28.2.10

Pepe

Mañana asume el Pepe en Uruguay
Cómo fueron los años de cautiverio de Mujica, según sus compañeros de celda.
Los tupamaros que compartieron los años de prisión de la dictadura con el presidente electo revelan cómo hizo Mujica para poder sobrevivir.

por Mariano Beldyk

El pasado de un hombre no lo abandona. Y para José “Pepe” Mujica, quien mañana asumirá el mayor desafío de su vida como presidente de Uruguay, no es distinto: tras la lucha revolucionaria en los 70, el histórico dirigente de la guerrilla tupamara se reinventó a sí mismo para integrarse a la vía institucional en plena democracia. Su experiencia en los calabozos de la dictadura reforzaron aquellos ideales políticos que lo llevaron a empuñar un arma o esgrimir un discurso parlamentario años más tarde y que en sólo algunas horas, lo convertirán en el primer guerrillero sudamericano en alcanzar la primera magistratura.
Así lo aseguraron los dos hermanos de armas, tupamaros que sobrevivieron con él a los oscuros años de torturas en los cuarteles de la dictadura, Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro. “La esencia del Pepe sigue siendo la misma. La humildad, sencillez, el rigor de las convicciones y la acción no se modifican. El Pepe se sigue despertando a las tres de la mañana para ponerse a estudiar”, comentó a PERFIL desde Montevideo Rosencof, actual director de Cultura de la Municipalidad de Montevideo.
Junto a Mujica, el dramaturgo compartió años de militancia juvenil, cuando estudiaba dactilografía y el futuro presidente de Uruguay se abocaba al derecho. Años después, ambos ingresaron en la clandestinidad, tras la fuga de la prisión de Punta Carretas, en medio de la lucha contra la dictadura que asomaba en el horizonte.
La noche del 19 de mayo de 1972, Rosencof fue capturado junto al grueso de los tupamaros que cayeron en esos meses, mientras que Mujica consiguió evadir las fuerzas de seguridad un tiempo más, inventando la estrategia de dormir en los pajonales, hasta ser detenido.
A partir de 1973, los nueve principales líderes de la guerrilla fueron separados en grupos de a tres y catalogados como los “rehenes”, sujetos a represalias en caso de cualquier atentado de los grupos revolucionarios contra el gobierno o las Fuerzas Armadas.Y en los trece años siguientes, compartieron vejaciones en 47 traslados que los llevaron por cuarteles de todo el país, incluso, dos años bajo tierra en catacumbras en Paso de los Toros donde “se respiraba caldo, comíamos moscas y bichos de humedad, caminaban las ratas y desfilaban los militares”, aseguró Rosencof.
“Fue el principio de un periplo vergonzante. Los militares nos empujaban a un mundo de silencio, en condiciones extremas, al punto que deseabamos que nos llevaran a una cárcel”, recordó Fernández, apodado el “Ñato”. Para superar el aislamiento, él mismo reinventó el código Morse con sus compañeros de celda arañando las paredes, golpeando con revoques arrancados, en la noche de Navidad de 1973, cuando la primera palabra transmitida fue “felicidad”.
Aunque Mujica prefiere callar la experiencia de esos años, sus compañeros de confinamiento se animan a dar cuenta del dolor compartido. “La única vez que nos dejaron vernos la cara entre nosotros fue en una ocasión en la que se les había ido la mano con el tratamiento”, narró Rosencof a PERFIL. “Estabamos en el cuarto de ingenieros y el “Goyo” Alvarez –ex comandante de las Fuerzas Armadas, hoy preso– nos vio por la mirilla en avanzado estado de descomposición. Como ninguno quería que nos muriéramos en su jurisdicción, nos sacó a tomar aire a la plaza de armas, en tres bancos separados por diez metros y con dos soldados apuntándonos. Fue entonces que lo vi al Pepe, jibarizado, con la cabeza más chica y la nariz más grande. No pesaba más de cuarenta kilos y tuvieron que darle de comer en la boca porque no le entraba nada.”
La última vez que se vieron juntos fue hace un mes atrás, cuando el embajador argentino saliente de Uruguay, José Patiño Meyer, organizó un asado de despedida en su chacra y los tres ex tupamaros se reencontraron. “Nos quedamos mirándonos y no podíamos hablar. Sólo nos reíamos porque nos ganó la emoción”, reveló el escritor a este medio. Y mañana volverán a cruzarse, cuando el Pepe tome el juramento con el que ninguno de ellos soñó en los trece años en los que su vida pendió de un hilo y la libertad sonaba a un anhelo lejano.

(de Perfil)

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