Muy bueno lo de Maurizio. Si bien lidiar con los gremios no es como domesticar barras bravas para que jueguen a favor, el vástago de Franco ha demostrado que no le tiembla el pulso (ni los glúteos) cuando tiene que sentarse en la misma mesa con los más impresentables de los impresentables. Parece que el premio lo vale.
Después de todo, está haciendo lo que, dicen, le recomendó su colorado émulo del otro lado de la Gral Paz, el "empresario colombiano" (Verbitsky dixit) De Narváez: olvidarse de aventuras recreativas con bulldogs y otros gorilas piantavotos, y empezar a arrimarse al peronismo residual (¿hay otro?) que, ante una próxima crisis económica, estará siempre dispuesto a relevar alegremente a los Kirchner, tan expertos en poder, o sea, en hacerse odiar, como ellos.
Macri sabe, en todo caso, que su futuro se juega por ahí, muy alejado de ya vetustas (y argentinamente imposibles) tentativas de definir "espacios de centroderecha y centroizquierda" (escribo estas expresiones y no puedo parar de reírme), los que, según la "teoría Página/12" -por llamarla de alguna manera-, estaría abocado a crear el flamante primer caballero, entre la selva colombiana y el Calafate, lejos o cerca de su quizás bipolar esposa.
Todo, o mucho, dependerá de cuándo caiga esa próxima crisis (inflacionaria, energética, etc.), si antes o después de las próximas (re)elecciones. Pero el joven expresidente de Boca, Manliba, Socma y otras empresas exitosas tiene bastante tiempo a su favor. El exempleador del querido Carlitos Grosso es aún joven, y sólo necesita atenuar su natural impaciencia. Quizás en esto lo ayuden los crucifijos de Carrió, los veranos tórridos, en fin, el mundo.
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