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“Justo” cuando estaba pensando en que hacía mucho no compraba libros, y no lo necesitaba... oh, casualidad... me compré El loco impuro, de Roberto Calasso (Marymar, 1974), y La literatura nazi en América, de Roberto Bolaño. Ambos, por módicos diez pesitos.
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Más “casualidades” grossas.
Ahora ya sé por qué (o para qué) compré juntos los libros mencionados en la anotación anterior.
Para que se produjera una casualidad mucho mayor que la de los nombres de pila.
El libro de Roberto Calasso me llevó a hojear el que traje de Frankfurt el año pasado: Cento lettere a uno sconosciuto, hecho con textos de contratapas para su editorial, Adelphi. En la contratapa dedicada a Testi prigioneri, de Borges, menciona a las “dame bonaerensi” que leían la revista El Hogar. Me quedé pensando un rato largo sobre la confusión entre “bonaerense” (de la provincia de Buenos Aires) y “porteño” (de la ciudad de Buenos Aires), sutileza no apta para extranjeros.
Casi inmediatamente, tomé el libro de Roberto Bolaños para hojearlo (y leer, precisamente, la contratapa y otros paratextos). No pude evitar empezar a leer la primera de las biografías ficticias (ojo, también acababa de leer una contratapa de Calasso dedicada a las Vidas imaginarias de Schwob: pequeña coincidencia subsidiaria de todo esto). En la primera línea dedicada a la inexistente Edelmira Thompson de Mendiluce, Bolaños dice que su primer poemario “consiguió introducirla en una discreta posición en la inmensa galería de las poetisas de la alta sociedad bonaerense”.
Paul Auster: andá a laburar.
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E i tempi sono sempre difìcili (Roberto Calasso).
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6/1
Las bibliotecas digitales en Internet son como el video hogareño. Sin éste, quizás nunca hubiera visto el Satiricón, de Fellini. Sin aquéllas, quizás nunca hubiera leído El libro extraño, de Sicardi.
Y ahora acabo de bajarme (y empezar a leer) nada menos que Fragmentos de un discurso amoroso, de Barthes.
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Otra casualidad.
Tomo el libro de la Poesía completa de Alejandra Pizarnik (Barcelona, Lumen, 2002), que traje de Frankfurt hace dos años.
Lo abro exactamente en mi poema preferido, el que dice: “Tú haces de mi vida / esta ceremonia demasiado pura.”
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De El aciago demiurgo (Cioran):
- ¡Vivir completamente sin meta! He vislumbrado este estado, lo he alcanzado a menudo, sin lograr permanecer en él: soy demasiado débil para tal dicha.
- Vivir es una imposibilidad de la que no he dejado de tomar conciencia, día tras día, durante, digamos, cuarenta años...
- La única función de la memoria es ayudarnos a deplorar.
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¿Y el blog, para cuándo?
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La Rosca.
Título para algo.
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