Todos nos creamos un enemigo a nuestra medida. O a la medida que nos permita luchar con él (no siempre destruirlo).
En un reportaje público al que asistí, hace muchos años, le preguntaron a Juan José Saer si leía "teoría literaria". Respondió que no, casi despreciativamente (antes había dicho que leía mucha historia, filosofía, antropología, etc.). Después de la feroz negativa, pareció reflexionar un poco y agregó algo así: "Salvo que consideremos a Roland Barthes como teoría literaria..." Bueno, ¿por qué no?
Para algunos escritores (no digo que sea el caso de Saer, justamente), "teoría" es mala palabra. Pero es que se han fabricado un enemigo a su medida. Barthes sería demasiado.
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