Creo que siempre voy a recordar este verano y estas vacaciones como "las de Gran Hermano 4". Reconozco que a las versiones anteriores no les pasé bola, más bien me daban cierto asquito; puede decirse que por prejuicios intelectuales, pero en estos casos creo que estaban (y están) plenamente justificados. Además, si no me equivoco, esas versiones se pasaron durante el año laboral; en cambio ésta, justamente, empezó en pleno verano y me agarró en el vacío intelectual pos-burn-out (el “pos” es una expresión de deseos), apenas lleno, por suerte, de un par de novelas de Cormac McCarthy (gracias otra vez, María).
Igual, no sé si voy a poder escribir demasiado sobre esto. Se me ocurren muchas cosas, una más estúpida que otra (acordes con el tema, por supuesto).
Por ejemplo, que me parece reconocer a los participantes, haberlos visto en otro lado. Esto, claro, es por seguirlo con frecuencia a través de todos los canales que lo dan una y otra vez (modalidad inaugurada exitosamente por Tinelli el año pasado). Pero a veces me parece que los participantes fueron (o serán) alumnos míos del CBC.
Y lo último, por ahora: los psicólogos y otros encargados del casting son genios de la “ingeniería social”. ¿Cómo hacen para elegir a esos tipos con tanto acierto? Sí, ya sé, hay tests y otras cosas (“baterías” de tests las llaman, me da miedito), pero igual me sorprende... Me los imagino seleccionando para laburos, tipo método Gronholm. Pero acá, la referencia obligada no es ésa, ni 1984, como se cree, sino Minority Report.
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