30.10.04

Alimón

Coincidencia léxica. Con pocos días de diferencia, conocí la expresión "al alimón". Dar una conferencia al alimón es darla entre dos, alternándose. Lo cuenta Neruda en Confieso que he vivido (con García Lorca sobre Rubén Darío, en Buenos Aires), y también Roberto Fernández Retamar en uno de sus artículos más recientes sobre el tema de Calibán.
Del Diccionario en la línea de la RAE:
alimón.
(Falsa separación de alalimón).
al ~.
1. m. Juego de muchachos que divididos en dos bandos y asidos de las manos los de cada uno, se colocaban frente a frente y avanzaban y retrocedían a la vez cantando alternadamente unos versos que empezaban con el estribillo al alimón, al alimón.
2. loc. adv. Dicho de torear: Asiendo dos lidiadores un solo capote, cada uno por un extremo, para citar al toro y burlarlo, pasándole aquel por encima de la cabeza.
3. loc. adv. conjuntamente.


Tlon, Uqbar, Orbis Peronus

Una nota del inefable Antonio Cafiero en la revista Ñ de hoy (sobre Perón como impulsor de un congreso de estudiantes "terceristas" que Fidel Castro se atribuyó) me recuerda una vieja obsesión, si no comprobación, mía: tanto para los peronistas como para los antiperonistas, el universo es una conspiración de Perón.




28.10.04

Un link al blog de Silvia, sobre nuestro amado gatito Amadeus, que murió recientemente.




23.10.04

Más botellas al mar

Acabo de subir tres artículos que escribí este año (quedarán en la columna de la izquierda):
1. "Camellos en el Corán: color local, sobrerrepresentación e identidad", una supuesta refutación del celebérrimo artículo de Borges "El escritor argentino y la tradición", con el cual nos han machacado tanto en nuestras juventudes posmarxistas.
2. "La heroica sultana de los lagos (Notas sobre Nicaragua, entre el Sandino de Selser y las Sombras de Soto-Hall)", desarticulados borradores con título viñático.
3. "Roberto Fernández Retamar y Calibán: los riesgos de enfrentar el discurso del otro", ponencia reciente en un congreso de crítica.
Creo que en los tres hay algo en común, sobre todo entre el primero y el último, pero no sé si debería decirlo acá; tiene que ver con la identidad como encrucijada de nuestra mirada y la mirada de los otros. Nada nuevo, pero cómo eludir el tema.


Borges y el cine

No, no será un comentario de un libro homónimo (de Edgardo Cozarinsky) que leí mil veces y "me marcó para siempre".
Será una breve historia perteneciente a ese subsubgénero que podría llamarse "Mi encuentro (más o menos raro) con Borges" o "El día en que me tropecé con Borges", o algo así.
Siempre quise contarlo, pero desistí cuando conocí la versión Fresán, habitualmente demasiado cool como para competir con él: parece que Rodrigo chocó con Borges luego de salir despedido de una discusión con novia ocasional, y lo derribó en plena calle (fatigada calle, derribada calle). ¿Muy simbólico? Sí, pero creerle o no creerle está de más. Borges, de todas maneras, es mucho más difícil de voltear.
En mi caso, me choqué con Borges a la salida del baño del fenecido cine Libertador, en la calle Corrientes. Lo golpée levemente con la puerta vaivén que se abría hacia afuera. Seguro que estaba esperando que María Kodama lo fuera a buscar (ella también había ido al baño; al de Damas, quiero decir).
¿Borges en el cine? Sí, lo juro. Había ido a ver, o sea a oír, una película extraordinaria que se llamaba Stevie, la biografía de una poetisa inglesa, Stevie Smith, interpretada, exclusivamente en un largo monólogo hipnótico, por Glenda Jackson. Sí, yo estaba enamorado de Glenda Jackson, desde antes del libro de Cortázar. No, no me animé a hablarle; a Borges, digo.


22.10.04

Adiós, Amadeus



Borregos

En la encuesta de La Nación de hoy, "¿Está de acuerdo con el proyecto de ley que impide que las empresas corten los servicios a morosos?", va ganando el No con casi el 70 por ciento de los votos.
Que se les cumpla, muchachos.


10.10.04

Deconstrucción y confesión

por Horacio González

No es fácil decir si lo entendíamos bien. Quizás era posible darse un tiempo más para leer sus libros, a los que no era infrecuente que Derrida llamara "los murmullos de mi confesión animada". Su propósito fue desmesurado, quizás imposible, pero quiso rehacer con su propia pulsación toda la filosofía anterior metiéndose como un tranquilo salvaje en la letra de los otros. Que eran nombres: Platón, Heidegger, Marx, Husserl. Dejó que se llamara deconstrucción a esa fuerza con la que había que descifrar los textos ajenos, cuyo sentido podía permanecer siglos en la oscuridad. ¿Pero no era mucho para un solo hombre la tarea de reescribir a tantos filósofos reunidos en un parlamento espectral? Más que pensar que lo que traen los textos es lo esotérico, Derrida probablemente los consideró una poética de reconciliación con lo oculto, la imposible escritura final del mundo. Una ética de la historia, aunque nunca la hubiera llamado así, pues veía la historia en los textos. En tremendos textos, o que él convertía en tremendos, puros destinos sin sujeto. Derrida nunca hizo saber si esos textos "deconstruidos" contenían todos los signos de lo que era necesario conocer de las cosas, o si el oficio de desmontarlos para descubrir su radical relación con la muerte dejaría finalmente al mundo sin textos. La filosofía de este oblícuo heredero de Heidegger se lanzaba a desencajar la escritura para generar otra escritura que vivía de la extraña ley de su diferencia. Derrida veneraba las confesiones como sinuosos agregados para descubrir la ley de su propio lenguaje. Quizás sus confesiones comenzaban por anunciar que su vida no podía dejar de ser su lengua, pero si ésta lengua era el francés, era la lengua de otro. Imaginó que únicamente podía hablar francés pero que solo podía dedicarse a buscar otra lengua. A paradojas como éstas las llamó deconstrucción. Esto es, la confesión de una forma insostenible del ser. Allí podría entenderse el método de la confesión personal como un momento no religioso pero alucinado de la historia del mundo. Era el equivalente necesario de lo violento que se refugia en los nombres, abreviaturas de las turbaciones del mundo, como escribió respecto al nombre de Walter Benjamin. Dejó que divulgaran de él una foto de infancia en un cochecito a pedal, jugando en un modesto patio argelino. Ahora está muerto y esas imágenes confesionales conviven con su incesante polemismo, con su filosofía del nombre, con su temprano ataque a Levi Strauss (¡pero qué ataque!). Le objetaba su preferencia por la voz antes que por la escritura. Sostener la verdad mundana en la voz le parecía alarmante, pero era lo único digno sobre lo cual reflexionar. Escuchamos su propia voz, madura o ausente, cierta vez en Buenos Aires. Sin serlo, era un poeta.
Algunas joyitas de la columna del doctor Grondona de hoy, supuestamente una historia de nuestra deuda externa.
- "Los países latinoamericanos nacieron deudores. Eran tantas sus necesidades en un continente virgen y eran tan escasos sus recursos, que acudieron a Europa y en especial al Reino Unido, el gran banquero del siglo XIX. Vivieron al unísono lo que podríamos llamar el apuro del desarrollo. Pero no siempre se endeudaron razonablemente."
- "Detrás del primer tramo de nuestra deuda externa asoman varias lecciones. Es nefasto, por lo pronto, utilizar los fondos adeudados en proyectos no productivos como tuvo que hacer Rivadavia. También es nefasto salirse del mundo financiero internacional como lo hicieron Rosas y Perón, condenando al país al estancamiento."
- "Cuando Rodríguez Saá declaró el tercer default de nuestra historia a fines de 2001, el país debía 122.000 millones. Estaba sobreendeudado. Pero se considera que la declaración de Rodríguez Saá no fue de "buena" sino de "mala fe" porque ningún vencimiento inminente la justificaba. Los default se consideran de buena fe cuando el deudor quiere pero no puede pagar. Se consideran de mala fe cuando no quiere pagar."
Y sigue el circo.




Tierra

Hace cierto tiempo, en Buenos Aires, en un congreso de antropología dedicado a los problemas culturales de las etnias indígenas, un representante de éstas, hasta entonces silencioso, se levantó, interrumpió los debates y dijo: "Ustedes devuélvannos las tierras, que de la cultura nos ocupamos nosotros."

Derrida.

9.10.04

"Al nacer, cada ser humano es considerado un ser vivo. Sin embargo, las altas tasas de mortalidad infantil provocan que los padres pobres aguarden un tiempo de espera de vida, a fin de verificar si el recién nacido logra sobrevivir. Sólo entonces comienzan a considerarlo vivo. Los niños de esas familias son como pequeños canguros de madres sin bolsa protectora" (Cristovam Buarque).

Dos momentos atroces. El momento en que uno empieza a reconocer en sí mismo el deseo de que un ser querido, agonizante, muera. El momento en que uno empieza a reconocer en sí mismo el alivio de que, por fin, ha muerto.

7.10.04

Axioma de las editoriales: "Copiar de uno es plagio; copiar de varios es investigación."