María Moreno es una buena escritora y una pensadora brillante, a veces demasiado. Su nota/reportaje sobre la muestra de León Ferrari, en el último suplemento Radar de Página/12, me parece, peca (¡qué verbo en este contexto!) de condescendiente y ambigua.
Un ejemplo: "Poco antes de inaugurar su muestra retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta, León Ferrari recibió toda clase de cartas de amenaza de católicos ofendidos, incluida una foto de Hitler. Pero fueron muchas más las de adhesión de la inteligencia internacional, casi siempre atea y con la firma fácil para la protesta de solicitada o el apoyo a la corrección política. (...) León Ferrari parece disfrutar ante cada señal de que en la muestra habrá quilombo. Por supuesto, abjura de toda violencia pero, como siempre está tentado de incluir en sus exposiciones los gestos y las cartas de sus detractores, casi que espera que el enemigo se presente y colabore con su arte. León Ferrari es un mito viviente que convoca una aprobación unánime. -¿No te estás convirtiendo en algo demasiado sagrado para ser tan profano? (...)." Etc.
Un esfuerzo excesivo por no ser políticamente correcta. Foucaultiana como si estuviéramos en París, muy superados.
Me parece (repito) que, cuando hay dos bandos tan claros, no se puede estar en el medio. O se está con Ferrari (o con la doctora Gomperts, para el caso) o se está con las patotas de Cristo Rey.
Después nos juntamos en un café o en un seminario y analizamos la productividad discursiva del discurso religioso o la postura de Pasolini respecto del aborto y la paternidad responsable. Sea. Pero después. Como dijo alguna vez Piglia: "Primero hagamos la revolución y después hablemos de política."
No hay comentarios.:
Publicar un comentario