"Rubio, blanco y de ojos claros, Rosas nació de sangre hidalga, acaso azul, por lo menos 'goda' sin mucha mezcla. Su activísima matrona gobernaba, con singular energía, a la antigua usanza española, las muchas personas y las pingües haciendas de la numerosa familia colonial. Como esta señora quisiera obligar a su hijo, cuando era un niño aún, a formarse en el comercio de tienda, él se rebeló por ciertas menudencias del servicio, desde el primer día; encerrósele a pan y agua... Pero, durante la noche, Juan Manuel se desnudó, abandonó sus ropas, y escapóse de la casa paterna, después de escribir con lápiz en un papel: 'Dejo todo lo que no es mío.' Y firmaba: 'Juan Manuel de Rosas', con s, cuando su nombre de familia era 'Ortíz de Rozas'", con z. El adolescente anunciaba ya al hombre" (Carlos Octavio Bunge, Nuestra América, cap. V).
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