19.12.04

Memorias

(Vuelvo a la mala costumbre de transcribir notas de lectura, forzosamente superficiales, que me han valido más de un enemigo. Por suerte, en este caso, el autor está muerto.)

- Pedro Henríquez Ureña, Memorias. Diario, Buenos Aires, Academia Argentina de Letras, 1989. (Con prólogo y 705 notas de Enrique Zuleta Álvarez.)

Memorias escritas a los 25 años. Y seguidas por un Diario que llega hasta las puertas de la Revolución... y retrocede.
“Campo intelectual” mexicano de principios del siglo XX. Creación del Ateneo de la Juventud. Ojo: todo muy light. Idolatran a Justo Sierra. Importa más la extracción de clase que la adscripción política (por el momento); después de todo, todos son miembros de la misma oligarquía. Incluso Madero, claro. Denuestan más a los advenedizos. Pero la revolución se lleva puesto a más de uno. Por ejemplo, al general Bernardo Reyes, padre de Alfonso, que sonaba como sucesor de Porfirio pero éste lo envía a Europa para sacárselo de encima. Supongo que el asesinato de Madero fue un punto de inflexión (como, salvando las distancias, pasó acá con Dorrego. Algo así: “Eh, che que era uno de los nuestros”).
Vasos comunicantes entre los “partidos” (en realidad, fracciones o facciones), los diarios, las tertulias.
Comparar con Vasconcelos (Ulises criollo), maderista acérrimo, a quien se nombra de vez en cuando (y mucho más exhibicionista de lo personal). Y con Martín Luis Guzmán, cuyo padre muere defendiendo al porfirismo, pero él se va con Pancho Villa.
Muy pocas referencias personales, salvo cuando viven en Nueva York con una amante de Max y varias chicas “liberales”. Sin embargo, PHU nunca se enamora, parece. ¿Se casó alguna vez? "Síndrome Rodó."
Tema interesante: Centroamérica como destino de exilios cruzados. Según el ritmo de las dictaduras y los caudillismos, los dominicanos se van a Cuba, los portorriqueños (Hostos) se van a Santo Domingo, los nicaragüenses se van a Costa Rica, etc. Igual todos, tarde o temprano, terminan en México.
Lugar común repetido: la pobreza de la vida intelectual hispanoamericana; en santo Domingo, en Cuba, pero también en México, pese a las apariencias contrarias.
Catálogos de obras teatrales y musicales, de actores, actrices, autores y directores. Parece una pantalla ante la historia, que no entra. Igual que en ese viaje final al Popocatépetl, en pleno tembladeral revolucionario, como un refugio en la naturaleza que, siempre salvaje, lo es menos que la historia. Y es más “comprensible”.

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