El "no" ya lo tenés: he oído mil veces.
Quizás, pero no estoy tan de acuerdo. Para los débiles de carácter como yo, cada día es un "puede ser" que por nada del mundo debe ser transformado en el definitivo "no"; el "puede ser" es un terreno abierto a todas posibilidades, a todos los cambios que, por supuesto, jamás se concretan. El "no", en cambio, es la pared final de la verdad, contra la que se estrellarían las fantasías, las esperanzas (sórdidas) que permiten vivir de día en día, de rato en rato. Y dormir de noche, aunque sea un poquito.
Es claro que, de día en día, de rato en rato, la vida se va yendo, inútil, vacía, precipitándose hacia el "No" final, inapelable. Pero, ¿ven?, lo admito, ese "No" sí que ya lo tenemos todos. Y contra él, convengamos, no hay "puede ser" que valga.
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