28.4.06

CARTA A UN ESCRITOR LATINOAMERICANO
de Leo Masliah


Querido escritor latinoamericano:
Hemos venido siguiendo tu carrera durante las últimas décadas y tenemos algo importante que comunicarte. Descontamos que será de provecho no solamente para ti y los tuyos, sino para mantener el sano equilibrio existente dentro del rico espectro de formas, géneros y estilos que articulan el vasto mundo de la literatura. Sabemos que tienes talento, pero ¡cuidado! Utilízalo con tacto. No intentes incursionar en roles que no te han sido asignados. No vanguardices, porque te vamos a boicotear. No vamos a avalar tus inventos. Debes usar tus dones en la tarea de aplicar las técnicas poéticas y narrativas que nuestros escritores consagraron como válidas. Sólo que ellos se valieron de esas herramientas para describir nuestra realidad, y tú debes describir la tuya. Hay por aquí un grupo de intelectuales que asumen, en nombre de toda Europa occidental, la culpa que ella tiene de que en tu país la gente viva mal. Y esta gente necesita documentación. Necesita testimonios directos de las atrocidades que la colonización y el imperialismo, a lo largo de los siglos y a cargo de sucesivas metrópolis, han cometido en tu tierra. Y necesitan que esos testimonios estén bien escritos, para demostrar su tesis de que los latinoamericanos no son criaturas inferiores, anormales bastardos nacidos ilegítimamente del cruce de dos especies no compatibles (la cultura metropolitana y la autóctona con injertos de aquella otra trasplantada desde África por la fuerza). Es solo que el clima tropical los hace ser un poco mas remolones, y bueno, en la economía de mercado el que no se apura va al muere. Así que tratá de escribir bien, idiota.* Escribí cosas que nosotros podamos entender. Color local sí, podés ponerle todo lo que quieras, girós idiomáticos característicos, voces indígenas, porque ya sabés eso de “pinta tu aldea y pintarás el mundo”. Pero pintalo con el pincel que nosotros te damos. Sólo así te vamos a sacar buena crítica en “Le Monde” y en “Cambio 16”. Sí escribís cosas raras, nosotros no nos vamos a esforzar en lo mas mínimo por descifrarlas, y tus coterráneos, aunque les vean cualidades, igual van a hacer la vista gorda ante ellas y van a desconfiar, porque no van a estar seguros de que son buenas, a menos que nosotros así lo decretemos.** Te lo advertimos de nuevo: portate bien. Tenés que ser la voz de la conciencia culpable de Europa. Si nos hacés caso, te prometemos para siempre un lugar allá abajo en nuestra lista de lo más vendidos, y te vamos a pasear de una ciudad a otra del primer mundo, para que des charlas sobre tu literatura y las desgracias de tu gente. Y en las revistas literarias europeas van a salír artículos sobre vos, escritos por nosotros. Reservá tu ejemplar con anticipación.

Firmado:
Asociación de Críticos
Literarios de Europa y
Tribunal de Geopolítica
Literaria


*A veces solemos recompensar estos esfuerzos con el premio Nobel.
** Hay una sola excepción; un único permiso ha sido expedido a un escritor de tu subcontinente, habilitándolo a ingresar en lo que llamamos “literatura universal” (o literatura en serio, o gran literatura): Jorge Luis Borges. Pero te confiamos secretamente que eso se debe a que para nosotros él es inglés.

27.4.06

Dedicatorias de Yo soy el Diego

A Dalma Nerea y Gíaninna Dinorah Maradona.
A mis viejos, Chitoro y Tota.
A mi mujer, la Claudia.
A mis hermanos, el Lalo y el Turco.
A mis hermanas, Ana, Kity, Lili, Mary y Caly.
A mi amigo, Guillermo Cóppola.
Y a todos los futbolistas del mundo.
A Fidel Castro y, por él, a todo el pueblo cubano.
A Rodrigo.
A Carlos Menem.
A todos mis sobrinos.
A todos los Cebollitas.
A todo Fiorito.
A los napolitanos.
A los hinchas de Boca.
A la gente de La Quiaca.
A Francis Cornejo.
A Caniggia y sus hijos.
A Marito Kempes.
A Claudio Husain, el Turu Flores, el Turco Asad y el Rifle Pandolfi.
A la memoria de Juan Funes.
A Julio Grondona.
A Ciro Ferrara.
A Salvatore Bagni.
A Rivelinho.
A Agustín Pichot.
A los chicos del voley.
A Emiliano Díaz, el hijo de Ramón.
A los abogados que sacaron a mi amigo de la cárcel.
A Carlos.
A Salvatore Carmando.
A Quique y a Gabriel.
A Los Piojos.
A Charly y a Calamaro.
A Lauría.
A Gabriel.
A Ornar.
A Leo.
A Fede Ribero y Andrea Burstein.
A todos los pibes de Tortugas.
A Cristian de Las Cañitas.
Al doctor Oliva.
Al doctor Lentini.
Al Ciego Signorini.
Al Renegado Villamitjana.
Al Negro Avila.
A Costy Vigil.
A la gente del Cristóforo Colombo.
A Shaquille O'Neal, Michael Jordán y las torres gemelas de San Antonio.
Y por último, a mi corazón y a Dios.

?

Sé que es tonto preguntarse esto, pero ¿por qué los “guardias de seguridad” tienen que usar seudouniformes con seudocharreteras? Serán para impresionar, pero seguro que no a los chorros.

20.4.06

"Tratamiento de shock",
por Sergio Ramírez
(sobre una campaña publicitaria de jeans, con modelos en "pose de torturas")

13.4.06

Fragmento de carta de HAROLDO CONTI, publicada en Palabra viva, fechada el 2 de enero de 1976: "En cuanto a la situación aquí, las cosas marchan de mal en peor. Me acaba de informar muy confidencialmente [un amigo] [...] militar, que se espera un golpe sangriento para marzo. Inclusive los servicios de inteligencia calculan una cuota de 30 mil muertos."
(citada en el boletín núm. 12 de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina)

10.4.06

Blooks

Clarín, sobre el premio Blooker, para blogs devenidos libros.

Carta abierta
de Elsa Drucaroff
(la transcribo con su autorización)

Ustedes son escritores que leí y que respeto.
Son de diferentes generaciones, de muy diversos estilos y grados de maduración, de número de obras publicadas. Unos pocos conocen la consagración y el gran reconocimiento; la mayoría, la indiferencia mayor o menor de los lectores o de la crítica. Algunos editan revistas que demuestran la fuerza de la literatura que hoy se produce. A todos me dirijo.
Les escribo porque resolví hacer que la presentación de mi novela, este lunes (todos ustedes recibieron la invitación) sea además un acto de apoyo a la literatura argentina que hoy se está escribiendo. Hace muchos años -décadas en algunos casos- que todos nosotros venimos trabajando en y por la literatura, escribiendo a menudo en el anonimato y la soledad, o con la rara suerte de vender bien en algún caso aislado, gracias a que nos difunden porque ganamos un concurso o que un milagroso boca a boca consagró un libro, o la rara suerte de que la crítica se dedique a nosotros, nos lea.
En los años 80 se abrió una brecha que no existía antes, una brecha trágica para nuestros intereses pero sobre todo para nuestro país: la que separó a los escritores argentinos de los lectores de la sociedad argentina, la que hizo que la mayoría de los que compran libros lean a norteamericanos, japoneses, españoles o ingleses, pero no a sus connacionales. Tengo mi tesis sobre los motivos de esta brecha aunque no voy a eso ahora. Sobre los efectos, basta comprobar el empobrecimiento de ideas y debates en los años de democracia. El empobrecimiento no se debe únicamente a que no se lee literatura argentina (muy soberbio sería creerlo), pero digamos que ese factor facilita notablemente el empobrecimiento. Otra sería la discusión sobre las miserias de la democracia si se leyeran las obras donde las nuevas generaciones exasperan una dolorosa apatía; otra la discusión sobre la dictadura y el menemismo, si se conocieran algunas de las grandes novelas escritas acá en los últimos veinte años; otra la discusión sobre los medios masivos de comunicación, etc.
Pues bien: Sospecho que algún puente está volviendo a tenderse.
Después de una nota que publiqué en Eñe en el 2003 (año en que coordiné "Jóvenes a la intemperie" y nació, no por iniciativa mía, el grupo de lectores "mataronakenny"), empecé a sentir que aparecía un pequeño espacio. Cada vez circulan menos (o menos impunemente) aquellos lugares comunes escritos desde la brecha y desde la ignorancia, como el que consideraba que los "escritores jóvenes" eran Caparrós, Guebel o Pauls, y hacía veinte años que "no pasa nada" en literatura; o el que sostenía -pensando en ese modelo de literatura que la academia consagró- que todo lo que se escribía se preocupaba por el lenguaje pero "daba la espalda a la realidad de nuestro país".
Algunos libros buenos se han abierto caminos significativos, con o sin reconocimiento académico. El boca a boca impuso suavemente ciertas obras en pequeños pero influyentes círculos, y las editoriales empiezan a dejar de sentir que los éxitos de venta (tampoco tan grandes) que disfrutaron otros títulos son episodios aislados, y los ven como el resultado de tener una obra significativa.
La antología La joven guardia vendió más de lo que se preveía, pese al lugar común de que los cuentos no "funcionan", y menos los de argentinos nuevos, jóvenes, desconocidos. Una buena novela argentina estuvo este verano primera en el ranking de ventas. Los encuentros de jóvenes poetas que podían nuclear fácilmente cien personas empiezan a ser imitados, lentamente, por los jóvenes narradores, y no llevan menos gente. Es decir: pareciera que hay mejores condiciones que en los años 90 para que los argentinos quieran pensarse, mirarse en el espejo fiel o distorsionado, disparatado o trágico, no importa (eso es cuestión de estéticas), de su literatura. Esto significa para nosotros poder salir del ghetto.
Hay gente que tiene miedo a vivir afuera del ghetto, se pierden ciertas ventajas, todas pequeñitas y mezquinas. A mí sólo me interesa salir del ghetto, por eso les escribo.
Es apenas un atisbo, no hay un cambio en las condiciones sino una pequeña posibilidad. Creo que debemos aprovecharla. Yo al menos voy a hacerlo, y los invito a compartirla.
Voy a plantear, al cerrar la presentación de mi novela, el deseo de que ese acto no sea sólo una difusión y un homenaje a El infierno prometido sino también la prueba de que la literatura argentina está viva, de que en ella están pasando cosas significativas. La prueba de eso, voy a decir, es la cantidad de escritores y escritoras que están acompañándome, escritores consagrados y no consagrados, de obra extensa y sostenida o de obra nueva, y cuántos de ellos son jóvenes que tiene entre 20 y 40 años, y no obstante en muchos casos, sin que el gran público los conozca, tienen varios libros escritos. Voy a decir explícitamente que no considero que todos los que estén sentados ahí han leído El infierno prometido u otras obras mías, y piensan que Elsa Drucaroff es una gran escritora; que la mayoría seguramente todavía no lo leyó, que es perfectamente posible que la novela no guste a todos los que están. Pero que sé que están sentados acompañándome porque es un modo de afirmar que existe una literatura argentina que merece ser considerada como tal, y por lo tanto leída (y en todo caso discutida pero nunca ignorada), una literatura que se está escribiendo mientras el gran público no lo sabe, y el apoyo que me están dando mis colegas es afirmar conmigo eso: nuestra literatura está más viva que nunca, pese a todo lo que la Argentina ha sufrido.
Mientras el país entraba en la debacle que empezó en 1976 (voy a decir), en cada generación nació gente que se dedicó a escribir y que tiene cosas nuevas para transmitir, y así es como hoy existe una obra tan desconocida como valiosa, diría heroica, porque es heroico escribir en la indiferencia social y el silenciamiento.
Para poder pronunciar estas palabras, preciso que ustedes, todos, muchos, los que puedan, me estén acompañando.
Tenemos una peqeña oportunidad. Podemos aprovecharla y hacer del incipiente nuevo interés del público por su propia literatura un orgullo de todos. Podemos envidiar y defenestrar a quien vende mucho o entender que su éxito abre una puerta para todos. El mercado no nos odia porque es malo y bruto, las editoriales no nos odian porque odian la literatura. Encarnen el mercado gente mala o gente buena, gente refinada o gente bestia, el mercado nos odia y nos cierra las puertas y nos invisibiliza y nos ningunea simplemente porque no vendemos. Con cuatro novelas seguidas escritas con razonable manejo técnico y razonable profundidad, que logren llegar a lista de best sellers en un año, el piso de ventas de todos sube como posibilidad cierta; la situación de todos nosotros se modifica.
Claro, también podemos hacer más de lo mismo: ignorar y no leer el libro de quien estuvo primera en el ranking pero sí hablar de la obra con desprecio y burlarnos porque fue tapa de Eñe aunque sabemos que correríamos a posar para la foto si Eñe nos quisiera volver tapa a nosotros. O leerla con envidiosa búsqueda del pelo en la leche, juzgando previamente que va a ser superficial porque fue masiva, exigiendo que repita la estética "difícil" de las novelas (a veces excelentes) que consagra la academia y despreciando nuestras propias vísceras al negar el valor de las emociones que su lectura nos produce. Transformar el ghetto en elección alienada de nuestro hábitat, decretando que lo fácil de leer (como Dickens en su tiempo) tiene siempre baja calidad, y que la dificultad y el refinamiento (como el que críticos que hoy prefieren olvidarlo reconocieron a Mallea o al Sábato de Abbadón) son sinónimos de obras grandes.
Podemos hacer más de lo mismo: dividir la literatura en dos bandos enemigos, a saber: los que tienen la gran suerte de ser consagrados por la academia; y lo que tienen la gran suerte de ser consagrados por el mercado, y transformar la mutua envidia en una opción estética. Y pelearnos a los gritos, mientras la sociedad argentina se aburre y mira para otro lado.
O inventar peleas entre cuarentones y veinti-treintañeros que en vez de confrontar argumentos históricos y significativos a partir de la experiencia de cada generación, hacen del "correte hijo de puta que quiero entrar a donde vos estás sentado", y del "no me corro nada, forro" un vergonzoso "debate literario", inventando argumentos insostenibles con un cinismo que casi ni intenta disfrazarse, porque el menemismo consiguió eso: que el cinismo sea divertido y no nos dé vergüenza.
Podemos seguir haciendo conventillo entre nosotros, fundando juicios de valor en la envidia por el éxito ajeno (y a veces es tan nimio, tan imaginario, que vista desde afuera la envidia da risa).
Podemos seguir escribiendo chismes o improperios en los blogs, rompernos la cabeza paranoica tratando de ver qué operación o cálculo o amiguismo está funcionando cuando Fulana alaba a Zutano, o Mengano presenta el libro de Perengano. Podemos, en fin, seguir viviendo en el ghetto triste al que nos empujó la Argentina que dejó de creer que los escritores tenían algo para decirle y que consiguió que tantos de nosotros descreyéramos de nosotros mismos.
Los convoco entonces para el lunes, no desde la amistad ni el cariño, aunque sé que muchos de los que lo van a recibir este e-mail sienten cariño por mí, y es mutuo. Los convoco en nombre de una estrategia transparente y legítima, que no oculto porque no me da vergüenza pergeñar, que puede decirse afuera sin bajar la voz: defendamos juntos nuestra literatura tan viva, apoyémonos mutuamente como un cuerpo social de productores de significados, ideas, imaginación, lenguaje, que cree que lo que escribe es necesario (más allá de lo que cada uno opine de la obra del otro). Afirmemos ante los lectores masivos que somos socialmente necesarios y decimos cosas que a ellos les interesan (porque nuestros chismes, nuestros dardos conventilleros, nuestros cálculos, a ellos los aburren, no los entienden y los espantan).
En ese marco los convoco también, claro, a leer mi novela y a discutirla si les parece, incluso a pelearla, pero desde un lugar que hace treinta años casi nadie ha asumido: el del debate de ideas, de estéticas, de razones para la literatura que no sean figurar, tener poder simbólico y conseguir un micrófono o unas líneas de prensa, o la bendición de alguna trenza universitaria.
Envío este e-mail también a escritores argentinos valiosos que no viven en Buenos Aires o no están en el país. Es que no los invito solamente para el lunes sino para todos los actos que sirvan para afirmar nuestra existencia. Es algo que vengo haciendo hace años, cada vez que puedo, que me da el tiempo: concurrir y apoyar públicamente la literatura argentina que sale, leerla todo lo que doy abasto, pensarla, escribir sobre ella. Lo hago asistiendo cuando lo logro a presentaciones, pero también desde la radio y desde las cátedras que dicto y los temas que investigo.
El martes 11, al día siguiente de mi presentación, se presenta la novela de Ariel Bermani Leer y escribir. Es a las 19 hs., en la Casa de la Cultura, Rufino Elizalde 2831. Estupenda novela, a mi juicio, pero una vez más eso lo dirán o no ustedes, cuando la hayan leído. Mientras tanto, los espero.
No estoy proponiendo una conciliación estúpida al estilo "somos una gran familia y nos queremos mucho". Esa es otra careta que lamentablemente he escuchado en alguna presentación, la otra cara de la moneda del odio y la burla del conventillo, tan repugnante y calculadora como la otra. Propongo que nos aliemos en una política cultural que nos sirve y sirve a la literatura, y que las discusiones que nos dividan sean duras e implacables, pero los argumentos provengan de intercambiar ideas sobre la literatura, no chismes, chistes cínicos, acusaciones personales, dolor y rencor por las pequeñas heridas a nuestros narcisismos.
En vez de estar listos para usar el poder que nos da contar con algunas líneas en un medio para destruir el libro de alguien que, como yo, se rompe el culo para escribir y recibe soledad y anonimato, o que tuvo la suerte de pegarla, de vender (y yo no la tuve), o de no vender pero ser elogiado por un pope de la crítica (y a mí no me elogian), estar listos para examinar nuestro narcisismo herido, nuestra frustración, tragar la envidia y concentrarnos en lo único que importa: la literatura. Estar listos para evaluar cuáles discusiones tiene sentido dar en un blog y cuáles en un suplemento de diario poderoso, cuáles son discusiones estéticas e ideológicas y cuáles, simples actos de hundimiento y venganza. En vez de estar listos para ser amigos o enemigos, estarlo para defender una producción literaria que, como toda producción cuando vale, es heterogénea y desigual pero cuya proliferación es el único camino para decantar, y precisa llegar a los lectores para poder seguir creciendo.
Envío este e-mail a escritores y escritoras de espacios y perfiles diferentes. Algunos "bendecidos" por la academia, otros detestados o ignorados por ella, gente que pertenece a tal o cual grupo o taller, acusada o no de ser "camándula", con tales o cuales influencias o supuestas protecciones. No me importa , si reciben esto es simplemente porque los leí y me gusta muchísimo o mucho, todo o parte de lo que escriben, o me parece sumamente promisorio. Los que me conocen saben que doy puntadas sin nudo, alabo lo que me gusta venga de quien venga y callo públicamente cuando no me gusta. Sólo expreso mi disgusto público por una obra si eso implica sentar algún debate interesante para los lectores (prefiero usar el poder para destruir a un famoso y consagrado, si lo creo productivo. Es mucho más divertido: tiene riesgo -es decir, gracia- y tiene además la utilidad social de plantar un debate).
Gracias por leer hasta acá. Un abrazo para todos y cada uno de ustedes, hasta el llunes, hasta el martes, hasta muchas veces, ojalá. Elsa Drucaroff.

9.4.06

A propósito de los ready-made

por Marcel Duchamp
(1961)

En 1913 tuve la feliz idea de poner una rueda de bicicleta sobre un banquito de cocina y mirarla girar.
Algunos meses más tarde, compré una reproducción muy bien hecha de un paisaje de invierno (una caída de sol) y, después de haberle agregado dos pequeñas pinceladas, dos puntitos, uno de pintura roja y otra amarilla, ambos sobre la línea del horizonte, la retitulé Farmacia (Pharmacie).
En Nueva York, en 1915, compré en una ferretería una pala para la nieve sobre la que escribí: “In Advance of the Broken Arm” (En prévision du bras cassé).
Fue en ese momento cuando la palabra ready-made (tout-fait) me vino a la mente para designar esta forma de manifestación.
Deseaba, particularmente, establecer un punto en que la opción de estos ready-made no estuviera jamás dictada por una delectación estética. Esta opción está basada en una reacción de indiferencia visual; al mismo tiempo, una total ausencia de buen o mal gusto... En fin, una anestesia completa.
Una característica importante: la breve frase que escribí, en la ocasión, sobre el ready-made. Esta frase, en lugar de describir el objeto, tiene como fin ofrecer a la mente del espectador un viaje por otras regiones, más verbales.
Algunas veces agregué un detalle gráfico en la representación; para satisfacer mi pronunciado gusto por las aliteraciones, lo llamé un ready-made aidé (ready-made asistido o rectificado).
Otra vez, queriendo señalar mejor la fundamental antinomia que existe entre el arte y los ready-made, me imaginé un ready-made recíproco como una tabla de planchar, ¡sírvanse ustedes un Rembrandt! Un Rembrandt como una tabla de planchar.
Vi muy rápidamente el peligro que sería servirse indiscriminadamente de este modo de expresión, por lo cual decidí limitar mi producción de ready-made a un pequeño número por año.
Comprendí, en efecto, una cosa: el arte, para el espectador mucho más que para el artista, es una droga con la cual nos volvemos viciosos; entonces, quise proteger mis ready-made de tal contagio.
Otro aspecto del ready-made es que no tiene nada de único. La réplica de un ready-made transmite el mismo mensaje; de hecho, casi todos los ready-made que uno ve hoy en día no son el original, en el sentido tradicional de la palabra.
Un último comentario, para concluir este discurso de egomaníaco: si los mismos pomos de pintura de los que se sirve un artista son manufacturados, haríamos bien en admitir que todas las pinturas que existen en el mundo son ready-made asistidos y trabajos de assemblage.

(Traducción de Rafael Cippolini en: ramona 51, Buenos Aires, julio de 2005; corregida por PV.)

Ah, ya está, con el post anterior parece que se destrabó el blog y puedo ver todos los comentarios. Gracias a todos.

Mmm. ¿Anda mal Blogger.com? Me llegan comentarios por email que no consigo ver en el blog, aunque actualice una y otra vez.
Bueno, ya se arreglará.

8.4.06

El lunes próximo, 10-4, se presenta la novela de Elsa Drucaroff El infierno prometido (Sudamericana) en la librería Cúspide del Village Recoleta, Vicente López 2050. Van a hablar Ana María Shúa y Carlos Gamerro. Horacio Embón y Betty Elizalde van a hacer una lectura dialogada entre el libro y otros textos.

María Iribarren también ha estrenado blog: Cuelga los ojos.
Recomendable.

General Paz

PROGRAMA ESTRENO: General Paz

Conducido por la periodista María Iribarren, General Paz, será un ciclo de entrevistas a personalidades y expertos, que abordan temáticas específicas de la vida urbana de la Ciudad de Buenos Aires. Arquitectos, intelectuales, y músicos, entre otros, intentarán descifrar el lenguaje del ciudadano y la subjetividad que propone la ciudad.
El programa contará también con clips, fragmentos de películas y video arte intercalados en cada emisión.

Lunes 10 de abril: “Rock en la ciudad”.
Invitado: Wallace, músico, pertenece a Massacrem, grupo de música punk.
Lunes 17 de abril: “Lenguajes y “queer””
Invitado: Daniel Link, ensayista.
Lunes 24 de abril: “Carnaval porteño”
Invitado: Luciana Vainer, murgera.
Lunes 1 de mayo: “Estilos arquitectónicos”
Invitado: Clorindo Testa, arquitecto

Estrenos: lunes a las 23hs.
Repeticiones: martes a las 16hs y viernes a las 20hs.

6.4.06

Se cumple la segunda jornada del paro de docentes universitarios
La medida de fuerza, adoptada por los profesores agrupados en la CONADU y la CONADU Histórica, se lleva a cabo en universidades de todo el país. Los docentes reclaman un aumento salarial y un mayor presupuesto para la Educación.
Nota en Clarín (que no menciona la cuestión de los ad honórem).

5.4.06

Verdurita

Parece que la solución para los "esclavos bolivianos" es que pasen a ser vendedores callejeros de verdurita, que, como se sabe, gozan de todos los derechos civiles, laborales, etc.
Después de todo, ése era precisamente el ideal de la injustamente olvidada estadista Adelina "socialismo las pelotas" de Viola: una sociedad en la que este tipo de afortunados cuentapropistas podían llegar a vender más barato que un supermercado... ¡Libre competencia, vamos!

Manchas

A principios de 1982, me diagnosticaron una peculiar enfermedad autoinmune, quizás psicosomática: esclerodermia. Fue de casualidad; estábamos cambiándonos en la cuadra cuando uno de los compañeros me preguntó qué eran esas manchas en mi espalda. Yo no tenía ni idea a qué se refería. Me miré en un espejo que había y vi cuatro grandes manchas pálidas, con bordes violáceos, una en cada ángulo. Ahí recordé que también tenía una parecida, pero mucho más chica, en el abdomen, y nunca le había dado bolilla. Quién sabe desde cuándo estaban allí.
Peregriné días y días en el Hospital Militar de Campo de Mayo. Me hicieron todo tipo de análisis, biopsias, endoscopias, etc. Era un lugar siniestro: los chicos enfermos que podían moverse hacían las tareas de cualquier colimba (corre-limpia-barre, precisamente); otros, más o menos afortunados, quién sabe, deambulaban como zombies por los pasillos, mangueando puchos o monedas.
El dermatólogo a cargo de mi caso (su diagnóstico fue certero y aún se mantiene: “esclerodermia circunscripta multifocal en placas”) quería dejarme internado allí. Pero, si esa enfermedad no tiene cura, ¿cuándo se suponía que iba a salir, antes o después de la baja normal? Nosotros creíamos que ésta estaba cerca, a más tardar fines de marzo o principios de abril. Me resistí a ser internado. No hubo baja: el 2 de abril cambió todas las historias.

Basurales

El día siguiente al 2 de abril, sábado, yo no tenía que presentarme en el cuartel para hacer guardia. Pero, por supuesto, fui convocado igual. (También, téoricamente, yo estaba por irme de baja, pero gracias a la aventura galtierista me quedé hasta julio.) Como ya dije, estaba seguro de que no iban a mandarme a las islas; pero, tal vez, alguna sospecha inconsciente, o algún temor consciente, tenía.
Ese sábado horrible me levanté muy temprano y, no sé por qué, tuve que tomar el 127, y no el 187 como siempre (no sé si alguien recordará la anécdota que conté hace mucho sobre “el colectivo de las cuatro y media”). Me había acostado tarde ese viernes, quizás viendo noticias triunfalistas en la TV, así que tenía mucho más sueño que de costumbre.
Lo cierto es que me quedé dormido en el colectivo y seguí de largo en la parada donde debía haberme bajado. Me despertaron en la terminal de José León Suárez. No recuerdo qué hice para retomar el camino hacia Campo de Mayo, pero sí recuerdo haber “visto” los basurales. Los vi como en un sueño, claro, seguramente no eran “los mismos”, los famosos, los congruentes basurales de Operación Masacre.

4.4.06

Locations

Hace un tiempo, planteé la cuestión del anonimato de los comentarios, cosa que me inquietaba (y me inquieta) considerablemente, y se armó una linda discusión. Ahora se me ocurre una variante. Siempre dentro del tema del anonimato: las dudosas estadísticas del Site Meter dan un listado de las “locations” desde donde se supone se realizan visitas al blog. La mayoría de ellas tienen una duración de 0 segundos, lo cual es en sí mismo contradictorio, pero me imagino que se trata de esos famosos “programas robots” que van recabando informaciones varias en la Red.
Pero igual en esas “locations” aparecen cosas muy intrigantes. ¿Quién me visitará regularmente desde “Federal, Entre Ríos” o “Munro, Buenos Aires”? Hay desde ciudades inverosímiles, pero un poco obvias también (Moscú, Tokio), hasta bellezas como (copio algunas de una sola pantalla, del día de hoy): “San Lorenzo, Veracruz-Llave”, “Glendale, California”, “Victoria, British Columbia”, “El Convento, Tlaxcala”, “Saint-Mand, Ile-de-France”, “Bogot, Cundinamarca”. ¿No dan ganas de ir a vivir a cualquiera de ellas?

"En último extremo, podrían decir que no hay código para uno solo. Pero podría haber una clave de este texto entre yo y yo, contrato por el que yo soy más de uno" (Derrida, Espolones).

Uriburu/Galtieri,
por David Viñas.

3.4.06

Soto

Recuperación del archivo del crítico Luis Emilio Soto, por parte de la Biblioteca Nacional.
Página/12 de hoy.

2.4.06

El miedo

Yo estaba seguro de que no iba a ir a la guerra, porque ahí, en el Comando de Sanidad, casi no habíamos tenido instrucción militar. (Un día nos hicieron practicar arrastrándonos sobre un campo escarchado, con un palito en la mano, porque no había fusiles...)
¿La estupidez funcionaba como autoprotección contra el miedo? No, simplemente era un razonamiento correcto (para otro país), que hacía tándem con la inmadurez de los 20 años.
En cambio, mi vieja, que sólo había tenido miedo, más allá de cualquier consideración, cuando pasaron un par de meses de la finalización de la guerra, sufrió un infarto.

Dios y el Diablo en la tierra de la niebla

Yo solía hacer dedo en la ruta 197 hasta la Panamericana, y de allí a la General Paz, o adonde se pudiera. Durante la guerra, era mucho más fácil que un coche nos levantara, seguramente porque los conductores se sentían culpables y pretendían colaborar de esa manera con los "soldados de la patria", una variante de las cartitas, las bufandas y los chocolates que nunca llegaron a destino.
Un día, subí al auto de un señor de mediana edad. Creo que, al principio, la conversación fue por los carriles normales (¿cómo los tratan, qué se sabe, qué les dicen ahí adentro, vas a ir?, etc.). Después, sin transición, el hombre me explicó muy tranquilamente que Dios estaba de nuestro lado, mientras los ingleses estaban vendidos al Diablo y no podrían ganarnos. En virtud de esa protección divina, las balas no podían hacernos daño, se desviarían o rebotarían milagrosamente en nuestros cuerpos.
El hombre había resultado un evangelista, y un loco, es cierto, pero ¿acaso no se limitaba a extremar un sentimiento común, lo que llevó a muchos a creer que "estábamos ganando"? Esta reflexión está de más. Debería borrarla y dejar sólo la parte en que un evangelista defiende al Dios de los católicos contra los protestantes de Su Majestad.

Voluntarios

Un día, cuando hacía la colimba en Campo de Mayo (debía ser abril o mayo del 82), los milicos nos reunieron en el patio del cuartel y dijeron que necesitaban 10 voluntarios para ir a la guerra de Malvinas. Por supuesto, ninguno de los soldados (éramos unos 30) se movió un milímetro. El sargento ayudante que había hablado volvió a repetir la "invitación", y agregó que, si nadie se ofrecía, ellos iban a tener que elegir a los 10.
Esperaron algunos minutos. Podría decir que fueron los más largos de mi vida, que sentía frío o sudor penetrándome en la columna vertebral, que tuve la tentación de aceptar para evitar ser elegido (como cuando pedía pasar al frente en la secundaria, porque no soportaba la tensión de esperar a que el profesor llamara de la lista), etc.; pero todo esto sería pura literatura. No sé, no recuerdo qué sentía ese que era yo hace 24 años.
Finalmente, los milicos se echaron a reír, dijeron que era una broma, nos insultaron con amplitud y nos llevaron a bailar al corral, sobre la bosta de caballo, como hacían habitualmente.

Chacarita

Cuando yo jugaba al fútbol en el parque Saavedra (jugué todos los sábados, desde 1978 hasta por lo menos 1990), éramos un grupo estable de doce, catorce pibes. Y otros que aparecían como de la nada, se prendían por un tiempo y después se iban, tan de un día para otro como habían llegado.
Entre estos compañeros ocasionales, hubo una vez un muchacho cuyo nombre nunca supimos pero al que le decíamos “Chacarita”, porque usaba una camiseta de este equipo. Era morocho, callado, jugaba bien. Sería 1984, 1985, no me acuerdo; pero seguro que fue después de 1981-1982, el año y medio en que hice la colimba.
Precisamente. Un día, durante el “tercer tiempo”, nos dijo que él había estado en Malvinas. Contó que una noche, después de hacer guardia, cuando apenas había empezado a dormirse, lo despertaron los ingleses, que habían tomado su barraca. A él no le hicieron nada, pero enseguida se dio cuenta de que habían degollado a todo el turno de guardia posterior al suyo. Lo decía sin dramatismo, de manera casi monocorde; pero no como si lo hubiera contado muchas veces, sino simplemente como una verdad que alguna vez tenía que contarse.

1.4.06

Post y comentarios sobre la reunión cumbre Kohan-Fogwill en Ñ del sábado pasado, en el blog El cocinero salvaje.

¡Juicio político al Señor Telerman por la muerte de los costureros esclavos! Ah no, eran bolivianos...

Ya que lo mencioné, algo sobre márketing de vinos:
"Liderado por los Estados Unidos, hace ya más de una década, el Nuevo Mundo apareció en la cancha, desafiando con buenas armas a los grandes del vino. El equipo del Nuevo Mundo está conformado por aquellos países sin una larga tradición vitivinícola. Y sin ataduras a un estilo que hoy hasta aparece anticuado. La otrora poderosa Francia ve peligrar su indiscutido reino ante la colosal Australia, que pelea cabeza a cabeza la corona en el campeonato de la exportación. Detrás llegan países como los Estados Unidos, Chile, Nueva Zelanda y, con un quinto de la producción mundial del vino, la Argentina.
¿Parece un cuento, no? Países que no tienen tradición en el vino, están compitiendo palmo a palmo con aquellos que su historia está atada al vino.
¿Cómo es esto posible ? Simple, muy simple.
La estrategia de posicionamiento del Nuevo Mundo derribó las barreras regionales. Modificó el mapa del posicionamiento. Lo cambió.
Es que el vino refleja el espíritu del terruño, por eso para los europeos (y para el resto del mundo hasta hace pocos años) ir a una vinotera significaba salir a pasear por las distintas zonas: así encontramos un rioja, un borgoña, un chanti , todas variedades que se refieren a dónde fue extraída la uva. Esto significa, por ejemplo, que un borgoña sólo es genuino si se produjo en Bourgogne. De esta manera se destacaban las regiones, y dentro de ellas, la firma del enólogo a cargo.
¿Qué hacer ante un panorama tan estricto en el cual los vinos de calidad eran asociados a su proveniencia ?. Esta estructura de mercado se presentaba como inalterable. La rigidez beneficia SIEMPRE al líder.
La respuesta, como siempre, estaba en la uva.
El paso fue producir vinos donde predominaba cierta uva, y el conocimiento de ello. Fue pasar de los “regionales” a los “ varietales ”. Se puso énfasis, justamente, en la variedad principal de uva que compone el vino, la cual debe alcanzar un 90 por ciento de la composición, para poder llamarse “ varietal ”. Así comenzaron a imponerse los Cabernet Sauvignon, los Chardonnay, los Malbec.
Esta innovación en la “manera de dar a conocer” el vino representó un cambio drástico en los hábitos de consumo. Ya no era necesario pensar en tierras desconocidas. Se podía comenzar a comparar un vino de California con otros de lugares remotos.
Esta modificación del “vínculo” entre algunas “características del producto” con “segmentos de mercado”, dio pie a la presentación de ciertas “especialidades” como por ejemplo los vinos denominados Latitud 33º. Este nombre se debe a que entre los paralelos 32º y 38º están las zonas vitivinícolas más importantes del Nuevo Mundo del vino: Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Argentina, Uruguay entre otras.
La gente sigue siendo la misma, sigue teniendo el mismo interés por el vino … sólo se modificó el “factor de relación” y esta gente se “agrupó” de forma diferente creando a partir de esta nueva práctica nuevos segmentos de mercado antes inexistentes.
Está claro que con una acción aislada no alcanza para modificar un posicionamiento. En el mercado del vino se hizo y se hace mucho más que eso. Crear una nueva cultura del vino es imprescindible. Muestra de ello es que ahora hay Cursos de Sommelier , creación de wine bars , clubes de vinos que dan soporte a esta nueva acción" (Cristián Sosa Barreneche, en Master.net).

En la etiqueta de un vino, se lo describe como “algo tímido, pero leal y generoso”. Entiendo que es una metáfora o, por lo menos, una especie de chiste, pero ¿no estarán exagerando con esto del márketing de los vinos?

Cronos y kairós

Desde hace un tiempo, me he propuesto vivir estricta y exclusivamente en el presente. No pensar más en mi viaje anual a Alemania, ni en el próximo cuatrimestre en la Facultad, ni en el próximo parcial.
El problema es que ese presente se me va acortando. Ya no pienso en la próxima semana, ni en mañana, ni en la media hora siguiente a ésta...
Era esperable: ya no sé si en el próximo minuto seré también yo u otro (ojalá).
¿Y el pasado? ¿No puede pasar lo mismo? ¿Ir olvidando todo hasta llegar a lo que acabo de escribir?
Lo peor: todo esto no sería garantía de ninguna paz interior.

(Dedicado a Lem.)