23.3.04

Altra casualità

Hace muy pocos días vi el final de El hombre bicentenario, una película sobre un famoso cuento de Isaac Asimov, en la que Robin Williams hace de Robin Williams haciendo de robot que hace de ser humano (es decir, como siempre; no importa: te queremos, Robin).
Hoy, editando un libro del psicoanalista italiano Franco De Masi (El límite de la existencia), me encuentro esta nota a pie de página: “... un relato de Isaac Asimov en el que un robot, que descubre que es consciente y sensible, decide hacerse hombre. Entonces intenta transformar su estructura metálica en algo parecido a la constitución del hombre. Pero esta operación, técnicamente practicable, no logra incluirlo en la sociedad humana y que sea aceptado por los otros hombres, porque su cerebro protónico, virtualmente inmortal, lo considera inhumano por definición”.
Nada del otro mundo, pero. Debe de ser que uno está siempre viendo, leyendo, escuchando boludeces. Y, de repente, dos boludeces se atraen, se juntan, saltan en la conciencia, en medio de infinidad de otras, quizás más sorprendentes pero que, preventivamente, pasan inadvertidas.

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