En el tiempo en que me festejaban por el cumpleaños,
yo era feliz y nadie estaba muerto.
Lo que ahora soy (y la casa de los que me amaron
tiembla a través de mis lágrimas),
Lo que ahora soy es haber vendido la casa,
es haber muerto todos
es sobrevivir a mí mismo como un fósforo frío...
Todos tenemos dos vidas:
la verdadera, que es la que soñamos en la infancia,
y que continuamos soñando, adultos, en un sustrato de niebla;
la falsa, que es la que vivimos en convivencia con otros,
que es la práctica, la útil,
aquella en que acaban por meternos en un ataúd.
Las almas de las cosas muertas y pasadas
rondan las apariencias de las cosas vivas.
Cuando la hierba crezca sobre mi sepultura,
sea esa la señal para que me olviden totalmente.
La Naturaleza nunca se recuerda y por eso es bella.
Y si tuvieran la necesidad enfermiza
de "interpretar" la hierba verde sobre mi sepultura,
digan que continúo verdeciendo siendo natural.
¿Qué son para mí las enfermedades que tengo y los males que me ocurren sino el invierno de mi persona y de mi vida?
pero mi alma sólo puede ser definida en términos de fuera. Existe para mí —en los momentos en que creo que efectivamente existe— por un préstamo de la realidad exterior del Mundo.
Sí, antes de ser interior somos exterior. Por eso somos exterior esencialmente.
Somos cuentos contando cuentos, nada.
Lo irreparable de mi pasado —¡ése es el cadáver!
Pero lo que yo no fui, lo que yo no hice, lo que ni siquiera soñé;
lo que sólo ahora veo que debería haber sido
eso está muerto más allá de todos los Dioses,
eso —y fue finalmente lo mejor de mí— ni los Dioses hacen vivir...
Y tal vez el último día de mi vida, saludé al sol, levantando la mano derecha, pero no lo saludé, diciéndole adiós, hice una señal de que me hubiese gustado verlo antes, nada más.
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