En la crítica y en la teoría literarias (por lo menos, para mi "generación"), el concepto de parodia ha sido un comodín usado y abusado.
Sin embargo, cuando se habla de parodia, habría que tener bien en cuenta -y precisar- qué se parodia y desde dónde se parodia. Aunque esto último suele surgir de lo primero.
Ejemplo clásico: el Fausto criollo (1866), de Estanislao del Campo. ¿Parodia (y caricatura desvalorizadora) del gaucho, de su habla, de su irrecuperable barbarie? ¿O parodia de la cultura letrada, europeizante, representada por (un exponente de) una de sus artes más convencionales y, por qué no, más ridículas, la ópera?
Lo mismo se aplicaría a las Cartas gauchas (1910), de Nicolás Granada, que describen, a través de la mirada de un chacarero, los fastos del primer Centenario. Sólo que en este caso, además, se agrega la referencia (¿paródica?) a su antecesor...
Ejemplo moderno. El primer número de la última, efímera, época de El Porteño, tenía en tapa a Alfredo Casero, haciendo el personaje del "comisario" sensible, uno de los sketches más graciosos. e inquietantes, de Cha cha cha. (En éste, los policías eran "blandos", amariconados, querían tratar bien a un preso, Capusotto, que los maltrataba.) En esa nota de la revista, se afirmaba peregrinamente que el sketch parodiaba a la Policía. ¡Error! Parodiaba (si algo) a la utopía progre de una policía "con rostro humano", a la postre totalmente ineficaz. La diferencia ideológica es abismal.
Volveré sobre esto.
tu blog se ve rarísimo (mal) en Mozilla Firefox 3.0.10
ResponderBorrarsalud
Sí, me fijé en otra computadora. Creo que es por el recuadro negro de las referencias de Google. Voy a probar cambiando el diseño.
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