Nadie ignora que la fortuna de la actual familia real holandesa se basó en el tráfico de esclavos, convenientemente vehiculizado por la notoria Compañía de las Indias Occidentales. Así que en los blondos vástagos de nuestra princesa Máxima confluirían esas sangres derramadas antiguamente con las derramadas más recientemente por la firma de su padre, amanuense dictatorial.
Pero los europeos son, y serán siempre, los civilizados (por ricos), y nosotros, los salvajes (por pobres).
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