"El epitafio más antiguo que se conoce fue escrito sobre un sarcófago egipcio y contiene simplemente una declaración del nombre, de la familia y de la condición del difunto, más una oración a alguna deidad. Esa apelación a una figura divina, aunque con una particular vuelta de tuerca, fue utilizada muchos siglos después por un famoso personaje de la ciencia y la política estadounidense: 'El cuerpo de Benjamin Franklin, editor, parecido a la cubierta de un viejo libro sin contenido y privado de su título dorado, yace aquí. Alimento para los gusanos. Pero, como él creyó, renacerá en una nueva y más elegante edición revisada y corregida por el autor', puede leerse en el cementerio Christ Church, en Filadelfia, Pensilvania" (Luis Ini, en La Nación, nota completa aquí).
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