El cine prohibido
(The Celluloid Closet, EE. UU., 1995), de Rob Epstein y Jeffrey Friedman*
* Escrito para la revista La vereda de enfrente, 1997.
La colección El Ojo del Cine ha editado recientemente este documental de montaje, cuyo tema más explícito es la representación de los homosexuales y de la homosexualidad en el cine de Hollywood. Se trata de un recorrido-balance histórico que parte desde cierta liberalidad en el cine mudo y el primer sonoro, pasando por los años de censura y código Hays, hasta culminar con una nueva etapa, la actualidad, en la que un moderado optimismo no oculta renovados interrogantes.
Dado el principio del que parte el filme, en el ámbito temático definido más arriba, sería injusto reprocharle lo que no hace porque nunca se lo propuso: enfocar otras cinematografías que pudieran contrastarse (o no) con la norteamericana; definir con más precisión lo que se entiende por homosexualidad (Foucault habría tenido que decir mucho sobre esto) y, sobre todo, por representación; esto, desde el punto de vista ideológico-estético. No había espacio, por supuesto, para una tesis teórica, pero uno se queda con ganas de profundizar en algo que el filme apenas roza: cómo los discursos (entre los cuales está el cine, aunque no tan en primer plano como muchos entrevistados dicen) conforman las identidades sociales y personales, si es que esta distinción tiene sentido.
En lo suyo, dentro de los límites que se traza a sí misma, la película es fascinante y no puede dejar a nadie indiferente, porque no sólo interpela el mero saber cinéfilo del espectador, sino que cuestiona su ser-en-el-mundo, nada menos que desde la impronta de la sexualidad y lo que ella produce en los esquemas perceptivos.
Porque, en definitiva, el “tema” es qué se ve en un filme: “Nadie ve la misma película”, dice uno de los entrevistados. La particular estratificación de las sociedades occidentales (en este caso, la que pasa por la identidad y la opción sexual) genera fenómenos comunicacionales específicos: lecturas entre líneas, sesgadas (que para otros pueden ser “aberrantes”, tecnicismo semiótico que en este contexto adquiere un doble sentido), subcódigos y subtextos, etc. Como explican constantemente los entrevistados, ellos veían en las películas clásicas de Hollywood lo que querían ver, y en muchos casos lo que ciertos autores o actores habían querido poner pero el público “mayoritario” no podía (o no quería) percibir. Sin mencionar a los censores, nuevamente burlados en su “buena fe”, pobres imbéciles.
The Celluloid Closet (palabra que hace referencia al ocultamiento o la latencia del ser gay en una sociedad que lo rechaza) no es un documental de montaje más, y su visión puede resultar saludablemente incómoda, lo que siempre es bienvenido, o debería serlo.
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