Leyendo las Memorias de Goethe, revivo y reavivo mi extraño amor por Alemania en general y por Frankfurt en particular. En esta ciudad nació el hombre (si me animo, más adelante transcribiré las partes de mi diario que hablan de la Goethehaus).
Uno de los episodios que más me impactó en la autobiografía de Goethe es el de la ocupación francesa. (Frankfurt está relativamente cerca de la frontera y fue ocupada varias veces a lo largo de su historia.) Las escenas me recuerdan, con todas las salvedades del caso, un ejemplo similar pero inverso, y célebre: El silencio del mar, la novela de Vercors -elogiada por Sartre y llevada al cine por Melville- en la que una familia francesa debe alojar en su casa a un oficialito nazi de la ocupación, y sólo puede conservar su dignidad negándose a dirigirle la palabra.
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