La fantasía de suicidarse es paralela a la fantasía de desaparecer. O, mejor dicho, un sucedáneo. Lo que uno quiere, en realidad, es "morir a la vida" (que está llevando), expresión bíblica que tuve que aprender cuando empecé a trabajar de corrector de libros religiosos.
Irse, simplemente, como equivalente, a su vez, de ser otro.
Desembarazarse del peso de las responsabilidades: claro, pero no sólo eso.
Buscar un entorno idílico como espejo de un nuevo ser o, mejor aún, de un no ser.
Sólo fantasías, ni siquiera peligrosas. En la realidad presente, lo único garantizado es que duele.
Morir es desaparecer. He aquí la cuestión (Hamlet, monólogo trillado y por trillado despojado de toda su magnificencia como elogio del suicidio como forma de quitarle el cuerpo a toda manera de sufrimiento moral o físico). El problema es si podés bancarte la idea de desaparecer. Si es así, ¿cuál es tu problema? Si no es así, te cuento...
ResponderBorrarSi no doliera, lamentablemente, estarías muerto, he ahí la paradoja. Y vos no estás ni muerto ni tenés un problema de responsabilidad. Tenés, me parece, un problema de no poder decidir... Como Hamlet. Como cualquiera.