6.10.08

José Sazbón, in memoriam

"Alguna vez se lo escuchó en mesas redondas, que son nuestro género nacional, y si exageramos, nuestro mayor inmueble cultural, relacionar la economía del algodón en Marx con el tratamiento de las materias algodonosas como alegoría de la historia, tal como en asombroso análisis las entregaba Walter Benjamin. Sazbón fue un refinado erudito, que cumplía con lo que se espera del estadio mayor de la erudición. Porque la erudición no es otra cosa que una forma del tiempo. Antes de consumarla, se siente la angustia del dato que falta, lo que haría ruborizar si no se lo posee. Lukács decía de Weber que se hubiera sonrojado si no pudiese responder adecuadamente sobre algún remoto evento ocurrido durante lejanas dinastías chinas. Pero después, cuando hizo su tarea apremiante e infinita, la erudición lleva a la forma más exigente del ensayo. Así, antes y después de la erudición procedía y se hallaba Sazbón. No es fácil recordar un estilo de ese porte; entre nosotros quizás un Jorge B. Rivera, un Mercado Vera. Antes y después de la erudición se mostraba un mecanismo, se daba un evento intelectual de carácter diverso en cada caso. Primero la zozobra y luego la expansión. El lector que se adentró en la comparación de Sazbón entre Thompson y Anderson pudo reconocer el detallismo encarnado en una pasión inmemorial, la de saber con el microscopio en la mano, viendo las pasiones engarzadas en el tejido último de los razonamientos. Escribía entonces como quien apura una copa sin demora, hasta estar seguro que se llegaba al extremo de no fulgurar más ningún dato rebelde. Este apaciguamiento debía mostrar después su forma activa en la escritura, donde la manera calma y precisa, con ornamento exacto, se adueñaba de las arduas controversias de la cultura contemporánea. José Sazbón estuvo atento a toda la cultura contemporánea que desde las innumerables formas del marxismo trataron la crisis de la razón, el surgir de las epistemologías estructuralistas y la cuestión de las determinaciones, tema sobre el que, en recordada discusión, Sazbón se negó a aprobar un concepto de despedida que Oscar Terán había acuñado bajo el título de “Adiós a la última instancia”. No puede ser sino con nostalgia que recordamos todo esto. Es que adquiere otro sabor lo que alguna vez leímos de los escritos de un profesor filosófico que rememoramos por su obra, porque en cierto tiempo fuimos coetáneos de un pequeño evento de la plantilla de ocurrencias que extenuantemente nos rodean, porque lo consideramos nuestro contemporáneo en actos de lectura donde nunca sabemos cómo vacila nuestro juicio y cómo debe proceder la valoración. Pero un día leemos una necrológica, un aviso en los diarios destinado a la reseña, el respeto y la rememoración. Y así ese escrito –este u otro escrito de Sazbón– se transforma en una extraña materia que hace a nuestro imperceptible oficio. Lo leemos entonces bajo impulsos acabados y ante lo irrevocable que se deja en herencia."

(de la Gaceta de la Biblioteca Nacional)

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