-En tus artículos sobre literatura se lee la construcción del canon de los años noventa. ¿Viste eso en los ochenta ?
-Pará, ¿sabés cuando lo vi? Lo vi cuando lo escribía, no ahora. Lo vi antes, en 1978. El día que Osvaldo Lamborghini me presentó a Aira en mi casa, yo dije: este, magnetizado por Osvaldo, va a ser el eje. Y hoy es el eje. Pero ojo, es un eje dañino: los que lo aman y lo plagian se condenan. Y los que lo ignoran se condenan doblemente, porque se condenan a escribir boludeces como Crímenes imperceptibles o se condenan a escribir burdos plagios en los que la única manera de sacarse a Aira de encima es mezclarlo con Saer, y entonces se va todo a la mierda. En eso destaco a Alan Pauls. De todos los escritores jóvenes, bueno, escritores de cincuenta años, Alan es el único que sabe lo que pasa. En Alan no ves a ninguno de los tres fantasmas, ni a Piglia ni a Aira ni a Saer.
(reportaje a Fogwill en La Nación)
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