Cuenta Manuel Ugarte (El destino de un continente) que en Nicaragua, durante una de las tantas intervenciones norteamericanas, como se invocaba como justificación la deuda externa, se abrieron suscripciones y colectas populares.
“Nada más doloroso y emocionante que esas listas en las cuales asomaban las lágrimas de una nacionalidad. Los diarios de Managua del mes de marzo de 1912 traían largas columnas donde se leían, junto a las contribuciones de la gente adinerada, las más humildes: Samuel Gavarrete, todo su haber; Laura Delgado, el producto de la venta de su cama; Juana Gutiérrez, la casa en que vive; Laura Roque, su máquina de coser; Manuel de Aragón, jornalero, el valor de doce días de trabajo; Ramón Robleto, su carreta de dos bueyes; Joaquina Velásquez, pobre de solemnidad, cuanto había recogido en el día: 20 centavos...”
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