Un hombre viene manejando su desvencijado Fiat 600 por el Acceso Norte rumbo a la Capital cuando el vetusto auto se rompe. El hombre se para al lado de la ruta a hacer señas pidiendo solidaridad. Y -sorpresa- se detiene un auto alemán, de lujo, convertible. Su conductor se ofrece a remolcarlo hasta la próxima estación de servicio, y el otro acepta encantado. Pero pone una condición:
-Mire, le pido que, como me imagino que esa máquina debe levantar velocidad sin que uno se dé cuenta, si veo que va demasiado rápido para mi auto, le hago luces para que aminore.
El conductor del auto alemán acepta, engancha el «fitito» y parte por la Panamericana. Pero a poco de andar se le aparea otro auto alemán, también de lujo, también convertible. Los conductores se miran, y sin necesidad de más, se lanzan a una carrera loca. Los autos van a 190, 200, 210 km por hora... y el conductor del «fitito» empieza a hacer luces desesperado. Pasan por un puesto policial y el agente acciona el radar, que marca 270 km/hora. El policía llama al puesto que está algunos kilómetros más adelante, para pedirles a sus compañeros que los detengan. Le preguntan marca y características de los vehículos, y el policía responde por la radio a sus colegas:
-Muchachos: son un Mercedes y un Porsche convertibles que vienen corriendo a 270 por hora. Y aunque no me crean, se los juro por la salud de mis hijos: un Fiat 600 viene atrás de ellos ¡haciéndoles luces para que lo dejen pasar!
(Fuente: Ámbito Financiero, mirá vos.)
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