7.11.09

Una pena extraordinaria

por Daniel Link

Hay causas que, por su mezquindad, nos resultan odiosas. Quienes las llevan adelante no pueden sino darnos pena. Entre ellas, la causa (perdida y vil) de los que defienden los derechos “retrográficos” (retrógrados de reproducción) sobre bienes culturales y, en su nombre, amenazan a personas y organizaciones, obligan a cerrar sitios de Internet, molestan como los moscardones verdes que habitan las letrinas.
Unos queridos alumnos, que han dedicado sus esfuerzos a la digitalización de materiales bibliográficos que los estudiantes necesitan (porque los docentes, tercamente, los obligan a leerlos) me comentan que han recibido una intimación judicial mediante la cual se los forzó a cerrar la biblioteca digital que administraban (forofyl). Organizan, ahora, unas jornadas a las que me invitan y a la que, lamentablemente, no podré asistir.
Les traslado mi solidaridad, les recomiendo que elaboren un censo: que cada escritor, cada investigador y cada docente (Beatriz Sarlo ya lo hizo) se pronuncie en relación con esa “caza de brujas” que llevan adelante abogaduchos de pacotilla (personas infelices que festejan como un triunfo personal cada biblioteca cerrada sin advertir que, en su lugar, se levantan por lo menos tres, en servidores cada vez más remotos y, por lo tanto, fuera del alcance de sus zarpas). ¿No deben darnos pena, con sus caprichos anacrónicos que ignoran al mismo tiempo el milenarismo y la mundialización?
Les sugiero, además, que desarrollen la siguiente política que yo, como docente, me comprometo a sostener: no daré a leer jamás a autores vivos que avalen semejante política de persecución y ni siquiera los mencionaré en notas al pie de página (ya veremos cuánto duran sus prestigios si tienen que prescindir de semejante aparato de propaganda, la “referencia”). Que los alumnos se nieguen a leer la obra de esos mismos autores, que trabajan para darnos pena.
En La Biblioteca de Babel, Borges escribió: “Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno”. Que así sea.

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