Es curioso,
aunque entendible, que el teórico que escribió esa “biblia posmarxista” que fue
Hegemonía y estrategia socialista haya pasado sus últimos años denostado
por la derecha.
Recuerdo que
Beatriz Sarlo usaba abundantemente ese material en sus clases de los ochenta,
aunque no siempre citando la fuente. Prefería, entre otras, su propia versión
post de Raymond Williams, y la dudosamente anarcoide de Foucault.
En aquel libro,
publicado cuatro años antes de la caída del Muro de Berlín, Laclau partía del
canon posestructuralista: la desaparición del sujeto revolucionario provenía de
la muerte del sujeto tout court. Claro que él lo argumentaba de forma
histórica, impecablemente, remontándose a los primeros debates al respecto, con
el cadáver de Marx, por así decirlo, todavía fresco. Por ejemplo, en las
diferencias entre obreros calificados y no calificados, que algunos teóricos
socialdemócratas se atrevieron a plantear, en el filo de los siglos XIX y XX.
Algo de esta
disputa resuena, por supuesto, en su graciosa controversia con Slavoj Zizek, en
el apartado “Esperando a los marcianos”, de La razón populista, veinte
años después (como los mosqueteros). Aquí, Ernesto insiste en reclamarle al
esloveno que le diga, con toda claridad, quién es el sujeto revolucionario, hoy.
Zizek sigue demorando su respuesta, ocupado entre película y película (tal vez
sus sujetos revolucionarios son los personajes de John Carpenter).
Hegemonía… terminaba exhortando a llevar el liberalismo
democrático a un estadio “radical”, en el que los diferentes “movimientos
sociales” tendrían su auge en el reparto de nuevos derechos, dentro de una
diversidad que el marxismo realmente existente no había permitido.
Sus trabajos
sobre el poder y la representación pueden leerse (demasiado rápidamente, lo sé)
como una transición hacia su teoría del populismo. En la representación decía,
representante y representado se modificaban mutuamente, desde sus respectivos
lugares y funciones. (Algo de Charles S. Peirce puede estar tallando acá; o
sea, algo de Lacan).
Finalmente, la
excomunión: La razón populista, insólito bést seller. Caída toda
posibilidad de revolución, Laclau encuentra una salida transformadora en el
populismo, definido de manera estructural y no sustancial. Aquellas
reivindicaciones sectoriales, de las cuales el (neo)liberalismo no pareció muy
inclinado a ocuparse, se convierten, más o menos, en las famosas demandas
equivalenciales.
“Yo soy negro,
yo soy puto, yo soy indio, yo soy mujer”, según reza un famoso afiche con fondo
de arco iris.
Si dedicarse a
la política es entregar el propio honor a los perros, Laclau parece haberlo
hecho con total conciencia, y cierta ironía de base; agonal, como ahora, hoy,
sabemos. Para Twitter que lo mira por tevé.
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