimental,
y morir entre gemidos
un amanecer
a los pies de mi amada.
Pero
sólo soy un corrector
que pone comas y acentos
insignificantes,
y duerme de noche, agitado,
entre sueños que jamás recuerda.

25.2.05

¡Lo sabía!

La Juventus y un escándalo que crece
La justicia le aplicó una dura condena al médico del club turinés, porque potenció el rendimiento de los jugadores con sustancias prohibidas.
Para colmo, ese período fue muy exitoso para el conjunto de Turín. En ese lapso consiguió una Liga de Campeones, una Copa Intercontinental (contra River, en 1996)...

24.2.05

Guerreros

Los aficionados al arte japonés deben estar familiarizados con la imagen de un sacerdote montado de espaldas en una vaca. El jinete fue un guerrero cuyo nombre inspiraba terror en sus días. En la terrible batalla de Sumano-ura (1184 d. C.), una de las más decisivas de nuestra historia, alcanzó a un enemigo a quien aprisionó con sus brazos gigantescos. En aquella época, las normas de la guerra determinaban que en esas ocasiones no se derramara sangre, a menos que el más débil demostrara ser un hombre con un rango o con capacidad igual a la del más fuerte. El feroz luchador deseaba saber el nombre de aquel a quien tenía sometido; pero, como éste se negaba a darse a conocer, le arrancó el casco. Cuando vio un rostro juvenil, bello y sin barba, asombrado soltó a su presa. Lo ayudó a levantarse y con actitud paternal indicó al joven que se marchara: “¡Ve, joven príncipe, junto a tu madre! La espada de Kumagaye nunca se manchará con una gota de tu sangre. ¡Corre y huye por aquel paso antes de que aparezcan tus enemigos!” El joven guerrero se negó a huir y rogó a Kumagaye, por el honor de ambos, que allí mismo lo matara. Sobre la canosa cabeza del veterano brilló la fría hoja, que muchas veces había cortado las hebras de la vida; pero su firme corazón se acobardó, en su mente apareció la visión de su propio hijo, que ese mismo día marchaba al son del bugle para probar sus jóvenes brazos; el brazo del guerrero fuerte tembló, nuevamente le rogó a su víctima que se fuera y salvara su vida. Al comprobar que sus súplicas eran en vano y al oír que se aproximaban los pasos de sus camaradas, exclamó: “Si te alcanzan, te podría abatir una mano más innoble que la mía... ¡Oh infinito! ¡Recibe su alma!” En un instante, la espada lanzó un destello en el aire, y cuando cayó estaba roja con sangre adolescente.
Cuando la guerra terminó, el soldado regresó triunfante, pero poco le importaban el honor y la fama; renunció a su carrera de guerrero, se afeitó la cabeza, se vistió con un hábito de sacerdote y dedicó el resto de sus días a realizar peregrinaciones sagradas sin volver nunca la espalda hacia el oeste, donde se encuentra el paraíso del que viene la salvación y hacia donde el sol se dirige todos los días para su reposo.


(adaptado de Bushido. El alma del Japón)

23.2.05

Parábola

"En un crudo día invernal, los puercoespines de una manada se apretaron unos contra otros para prestarse mutuo calor. Pero al hacerlo se hirieron recíprocamente con sus púas y hubieron de separarse. Obligados de nuevo a juntarse por el frío, volvieron a pincharse y a distanciarse. Estas alternativas de aproximación y alejamiento duraron hasta que les fue dado hallar una distancia media en la que ambos males resultaban mitigados" (Schopenhauer, citado por Freud).

20.2.05

Iván Noble, sobre la tragedia de Cromañón

"Cualquiera de los tipos que hayamos sido protagonistas o testigos presenciales de conciertos de rock en los últimos quince años en la Argentina sabemos que esto que pasó nos pudo haber pasado a cualquiera: a mí me causa horror pensarlo, pero cuando me enteré me quede mudo, hecho un zombi, me destrozó... Y sin embargo no puedo decir que me haya causado perplejidad: las condiciones de seguridad de la mayoría de los conciertos de rock en ámbitos semejantes a Cromañón, durante mucho tiempo, han estado por debajo de la línea de flotación del sentido común.
Todos tenemos los pies adentro de este plato manchado de sangre: músicos, productores, empresarios, autoridades de todo tipo: pero atención, la cadena de responsabilidad y de culpas existe y no es arbitraria ni ecuánime: un tipo que le pone un candado a una salida de emergencia no es lo mismo que un guitarrista de una banda que actúa en ese lugar, un inspector municipal corrupto no es lo mismo que un imbécil que prende un petardo en un lugar cerrado. Hay una lógica perversa mezcla de inconsciencia, rapacidad y cretinismo político que excede al rock y que es una especie de sino trágico argentino...
Lo que queda, en este país de la buena pipa, es otra vez más exigir justicia y respeto para las familias destrozadas en este desastre y nosotros, los que nos subimos a un escenario, extremar la conciencia acerca de la responsabilidad que significa convocar a cientos o miles de personas a rituales que van a merecer otra reflexión y otro cuidado. Reflexión que es urgente y que debería estar libre de demagogias y autoindulgencias, tan cercanas a veces al inconsciente colectivo rockero."

18.2.05

(Mando un cuentito viejo. No es un ejercicio de taller, aunque bien podría serlo. Lo escribí para un concurso de "cuento breve". Veamos.)


Servicio extra

El hombre paró el auto en la esquina, justo delante de la mujer, y bajó la ventanilla.
—Cien la francesa, doscientos completo —dijo ella, sin mirarlo.
El hombre abrió la puerta, la mujer subió. El hombre arrancó, manejó durante una media hora sin hablar y volvió a parar delante de un edificio de departamentos. Bajaron. Subieron en un ascensor que rechinaba al pasar por cada piso.
El hombre abrió la puerta —un ambiente mediano, oscuro, con paredes cubiertas de libros y cuadros— y enseguida desapareció por otra puerta. La mujer miró alrededor, distraídamente primero, impaciente después. Libros, cuadros, libros. Masticaba su chicle y esperaba. Estaba calculando que ya podría haber terminado su trabajo cuando sonó el teléfono. Tres, cuatro veces. Oyó la voz del hombre:
—Atendé, por favor.
Sin asombro, levantó el tubo y dijo “Hola”. Del otro lado, después de una pausa, una voz de mujer preguntó un número. “Sí”, respondió, mirando ese mismo número en una etiqueta pegada al teléfono. La otra colgó. Ella se encogió de hombros.
Después de unos minutos (tal vez cinco), el hombre volvió a entrar. Sin mirar a la mujer, le alcanzó tres billetes y dijo:
—Gracias, podés irte.
La mujer lo miró durante tres segundos, tomó el dinero, abrió la puerta y se fue.

Babel/1

- Elsa Drucaroff, “Polémica en la Ciudad Prohibida. De ‘Crisis’ a ‘Babel’”, Espacios, núm. 10, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras (UBA), 1991.

En el contexto de una comparación entre las revistas Crisis y Babel, Drucaroff utiliza la metáfora del último emperador de China, recluido con su corte en la Ciudad Prohibida, ejercitando en vano los rituales de un poder irrevocablemente pasado. “Entonces la Ciudad comenzó a descomponerse sin signos visibles…” La intelectualidad de los ochenta-noventa (representada por y en Babel) sería como esa corte fantasmal: recluida, sin contacto con el exterior, haciendo los ademanes inútiles de un poder perdido para siempre; el que supuestamente habrían tenido, y quizás disfrutado, los intelectuales de décadas anteriores (los de Crisis).
Creo que la metáfora es afortunada, aunque ligeramente autocompasiva. Pero también creo que se conecta con un texto célebre: el artículo autocrítico de Beatriz Sarlo, de 1985, sobre intelectuales y política. En éste se plantea, famosamente, que durante décadas anteriores la tarea del intelectual había estado definida, presionada e incluso chantajeada por la política. Ahora, es decir, en el momento de la producción de ese texto, en la incipiente democracia alfonsinista, por fin el intelectual no tiene como única referencia esa política inevitablemente totalizadora y desmesuradamente exigente, sino que su tarea ha ganado en autonomía y especificidad (palabra de época). No de nuevo una torre de marfil, sobre todo porque los materiales de su guarida parecen menos nobles, pero sí, diríamos gracias a Drucaroff, una Ciudad Prohibida donde ser emperadores (y quizás eunucos) de sí mismos.
Babel está predominantemente escrita —dice Drucaroff, en primera persona— por docentes universitarios que no elegimos vivir en la Ciudad Prohibida, pero podemos elegir cómo vivimos allí adentro.” El enunciado, como se ve, es algo ambiguo. Si no eligieron vivir allí, es porque hubo constricciones “exteriores” que los llevaron a hacerlo (simplificando, la indiferencia de la sociedad hacia la “cultura”); pero constricciones que, en todo caso, no influyen sobre su forma de vivir allí. Dentro de las murallas, entonces, podrían “elegir” entre la “emoción extra-muros de la referencialidad” o renegar de ésta “en nombre de una única autorreferencialidad”.
He ahí un punto teórico clave. Y un consecuente monstruo, tan omnipresente como ridículo, y, paradójicamente, tan amenazante como vulnerable: el realismo estético. Drucaroff cita un párrafo de Daniel Guebel sobre su novela La perla del emperador: “Allá por el ’83 padecí el impulso de novelar una negación por el absurdo de la calva teoría del reflejo que aún matizan algunos peluqueros de la literatura.” Los “peluqueros de la literatura” es un sintagma recurrente (permutando el primer sustantivo); remite a la célebre distinción barthesiana entre escritores y escribientes, homóloga a la de textos escribibles y textos legibles, etc. Los “peluqueros (o los escribientes) de la literatura” serían los autores “realistas”. Habría que rastrear cuáles son éstos exactamente.

17.2.05

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

de Cesare Pavese

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.

(versión de Carles José i Solsora)

Lógica perfecta

"Zafó de la pena de muerte por su bajo intelecto pero estudió en la cárcel y lo podrían ejecutar" (nota).

Esto recuerda a lo que cuenta, creo, Truman Capote en A sangre fría: si un condenado a muerte se enferma, no pueden ejecutarlo. Primero, lo curan.

15.2.05

De Podeti

¿SOMOS UN PUEBLO PUJANTE Y LABORIOSO O SENCILLAMENTE ALCAHUETE?

Una reciente encuesta de Clarín arroja, dicho en palabras sencillas, los siguientes resultados: Una gran mayoría considera que deberíamos trabajar lo mismo que trabajamos habitualmente; Un grupo un poco menor considera que debemos trabajar un poco más; y otro grupo, un poco más pequeño pero existente, opina que aún debemos hacer aún un esfuercito más.
Bueno, estoy anonadado. Uno está acostumbrado y hasta aburrido de escuchar los peores conceptos sobre nuestros compatriotas, pero lo último que pensaba es que éramos los tragas del grado. Aunque el mundo civilizado va hacia el ideal de trabajar cada vez un poco menos, parece que en nuestro suelo hay un montón de gente que considera justa y deseable la situación actual, e incluso sugiere que trabajemos más horas.
Si se me permite una expresión un poco fuerte, el término para designarlos es "alcahuetes". Mi equipo de encuestadores imaginarios ha contribuido a esta investigación con el siguiente desglose de alcahuetes, más específico:

Salarios:
-El 65 % de estos alcahuetes opina que, además, debería ganar un 20 % menos.
-El 20 % cree que con la mitad se las arreglaría bien, que no necesita lujos de nuevo rico.
-El 15 % restante dice que "escuchame, yo agarro lo que sea, si hoy por hoy cualquiera te lo hace por dos mangos, es así, hay que joderse".

Cargas laborales:
-El 80 % de estos alcahuetes considera un ultraje que sus empleadores tengan que pagarles jubilación, es decir, "que te paguen por no hacer nada".
-De ese grupo, la mitad ofrece espontáneamente a ser inmolada al alcanzar la edad jubilatoria. (Un 32 % habría sugerido métodos como la hoguera o ser arrojados a la boca de un volcán)
-El otro 50 % de alcahuetes se reparte entre los que consideran que pueden trabajar hasta en el lecho de muerte ("hoy en día la computadora te da esas posibilidades") y los que consideran que podrían sobrevivir muy bien "sin limosnas", dedicándose al cuentapropismo en la industria del estacionado de autos.

Sanciones:
-El 45 % opina que los trabajadores "no sé qué se creen", y apoya la idea de castigos físicos preventivos, en lo posible usando el látigo de nueve colas.
-El 20 % opina lo mismo, pero ubicándose un poco más a la izquierda del espectro político, considera que un látigo de cuatro colas estaría bien.
-El 15 % se manifiesta a favor de la vara de mimbre aplicada en las plantas de los pies.
-El resto se repartiría en un amplio espectro que va desde arrodillarse sobre garbanzos secos a humillación verbal pública.

Derechos:
-Los alcahuetes están casi todos de acuerdo en que es muy triste e injusto que la patronal tenga tan pocos derechos. El 67 % se manifestó a favor de instituir nuevamente el "derecho de pernada". El resto se ofreció a sí mismo para satisfacer al patrón personalmente y acto seguido inició una colecta para comprarle un regalito entre todos, "para que la relación no sea tan fría".
-El 98 % se manifestó en contra del derecho de huelga, argumentando "yo soy un la-bu-ran-te".

Ideología:
Las opiniones políticas están bastante atomizadas:
El 43 % opina que "acá la gente no quiere laburar"; el 32 % que "afuera se labura en serio" y "Alemania, allá sí que no joden" (un 5 % de estos agregó espontáneamente que "allá si tirás un papelito a la calle te meten preso"); el 12 % que "todavía que tenés laburo te quejás"; el 13 %, que "acá lo que hace falta es un Franco"; y el 5 % se manifestó a favor de pasar por las armas a piqueteros, huelguistas, vendedores ambulantes e incluso desempleados.

Seguro de desempleo:
Ante la pregunta de si haría falta un seguro de desempleo, el 98 % de los alcahuetes acusó a los encuestadores de "delincuentes" y los amenazó con armas de distinto tipo. El 2 % restante directamente pasó a la acción, por lo que los encuestadores, a pesar de ser imaginarios, renunciaron en masa. Lo que pasa en realidad es que acá la gente no quiere laburar.
"Uno debería tratar de morir sin dejar citas aprovechables" (Lenin).

13.2.05

¿Tenés miedo?

Algunas joyas del nuevo blog de Luis Majul.
De su "Declaración de principios":
"Hay poderosas razones por las que decidí crear mi propio wegblog. Esta es una lista arbitraria, caprichosa y incompleta:
1) Para escribir sobre cualquiera, por más poderoso que sea, justo en el momento en que lo sienta necesario.
2) Para hacerlo sin ninguna atadura, sin red y sin medir las consecuencias (excepto las legales)."
(¿Qué otras le importarían?)
Y esto es genial:
"Entre las 5 y las 9 de la mañana del viernes un chorro sin clase y con saña intentó robarme el auto.
Lo había dejado a treinta metros de la puerta de la radio, con la alarma puesta y mi candidez de siempre.
Me salvó del desastre, el hecho de que el vidrio sólo se astillara. El arreglo me lo pagó el seguro, pero mi viaje a Cariló con un amigo de mi hijo y mi sobrino Gonzalo se demoró casi medio día."

12.2.05

Ñ y la p... que te p...

No hay caso. Sábado tras sábado, me propongo no leer Ñ pero no lo consigo, mi masoquismo vence y me hago una mala sangre preciosa. Veamos lo de hoy. Es muy fuerte.
1. Sebreli dice en un reportaje: "Y en el aspecto cultural, de costumbres, soy muy de izquierda: estoy a favor del aborto, de las uniones civiles, de la eutanasia, de la separación de la Iglesia del Estado, soy antimilitarista." ¿Sebreli habrá hablado de esto alguna vez con López Murphy, a quien apoya? ¿Sebreli es consciente de que, si el ministro de Defensa y de Economía de De la Rúa fuera gobierno, él y los que piensan como él tenderían a ir en cana?
2. Birmajer, por su parte, dice que los Estados Unidos representan "una hegemonía ontológicamente superior a las alternativas nazis, stalinistas o maoístas". (Algunos dirían que el sujeto es inimputable, pero a mí me parece que todo el mundo es responsable de lo que dice, ya que lo dice impunemente.) ¿Se debe suponer que el adverbio "ontológicamente" alude a la cantidad o a la cualidad? Quiero decir: si uno piensa en Guantánamo, ¿en qué sentido los prisioneros afganos son ontológicamente menos que otros?
3. Finalmente, Richard Rorty: "Es Europa, justamente, la que inventó la democracia y la responsabilidad civil. Podemos todavía decir al resto del mundo: envíen a sus estudiantes a nuestras universidades, aprendan de nuestras tradiciones y probablemente verán la ventaja de la vida democrática."
¡Basta de leer reportajes! Es too much.
NUEVA YORK, Estados Unidos (AP) Una veterana abogada conocida por representar a extremistas y revolucionarios durante 30 años prometió apelar su condena por contrabandear mensajes de violencia de uno de sus clientes encarcelados a sus discípulos.
Lynne Stewart, activista izquierdista de 65 años, fue condenada el jueves por conspirar, aportar material para respaldar a terroristas, defraudar al gobierno y realizar declaraciones falsas. Su sentencia será conocida en julio.

Nota.

Seguir en Google news.

Shopping

"Comparado con el penal de San Martín, lo que se vio en la serie Tumberos era algo así como el shopping Alto Palermo" (Luis Juez, intendente de Córdoba).

10.2.05

Colonia

Durante nuestras recientes vacaciones, fuimos con mi esposa a Colonia, un día y medio, a un buen hotel frente al río (en el que, dicho sea de paso, también estaba alojado Juan Martini, cuya última novela se llama, precisamente, Colonia).
Pleno sol, linda pileta, buena comida. Me dice Silvia: "¿Ves por qué los ricos no la van a largar nunca? La buena vida es demasiado buena." O algo así. Pero irrefutable.




¿Quién lo dijo?

"Acá no hubo nada raro, todo fue absolutamente transparente. Querer ver en esto corrupción, negociados o negligencia es una maniobra política que sólo busca destruirme. Eso sí, yo no puedo estar en todo, procedí de buena fe. Quizás me equivoqué; pero, si hay que investigar se investiga, porque lo que importa es la verdad y que esto no vuelva a repetirse."

1. Aníbal Ibarra.
2. Maurizio Macri.

Cualquiera de los dos, en realidad.
Pero Macri lo dice respecto del pase de Tévez...

(El chiste fonológico c/z, un pilín barthesiano, es de Verbitsky.)

Sobre las erratas

de Luis Alberto Musso Ambrosi (director de la Biblioteca Nacional de la República Oriental del Uruguay)

Como al hombre no le es dable vivir sin errores, nos movemos entre ellos durante toda nuestra existencia; sin embargo, no los aceptamos y nos sentimos molestos cuando ocurre. De equivocación en equivocación sufrimos la vida, pues creemos que todo nos resulta distinto a lo previsto; desde ángulos más optimistas sería mejor amoldar nuestro modo de pensar (y perdonen si es confutación) a filosofías fatalistas, manera de contentarnos con el producto bueno o malo que el azar depare a nuestras aspiraciones. El preconcepto de considerar siempre como error lo que no llena los deseos es quizá el mayor de todos los errores.
Luchar contra el destino, y esto es casi lo mismo, es para muchos rechazar la voluntad de los dioses. Pero hasta los dioses se equivocan, pues las mitologías desbordan en narraciones colmadas de yerros. También la historia de tiempos pretéritos y la presente trasuntan desaciertos, y las acciones de hombres y pueblos, inadvertencias y descuidos. De toda esta confusión sólo queda algo positivo, la experiencia, resultancia o producto entre lo proyectado y lo ocurrido. Es cosecha de verdades, aunque sean imperfecciones o exactitudes.
Dejemos los errores para pasar a la forma de ellos que hoy nos interesa, la ERRATA, inventada por los hados para carcomer la conciencia profesional de escritores e imprenteros y por cuya implacable aparición sufren los correctores. Estos demonches traviesos se ocultan entre las letras, palabras y frases, y viven por todos los planos de las hojas impresas si no se les ahuyenta a tiempo.
Es el corrector oficio de mérito y responsabilidad, requiere conocimientos amplios para llegar a ser de los buenos. Pero además deben poseer cualidades para sostenerse con paciencia entre los escritores que inventan palabras, desajustan términos, entreveran frases y castigan la gramática, y también tipógrafos y linotipistas distraídos o cansados.
Son muchos los autores de pluma ligera que pasan por olvido vocablos de dudosa ortografía, o aquellos impulsados en el torrente desbordante de ideas que ponen poco cuidado en la construcción de la frase o conjugan mal un verbo. Los hay inventores de voces, o repetidores, insistentes en el uso de pronombres, conjunciones, artículos y adjetivos, pero no exageremos sin recordar que el magnífico Cervantes, señor de nuestra lengua, utilizó para el Quijote entre otras muchas, las palabras y cantidades siguientes: 21.797 "QUE"; 21.435 "LA"; 18.418 "DE"; 18.007 "Y" y 10.796 "EL", eso sí en un total de 378.486.
Tenemos en nuestro idioma español tantas formas de decir las cosas, de darle fluidez, encanto, tergiversar, eludir, suplantar, alambicar, extender y abreviar como en ningún otro. A ello sumamos sinónimos, semejantes, equivalencias, modismos, frases hechas y refranes, inacabables serpenteos que confunde al más apto y que permite a la mayoría que escribamos sin mirar mucho la gramática, que al fin no son los puristas los más leídos aunque sí los mejores descifrados.
Como todo oficio, el de corrector posee cualidades específicas y reglas de precisión que infelizmente no dominan los autores y por ello las omiten cuando revisan galeras; cada clase de equivocación tiene el correspondiente signo que acompaña a las salvedades, pero ¿cómo pueden manejar los ajenos esos intrincados ganchos, líneas, círculos y raras formas para ajustar cada clase de errata, interpolación, sangría, blancos y demás? Algunas veces se entablan pugnas entre autor y corrector por distintas interpretaciones de homónimos; en esas oportunidades se suma una corrección a otra, y van y vienen las pruebas con tachaduras cada vez más fuertes que denotan el enojo de ambos.
Las equivocaciones lamentables son frecuentes, ocurren en los títulos, cabezales y lugares destacados, letras de cuerpo mayor difíciles de abarcar en un solo golpe de vista. Tenemos en este bagaje otra clase de erratas: líneas invertidas, repetidas, torcidas, letras de distintas familias, rotas, mal espaciadas... Y los hay peores: libros sin portada, omisión del nombre del autor o del título de portada, mal fechados, paginación alterada, pliegos transpuestos y no queremos entrar a desmenuzar el noble arte de la tipografía en todo lo que tiene que ver con distribución de párrafos, capítulos, blancos, eliminación de calles e infinitos aspectos conducentes a embellecer los impresos.
Llegando el libro terminando a manos del autor, éste -con preocupaciones que ya no caben en perfeccionamiento- lo revisará minuciosamente en un acto de inquietud y penoso desasosiego. Cada errata será amarga, muy amarga por insalvable. Mas triunfando la responsabilidad aparece el remedio: la "Fe de erratas", la erudita "Corrigenda" o de manera menos comprometedora las "Erratas notadas", a veces "Erratas notables". Modestas maneras, estas dos últimas, de admitir que existen otras. Esta hojita final no es carta de recomendación.
Los impresores españoles suelen denominar a la "tabla de correcciones", "TABLA DE HUMILLACIONES". La errata se llama también MENTIRA O MOSCA. Si proviene del autor, con algo de indulgencia le decimos LAPSUS CALAMI; si del linotipista, MOCHUELO.
Historiadores de la imprenta, bibliófilos, entendidos aceptan la errata y hasta se distraen con ella; las coleccionan y forman libros. A este respecto es interesante la obra del austríaco Max Sengen, quien nos divierte con ejemplos de escritores famosos, para muestra el siguiente: "Con un ojo leía, con el otro escribía" (A orillas del Rin, de Aubrack).
La equivocación más antigua dentro del ciclo del libro impreso data de 1457, pertenece al Psalterium llamado de Maguncia, editado por Juan Fust y Pedro Schoffer; al finalizar la última página, explican que la obra se realizó mediante el arte de la imprenta y no copiándolo a mano. En ese colofón puede leerse "Pns Psalmor codex..." (sin abreviar, "Praesnens Psalmorum codex"...).
Las erratas en los libros son anteriores a la invención de la imprenta y siempre acompañaron a la escritura. En Roma los copistas solían equivocarse, por eso ya existían correctores, los cuales dejaban constancia de su labor en notas escritas adjuntas al texto revisado. En los códices del medioevo son comunes los errores y
éstos pasaron sucesivamente a nuevas copias integrándose como formas sanas del texto; a pesar de las depuraciones que de tarde en tarde realizaban los eruditos, sus esfuerzos no fueron siempre felices.
Algunos autores sostienen que la "errata" desempeñó papel importante en la invención de los tipos movibles; las planchas xilográficas de las primitivas ediciones, cuando sufrían errores, obligaban a extraer el trozo equivocado para reemplazarlo por otro con la enmienda, lo que condujo a la idea práctica de dividir el texto a la mínima expresión de la escritura, o sea, letra por letra.
Como ejemplo del esforzado trabajo imprenteril, citamos aquí la obra escrita en catalán Rudiments de tipografía pers als educands de l´escola obrador del grup benefic (Barcelona, Patronat d´Assiténcia Social, MCMXXXIV), de Luis Badía I Ferrer, destinada como lo expresa el título a la enseñanza de la tipografía; este libro se halla acompañado de su tabla "errades sobresortints" detallando nada menos que veinte equivocaciones.
Seguro ha sido que el futuro no tomó de sorpresa a los aprendices. Bueno es entonces repetir el proverbio latino IN ARDUA VIRTUS.

9.2.05

San Wojtyla

"Curame, le rogó un nene al Papa en el hospital Gemelli
Un chico enfermo de cáncer que también está internado en ese sanatorio de Roma visitó al Pontífice, quien le sonrió y le dio la bendición."

(Nota en Clarín.)

¿Ya están preparando la canonización?

8.2.05

"Si se violenta el conocimiento tal como está dado y respetado, si se generan temor y desequilibrio en la confianza de lo concentrado, no es para provocar. Es por repulsa a la anestesia y a la inexorable carrera descendente hacia el coma teórico" (Enrique Marí, El banquete de Platón, el eros, el vino y los discursos).

6.2.05

Mirá vos

Cybersquatting: usar un nombre de dominio con mala intención para aprovecharse de una marca de terceros.
Typosquatting: forma de cybersquatting que se basa en la probabilidad de que un cierto número de usuarios de Internet cometan un error ortográfico al escribir el nombre de una URL.


Torturas

Leyendo el atroz capítulo sobre las torturas, del libro de Fanon, me acuerdo de lo que me contó un escritor al que conocí una vez, hace mucho. Durante los primeros tiempos de la dictadura, estuvo preso en una comisaría de su ciudad natal, de provincias. Pasaba días enteros colgado de brazos y piernas. Junto con otros presos, rezaban para que los vinieran a torturar policías provinciales, porque éstos, carentes de toda técnica y refinamiento, se limitaban a golpearlos hasta que se desmayaban. Pero, de vez en cuando, llegaban torturadores de la Capital (seguramente, de esos que fueron entrenados por franceses con experiencia en Argelia; o norteamericanos con experiencia en cualquier parte), que los sometían a sesiones mucho más largas y terribles. Además, sabiendo que se trataba de un "intelectual", mientras lo torturaban, no sólo le hablaban de política, sino también de literatura, con datos muy precisos, por ejemplo la conversión de Vargas Llosa, etc. El mensaje era claro: "No estás en manos de cualquiera, somos especialistas y sabemos perfectamente lo que hacemos." Y más: "Somos como vos, somos superiores a vos, somos Dios para vos."
Este relato me estremecía, claro. Pero también lo que me contaba después. Ahora vivía en Buenos Aires y, cuando volvía de vez en cuando a su ciudad, solía cruzarse con alguno de los policías de la provincia que lo habían torturado: "¿Te estás portando bien, Fulanito?", le preguntaban al pasar, bonachones.
¿Dónde habrán ido a parar los otros torturadores, los expertos? ¿Dónde estarán hablando de literatura ahora?


Se terminó lo que se daba. Mañana vuelvo al diario yugo en la editorial. Otra vida, aunque la Misma.

Almas bellas

"La condición del indígena es una neurosis introducida y mantenida por el colono entre los colonizados, con su consentimiento. Reclamar y negar, a la vez, la condición humana: la contradicción es explosiva. Y hace explosión, ustedes lo saben lo mismo que yo. Vivimos en la época de la deflagración: basta que el aumento de los nacimientos acreciente la escasez, que los recién llegados tengan que temer a la vida un poco más que a la muerte, y el torrente de violencia rompe todas las barreras. En Argelia, en Angola, se mata al azar a los europeos. Es el momento del boomerang, el tercer tiempo de la violencia: se vuelve contra nosotros, nos alcanza y, como de costumbre, no comprendemos que es la nuestra. Los "liberales" se quedan confusos: reconocen que no éramos lo bastante corteses con los indígenas, que habría sido más justo y más prudente otorgarles ciertos derechos en la medida de lo posible; no pedían otra cosa sino que se les admitiera por hornadas y sin padrinos en ese club tan cerrado, nuestra especie: y he aquí que ese desencadenamiento bárbaro y loco no los respeta en mayor medida que a los malos colonos. La izquierda metropolitana se siente molesta: conoce la verdadera suerte de los indígenas, la opresión sin piedad de que son objeto y no condena su rebeldía, sabiendo que hemos hecho todo por provocarla. Pero de todos modos, piensa, hay límites: esos "guerrilleros" deberían esforzarse por mostrarse caballeros; sería el mejor medio de probar que son hombres. A veces los reprende: "Van ustedes demasiado lejos, no seguiremos apoyándolos." A ellos no les importa; para lo que sirve el apoyo que les presta, ya puede hacer con él lo que más le plazca. Desde que empezó su guerra, comprendieron esa rigurosa verdad: todos valemos lo que somos, todos nos hemos aprovechado de ellos, no tienen que probar nada, no harán distinciones con nadie. Un solo deber, un objetivo único: expulsar al colonialismo por todos los medios. Y los más alertas entre nosotros estarían dispuestos, en rigor, a admitirlo, pero no pueden dejar de ver en esa prueba de fuerza el medio inhumano que los subhombres han asumido para lograr que se les otorgue carta de humanidad: que se les otorgue lo más pronto posible y que traten luego, por medios pacíficos, de merecerla. Nuestras almas bellas son racistas" (Sartre, Prólogo a Los condenados de la Tierra).



Gregorio en Sásima

(Fragmentos de un cuento, o una obra de teatro, sobre Gregorio de Nacianzo, que nunca terminaré de escribir.)

1

Quisiera saber si esta ciudad a la que llaman Sásima es como el cielo o como el infierno, piensa Gregorio, al que llaman el Nacianceno. Se lo pregunta y sabe que no debería preguntárselo, porque ese interrogante cifra lo que el considera su incapacidad más esencial, la de la certidumbre. Y, peor aún, si se tiene en cuenta que la fe está hecha de certidumbre, por lo menos en estos tiempos que son y se saben fundacionales.
Lo único seguro es que se trata de Sásima y que allí lo han enviado como obispo. Como siempre, había esperado lo peor, pero cuando el jefe de la caravana señaló el vacío y dijo “Sásima”, pensó que había oído mal, o que le estaba jugando una broma. De hecho, el rudo personaje sonreía, disimulando apenas. En el vacío había un caserío hasta entonces invisible, y Gregorio llegó a verlo como si la señal o, mejor, la palabra del jefe hubiera creado de la nada un mundo que sólo para él, Gregorio, estaba destinado. ¿No era acaso su destino, por lo menos inmediato? Como fuera, el hecho ocultaba un sentido, quizás teológico, que al gran teólogo se le escapaba pero no iba a dejar de obsesionarlo en los siguientes días.
Su diócesis. El campo de cultivo donde debía separar el trigo de la cizaña. Pero ¿cómo hacerlo sin saber primero de qué parte estaba él? Bien. El hecho es que el emperador ha querido socavar el poder de su íntimo amigo (de Gregorio), de su mejor amigo, Basilio, al que llaman el Grande. Y para eso no tuvo mejor idea que separar su diócesis en dos, arrasando con toda legalidad que no sea su propia voluntad o capricho. No sabía, o lo sabía demasiado bien, con quién se enfrentaba. Basilio recogió el guante y decidió su próximo paso con toda naturalidad: pidió a Gregorio, como favor especial --y sacrificio supremo--, que se hiciera cargo inmediatamente de la nueva diócesis, con sede en Sásima, ese infecto arrabal de la nada, ese cruce de caminos que no llevan a ningún lado, salvo a uno mismo, o a su propia perdición, lo que es exactamente igual. Jugada rápida, quizás maestra, más probablemente sólo una maniobra dilatoria para ocupar espacios amenazados o distraer la atención del enemigo mientras se toma la verdadera decisión. Basilio es un maestro. El Gran Político de la Iglesia naciente. El estratega de la Capadocia. Etcétera.
Pero Gregorio no se considera capacitado para ese puesto: por eso mismo tuvo que aceptar. Además, ¿cómo decirle que no a Basilio?


2

Recuerdo la ermita frente al río Iris. Todavía no he logrado entender mi obsesiva sensación de que la soledad de Basilio era distinta de mi propia soledad. Una noche, nos prometimos hacer silencio durante siete días. Jamás pude dejar de esperar que él fuera el primero en romper el voto. Ingenuo de mí. La voluntad de Basilio era más resistente que las rocas que nos rodeaban, al fin erosionadas por el viento y el inhóspito clima. (No muy distinto de éste de Sásima, ahora que lo pienso.)
Sí, recuerdo la ermita. Y recuerdo al joven Basilio, cada día más flaco y sin embargo cada vez más bello y más fuerte, como si la huida de carnes superfluas, en vez de descubrir huesos, dudosas metáforas de la espiritualidad, dejaran incólume lo más esencial de su vitalidad espléndida. Por las noches, yo no podía dormir, perturbado por el solo conocimiento de que él estaba allí, del otro lado de la cueva excavada en la desnuda piedra, pero demasiado cerca. Estaba pendiente del ritmo de su respiración, como una madre de la de su hijo recién nacido.
Basilio el Grande, el Gran Obispo, mi superior, mi amigo, es una lógica continuación de aquel joven indoblegable, que quiso saber qué era el Desierto, o si el Desierto era más poderoso que él. Y venció. ¿Estaré aquí, en este falso desierto lleno de peligros, tratando de emular miserablemente, tardíamente, a aquel joven que un día me dijo “Sólo Dios por encima de mí”? Seguramente no, porque yo estoy seguro, desde el principio, de que el resultado me será adverso.


3

(monólogo sobre la biblioteca)

Mi biblioteca me pesa en el lomo, más que a esas mulas que usé para traerla conmigo. Doble pecado, entonces. Apego a cosas materiales, y soberbia del conocimiento. Todo es vanidad, pero lo que contiene un libro, dos libros, mil libros, es más que vanidad. Es fracaso. Es como el falso espejo de agua que veo allí, en el horizonte. En realidad, ni siquiera sé si es falso, porque no me atrevo a acercarme, no puedo acercarme. Así que casi prefiero que sea falso, o no enterarme de que es verdadero y jamás lo alcanzaré. Libros. Palabras. Imágenes. ¿Por qué no ocupan un lugar... razonable en mi vida? ¿Por qué no conviven con todo lo demás, con lo que llena la vida de los hombres comunes? ¡Hombres comunes! No puedo pronunciar dos frases seguidas sin caer en el pecado de soberbia... ¿Realmente me considero especial, sobresaliente, distinto? ¿Cómo hacer para que mi vida de fe y de pensamiento no sea una excusa para alejarme de los otros, para evitar la crudeza de la vida, que nadie me enseñó a enfrentar? Mi único consuelo es que la soledad es el castigo más terrible, y nadie puede sacarme esta perfecta oportunidad de sufrir.


“Todo dios es siempre más grande que su misión” (Holderlin).

Compruebo con estupor (no exento de ingenuidad) que se ha desmantelado también "Cash", el suplemento económico de Página/12. Hay mucho material dando vueltas, sobre el "affair Nudler", ya muy conocido, pero ¿alguien sabe qué pasó con Zaiat, el editor? ¿Estará de vacaciones?
(De todas maneras, la columna de Verbitsky de hoy es muy buena.)



5.2.05

Recomiendo la revista de "literatura, arte y pensamiento" El interpretador. El diseño del sitio es muy bueno y se pueden encontrar cosas muy delirantes, como una sección llamada algo así como "Las chicas de Letras se masturban así" (lo cual, literalmente, es muy buena información, aunque yo ya me la sabía). Y la novela de Fogwill Urbana, completa. (Recomiendo bajarla antes de que Mondadori apunte sus desproporcionados cañones.)








Goethehaus

(Como medio prometí, va un fragmento de mis diarios sobre Alemania, convenientemente expurgado.)


19/10 (viernes)

Retrato de Maximiliane von Arnim (1845) de Caroline Bardua (1781-1864)

Biblia de 1704 (Frankfurt a. Main)
con concordancias en los márgenes

Der Alchimist (1761)
de Justus Juncker
(la mujer llora en 2.º plano, un hijo la consuela)


Estas breves anotaciones, en apariencia tan crípticas, las hice en el Museo Goethe, al lado de la Goethehaus. No entiendo mucho mi propia letra, así que no son demasiado confiables, pero ahí están, dudoso broche de oro de un diario en el que lo principal son los recuerdos, pero los recuerdos también son palabras. Sin embargo, contra todo el ya vetusto canon teórico actual, no sólo hay palabras. (Esto es para seguir hablándolo con Carlos, el poeta, que sabe mucho al respecto.)
El retrato mencionado en primer término está allí porque, en mi crasa ignorancia, me llamó mucho la atención la existencia de pintoras románticas, todo un tema para investigar (alguien ya lo debe de haber hecho, por supuesto).
La mención a la Biblia con concordancias es porque también me llamó la atención, por deformación profesional seguramente, la diagramación, tan “moderna”. No es que no haya nada nuevo bajo el Sol, pero...
Y lo tercero es interesante porque el alquimista puede aparecer como prototipo del artista (proto- más que pre-romántico), sobre todo en cuanto está absorbido por su tarea utópica y descuidando lo terrenal (la esposa y el hijo). Historia conocida.
De la casa y el museo Goethe tengo muchas fotos y folletos, así que estoy resguardado contra el olvido (!). Tal vez en otro momento intente redactar algunas cosas más al respecto.
¿Una anécdota para romper el hielo, quizás? Nada del otro mundo. Me hicieron dejar mi bolso en la recepción, pero volví dos veces para retirar la cámara de fotos y un rollo. Después, resultaba que no se podía sacar fotos del Museo (y en la Casa, sólo sin flash), todo lo cual no me lo había advertido la glacialmente amable chica de la recepción. Quizás porque no confió en que la entendería, dado mi precario inglés.
Parece que la Casa la reconstruyó una especie de Asociación de Amigos. Ya la poseían desde mediados de la década de 1850. Antes de la guerra (o de los últimos bombardeos), lograron poner a salvo el mobiliario. Después, rearmaron la casa como un Rasti, con sus propias piedras derruidas. Quizás esto sea una leyenda urbana, muy propia de los alemanes, pero no deja de ser interesante. Algunas de las cosas que están dentro de la Casa no son originales de allí (es evidente en el caso de las vitrinas), pero todo queda muy bien y da una sensación adecuada. Se las saben todas: en uno de los folletos explican que dentro de la Casa no hay marbetes explicativos para no romper el clima “hogareño” original dándole una índole de museo. Sin embargo, las vitrinas que mencioné antes sí dan un aire de museo. Igual, no molesta.
Otro folleto explica cuidadosamente cómo fue reconstruido cada piso, relacionándolo con los datos que hay en la autobiografía de Goethe, Poesía y verdad. (Vaya nombre para una autobiografía; es como si Maradona le hubiera puesto a la suya: Fútbol y verdad.)
Según se sabe, la familia de Goethe no era exactamente burguesa, o quizás sí de la alta burguesía. Pero no comercial, como la familia de Wilhelm Meister. (A propósito, en la Casa está el teatro de marionetas que se menciona en la novela.) El padre era funcionario imperial, de altísimo rango. La casa fue remodelada a partir de otras dos, compradas por la abuela paterna. Era de las pocas en la ciudad que tenía bomba de agua propia; los demás tenían que ir a pozos comunes. Había una cocinera y dos “doncellas” más, por lo menos. Goethe escribió allí el primer Fausto (Ur-Faust, creo que se dice) y el Werther, entre otras cosas menos famosas. Pero todo da la idea de que su ida a la Universidad y luego a Weimar significó para él un crecimiento importante, al despegarse del agobio que esa casa debió implicar de todas maneras (el peso de varias generaciones de importancia). Creo que volvió poco por allí. Sin embargo, sigue siendo considerado “el francfortés más importante”, el “hijo dilecto de Frankfurt”, etc.
(Parece que sí andaba de juerga por la región del Rin que es mi preferida, con su amigo Brentano y algún que otro atorrante de la época. Las distancias eran mucho mayores en la época, pero me los imagino a caballo, de pueblo en pueblo, buscando aventuras que no dejaran demasiadas huellas.)
En el Museo es notable (cosa que aclara bien el correspondiente folleto) cómo Goethe hizo de sí mismo un monumento en vida. Difícilmente haya habido un proyecto tan claro como el de él, en su siglo. Nada que ver con la (¿relativa?) precariedad romántica.


Advocatus diaboli

Odio profundamente la turba de los grandes señores y de los sacerdotes,
pero más odio al genio que se compromete con ellos.

(Holderlin)



Don't Let Me Be Misunderstood

Gloria Caldwell, Sol Marcus, Bennie Benjamin (1964)

Baby you understand me now
If sometimes you see I'm mad
Doncha know that no one alive can always be an angel?
When everything goes wrong you see some bad

Well I'm just a soul whose intentions are good
Oh Lord, please don't let me be misunderstood

Ya know sometimes baby I'm so carefree
with a joy that's hard to hide
Then sometimes it seems again that all I have is worry
And then you burn to see my other side

But I'm just a soul whose intentions are good
Oh Lord, please don't let me be misunderstood

If I seem edgy
I want you to know
I never meant to take it out on you
Life has its problems
and I get more than my share
but that's me one thing I never mean to do

Cos I love you
Oh baby
I'm just human
Don't you know I have faults like anyone?

Sometimes I find myself alone regretting
some little fooling thing
some simple thing that I've done

I'm just a soul whose intentions are good
Oh Lord, please don't let me be misunderstood

I try so hard
So don't let me be misunderstood.


Me gusta Colin Farrell, creo que es un buen actor, además de lindo (una especie de Brad Pitt morocho), pero ¿no está un poco ridículo en Alejandro Magno, con esa inverosímil peluca rubia? Parece que estuviera diciendo, justamente, ¡Alejandro Magno debió ser Brad Pitt pero él ya hizo Troya! (Por suerte no vi ni veré ninguna de las dos películas, sólo hago crítica de pósters –como Podeti, el de Clarín-, gacetillas de prensa y trailers.)

3.2.05

Signos...

... de que uno se está volviendo viejo (además que se lo recuerden los lectores de blogs):
1. No entender la música actual. A mí me pasó hace rato con los Illya Kuriakin (seguramente sic, no quiero saber ni cómo se escribe). Cuando los oí por primera vez, supe que había un antes y un después en mi vida.
2. Añorar a los jugadores de fútbol de “nuestra época”, a quienes por otra parte puteábamos metódicamente.
3. Una variante puede ser con otros deportes: el boxeo, por ejemplo. El último boxeador que yo he visto y considerado en serio fue Sugar Ray Leonard. Gracioso que Cortázar, ya en la década del sesenta, decía que el boxeo había muerto y daba como prueba de ello ¡a Cassius Clay!
4. Ni hablar de la política, para la cual uno ya nació viejo. O, como dijo Woody Allen, “me perdí la revolución (sexual) por dos meses”.
5. El problema no es que a uno las chicas le digan "Señor", sino que uno quiera, en el fondo, que le digan "Señor".
Etc.



Putas no del todo tristes

Ya que hablamos de mercado y otras yerbas parecidas: deliciosa la novelita de Gabo. Hay que reconocerle… bueno, hay que reconocerle todo lo que él quiera. ¿O quién es uno para reconocerle algo, que es lo mismo que juzgarlo aviesamente? El tipo que escribió Cien años de soledad(y el cuento “María de mi corazón”, o “Sólo vine a hablar por teléfono”) bien puede darse el lujo de descansar un poco en los laureles y seguir facturando. Lo que no se le perdona, me parece, es que todo lo haga tan aparentemente fácil.
Eso sí, no puedo dejar de pensar que sólo él, con su tremendo oficio de narrador, un poco mecánico a veces, puede “embellecer” el mundo prostibulario sin dejar de mostrar sus “tristezas”. Cualquier otro se desbarrancaría y no estoy tan seguro de que a él no le pase de vez en cuando. La clave, imagino, es haber encontrado la voz de ese narrador-personaje de noventa años que sólo amó putas y es parte de ese ambiente… a medias. En la otra mitad, se mezcla como siempre la voz del Autor, y ahí es donde Gabo pifia un poco.


2.2.05

Me adelanto a decir que, con el banner de acá al lado, me vendí, por fin, al capitalismo. (Si algún día llego a recibir un cheque de Google, me da un soponcio ahí no más.)





"Un plebiscito para el rock", nota de Eduardo Fabregat en Página/12 de hoy, sobre el tema Cromagnon y la responsabilidad del grupo Callejeros. (Muy bien razonada, aunque sea en el contexto oficialista que caracteriza al diario hoy por hoy.)


En Torneos y Competencias (canal 15 de Cablevisión), están pasando un gran diálogo sobre fútbol entre el Gordo Soriano y el Negro Fontanarrosa. Imperdible. Y conste que ellos son menottistas y yo soy bilardista, pero no puedo dejar de recomendarlo.


1.2.05

Frankfurt again

Leyendo las Memorias de Goethe, revivo y reavivo mi extraño amor por Alemania en general y por Frankfurt en particular. En esta ciudad nació el hombre (si me animo, más adelante transcribiré las partes de mi diario que hablan de la Goethehaus).
Uno de los episodios que más me impactó en la autobiografía de Goethe es el de la ocupación francesa. (Frankfurt está relativamente cerca de la frontera y fue ocupada varias veces a lo largo de su historia.) Las escenas me recuerdan, con todas las salvedades del caso, un ejemplo similar pero inverso, y célebre: El silencio del mar, la novela de Vercors -elogiada por Sartre y llevada al cine por Melville- en la que una familia francesa debe alojar en su casa a un oficialito nazi de la ocupación, y sólo puede conservar su dignidad negándose a dirigirle la palabra.


Otro tema

Sé que es un tema complicado y no pretendo tenerlo claro, pero ¿no da un poco de cosa ver a la derecha y la izquierda muy uniditas para rajarlo al nabo de Ibarra? Entiendo que "cuanto peor, mejor", pero ¿no era que Ibarra y Macri son lo Mismo? Evidentemente, el futuro inmediato está escrito para el afortunado hijo de don Franco, empresarios ambos que seguramente cuidan muy bien la seguridad de sus empleados e instalaciones. ¿O habrá comunas autogestionadas por las asambleas populares que hay en cada esquina?
(Me parece que este post me va a costar caro, por derecha y por izquierda, y lo primero que me van a decir es que, precisamente, ya no hay izquierdas ni derechas. Bueno, por las dudas, aclaro que yo voto Izquierda Unida.)


"Septuagenaria, lady Montague confesaba haber dejado de mirarse en el espejo desde hacía once años.
¿Excentricidad? Quizá, pero únicamente para aquellos que ignoran el calvario del encuentro cotidiano con su propia jeta" (Cioran).


Frankfurt Flughafen

(fragmentos de un diario)

La primera vez que pisé Alemania, el enorme aeropuerto de Frankfurt, comprobé un lugar común. Yo sabía que cada casa tiene su propio olor, y soy muy sensible a esas cosas (el olfato, mi sentido más eficaz, me ayuda). Pero jamás había salido de Argentina, así que hasta entonces nunca había podido experimentar que algo parecido se cumple, en realidad con creces, en cada país.
Pero el olor que sentí en el aeropuerto, al principio, no me gustó: muy fuerte, grasa de repostería, frituras dulces, empalagosas. Ese mismo olor lo percibiría continuadamente en la ciudad, y en los otros rincones del país, pocos, que pude visitar hasta ahora. Por eso mismo ya es inseparable, en mi recuerdo, de Alemania toda (sería un verdadero desafío tratar de distinguir los olores de cada ciudad, de cada pueblo); y, aunque siga sin gustarme mucho la intensa repostería alemana, he cambiado de opinión y no puedo vivir sin ese perfume.
Otro lugar común, en este caso meramente discursivo, es decir que el Frankfurt Flughafen es “una ciudad”. Sí, claro, he leído Los “no lugares”, del antropólogo francés Marc Augé. Y el aeropuerto es un ejemplo arquetípico de esos engendros modernos (o posmodernos), que no están hechos para estar sino para partir. Recuerdo una extraordinaria novela de Juan Martini, El fantasma imperfecto, que transcurre íntegramente en un aeropuerto innominado y se convierte en una especie de aplicación práctica, narrativa, claro que ficcional, del libro de Augé.
Sin embargo... El aeropuerto de Frankfurt es una ciudad, sí. Y a mí, por lo menos a mí, me dan ganas de quedarme allí, de olvidarme del exterior, del pasado (¡tan parecidos!), y deambular indefinidamente, casi hasta perderme, por sus interminables pasillos, veredas móviles, niveles, restaurantes, librerías, tiendas.
Una vez, con dos acompañantes, esperando melancólicamente nuestro avión de regreso a Buenos Aires, vimos a una joven “asiática” salir de un sex shop. Su expresión, proverbialmente, no indicaba nada; parecía muy joven, pero tal vez no lo era. ¿Trabajaría allí?, era inevitable preguntarse. ¿Entró a sacar fotos? ¿Por error? No sé por qué nos parecía tan extraño que una joven “asiática” fuera usuaria de un lugar como ése, que después de todo está para eso, para usar. Me hubiera gustado entrar a ver lo que ella vio, a hacer lo que ella hizo.
En otra oportunidad, también éramos tres y también esperábamos para volver a Buenos Aires. Ya habíamos ido al free shop, cada uno con su lista de regalos y encargos (conjuro, siempre insuficiente, de la culpa), y aún queríamos desprendernos de los últimos, depreciados marcos. Juntamos entre todos casi un kilo de monedas y fuimos a una fiambrería. Compramos varios paquetes de salchichas, hasta que los recuerdos monetarios se transformaron en recuerdos comestibles.
Llegar no es lo mismo que partir, qué novedad. Pero ¿y si digo que el aeropuerto al que llego no es igual que aquel del que parto? Pareceré loco, o pretenciosamente rebuscado, y lo acepto. Con todo, debo insistir. En el fondo, es otra obviedad, derivada de la primera: uno llega con todas las ilusiones, con todas las ganas de ver cosas nuevas, o las mismas, renovadas de secreta manera; y uno parte con algunas ilusiones cumplidas, otras no, y las ganas siempre misteriosamente intactas. Una melancolía que se refugia en el cansancio para no desesperar.
Uno llega al aeropuerto y éste es un lugar de paso, estrictamente; cuanto antes se deje, rumbo a la ciudad, mejor. Los trámites no siempre son sencillos (si alguien nos fue a buscar, puede demorarse; encargar un auto de alquiler por fax o e-mail es muy cómodo, pero no siempre eficaz; etc.); sin embargo, todo parece ir sobre ruedas: tarde o temprano (pero parece temprano), uno está fuera de un aeropuerto que apenas conoció.
Uno se va, tiene que irse, no hay más remedio; pero debe arribar al aeropuerto dos horas antes, o más, si es ansioso y se apresura, previendo congestiones de tránsito u otros obstáculos. Entonces sí conoce el lugar, el “no lugar”: después de hacer los primeros trámites, sobre todo despachar el equipaje, quedan largos instantes para deambular por los interminables pasillos y salones. ¿Estos últimos minutos son una despedida piadosa, o sería mejor apurarlos también y partir de una buena vez? Racionalmente, me inclino por lo segundo; pero, ahora que lo pienso, cómo evitar el intento de disfrutar hasta el último segundo, incluso lo indisfrutable. Partir no es morir, partir es agonizar unos momentos infinitos, sin saber si lo mejor es quedarse o irse al fin, para empezar de nuevo, donde sea.