24.8.04

Martí otra vez

Quizás no se pueda “morir por la Patria”. Ni por cualquier otra cosa exterior a uno. Es dudoso, por lo menos, desde el amigo Nietzsche, que decía (algunos años antes de papá Sigmund) que todo acto moral es una “autotomía”, es decir, un sacrificio de una parte del yo en beneficio de otra.
Sin embargo, lo que no es dudoso en el caso de Martí, en el caso de la muerte de Martí, es que salta bruscamente la brecha entre el decir y el hacer, aporía que tanto se les reprocha a los intelectuales.
Claro, así pone demasiado alto la cota, la condición legítima o legitimadora de un discurso intelectual no complaciente, no inútil. ¿Desde dónde, entonces, se puede ser un “intelectual crítico”? ¿Desde la muerte, cancelación del discurso (o comienzo de un discurso que uno ya no puede controlar)?
Bien dice Julio Ramos al respecto (en Paradojas de la letra) que para Martí la guerra (la muerte) es “el exterior temido y a la vez deseado del discurso” (una especie de real lacaniano, agregaría yo, pedantescamente). Pero, si la realización del deseo equivalía, como siempre, a la muerte, un poco de temor hubiera sido saludable. Para Martí, por lo menos, y para la poesía.


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