A la tarde, escribo una entrada en mi blog sobre Alemania (más
precisamente, acerca del pintor romántico alemán Caspar David Friedrich y su
cuadro “El caminante sobre el mar de nubes”, que creo haber visto alguna vez en
el Museo Goethe, que está al lado de la Goethehaus, en Frankfurt, pero según
Deustchland.de está en un museo de Hamburgo y, por supuesto, yo les creo a
ellos y no a mis recuerdos) y unos tuits supuestamente graciosos en los que le
pido a Mefistófeles negociar, no por Margarita o la eterna juventud, sino por
un pasado alternativo (haber estudiado una ciencia dura y haberme exiliado
antes, algo así).
En una especie de siesta tardía, sueño, fantaseo o recuerdo cosas sobre
la Goethehaus, la casa de natal del poeta, en la que llegó a escribir —según
creo— el Werther y el Ur-Faust. En sus
memorias, recuerda cuando Frankfurt fue ocupada por los franceses, y altos
oficiales se alojaron, forzadamente, en su casa (como el joven nazi en la
novela El silencio
del mar, de Vercors, que Sartre
usaba como ejemplo de que se escribe para los contemporáneos más inmediatos).
Allí estaba, o por lo menos se conserva, el pequeño teatro de juguete que
aparece mencionado en el Wilhelm
Meister y que tanto
tuvo que ver con su temprana vocación.
A la madrugada, vuelvo a soñar con Goethe, pero ya no recuerdo mucho, o
se me mezcla con lo que estuve pensando-ensoñando antes.
De Frankfurt a Winkel, a orillas del Rin medio, hay unos 60 kilómetros.
En Winkel vivía Brentano, amigo de Goethe (ahora su casa es un restaurante “de
diseño”). Si no leí mal, este quería o tenía algo con la hermana de aquel. Los días de semana, para ir la Feria del Libro de Frankfurt, podíamos
llegar a tardar una hora y media en hacer esos 60 kilómetros por una ruta
impecable pero demasiado congestionada. Goethe los hacía a caballo, Frankfurt-Winkel, y de vuelta, supongo que no en el mismo día, para irse de
fiesta con Brentano o cortejar a la hermana.
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