Ya que hablamos de mercado y otras yerbas parecidas: deliciosa la novelita de Gabo. Hay que reconocerle… bueno, hay que reconocerle todo lo que él quiera. ¿O quién es uno para reconocerle algo, que es lo mismo que juzgarlo aviesamente? El tipo que escribió Cien años de soledad(y el cuento “María de mi corazón”, o “Sólo vine a hablar por teléfono”) bien puede darse el lujo de descansar un poco en los laureles y seguir facturando. Lo que no se le perdona, me parece, es que todo lo haga tan aparentemente fácil.
Eso sí, no puedo dejar de pensar que sólo él, con su tremendo oficio de narrador, un poco mecánico a veces, puede “embellecer” el mundo prostibulario sin dejar de mostrar sus “tristezas”. Cualquier otro se desbarrancaría y no estoy tan seguro de que a él no le pase de vez en cuando. La clave, imagino, es haber encontrado la voz de ese narrador-personaje de noventa años que sólo amó putas y es parte de ese ambiente… a medias. En la otra mitad, se mezcla como siempre la voz del Autor, y ahí es donde Gabo pifia un poco.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario