"En el curso de un seppuku, el asistente cortó la cabeza teniendo cuidado de dejar un pequeño trozo de carne, de manera que la cabeza no quedara separada completamente del tronco. Un observador oficial declaró: 'No se ha acabado.'
El asistente, furioso, cogió la cabeza, cortó el trozo de carne, levantó la cabeza a la altura de sus ojos y dijo: '¡Mira!' Fue bastante impresionante. Es una historia del Señor Sukeemon.
Antiguamente podía ocurrir que la cabeza 'volara'. Se dijo entonces que más valía dejar un pequeño trozo de carne que impidiera que la cabeza se proyectara sobre los oficiales.
Ahora, la costumbre es cortar completamente la cabeza" (Hagakure. El libro de los samuráis).
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