13.8.06

- Paradise Now, de Hany Abu-Assad

Lo más impactante del filme, para mí, es una apuesta que no veía desde La vida es bella: tratar de inyectarle algo de humor a un tema que, en principio, parece admitir sólo los tonos altisonantes de la tragedia. Una apuesta, a primera vista, destinada a perder (y así pasa con Benigni), pero que, en cierto sentido, tiene su justificación en sí misma. Después de todo, la cotidianidad no es solemne, simplemente es; y lo mejor de la película está en la reconstrucción, casi con un abuso de naturalidad (sobre todo, en la primera media hora), de la preparación de un atentado suicida. No sé cómo algunos críticos pudieron relacionarla con un documental. Todo la aleja de eso, para bien o para mal, depende el momento.
Claro que, para evitar que esa naturalidad se convierta en naturalización, hay que historizar: es inevitable; es el karma de todo realismo. Y ahí la película se vuelve uno de esos relatos “necesarios”, “muy bien construidos”, casi que se escriben solos. Los diálogos se vuelven demasiado discursivos, demasiado “dialécticos”. (Es brillante el enunciado, cuasi fanoniano, “La opresión modela la resistencia”.) Los personajes “secundarios”, demasiado arquetípicos, son los portavoces de posiciones netas (en contraposición a los protagonistas, cuyas dudas son la riqueza, a veces más aparente que real, del filme).
Y que la chica (Suha) sea quien hace dudar al más convencido parece un lugar común, feministoide, típico de hoy día, digno de Aída Bortnik. (Mucho más impresionante es la toma silenciosa en que la mamá de Said fuma; me recuerda a escenas con mujeres en películas de Kiarostami, como Diez.) Es mucho más interesante que Suha sea hija de un héroe palestino assinado y diga que lo hubiera preferido vivo; recuerda la opinión de muchos hijos de desaparecidos de acá (ver Los rubios).

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