Los libros sobre la guerra civil están llenos de los nombre de los vencedores, pero no de los que levantaron los pesados bloques de piedra de la larga noche franquista. Tal vez valga la pena llenar aquí una sola página con una historia, no de las más siniestras, que vale por tantas otras igualmente trágicas: la de María Salvo. María fue detenida en Madrid, en septiembre de 1941, por participar en un intento --frustrado- de reorganización de la Juventud Socialista Unificada. Acababa de llegar del campo de concentración de Francia y disponía de poca información. En la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol fue torturada y apaleada hasta que la dejaron estéril. De allí fue trasladada al convento-prisión de Les Corts, en Barcelona, donde estuvo nueve meses incomunicada. Compartía con otras tres mujeres una pequeña celda del convento, un balde de agua diario para lavarse y una lata para hacer sus necesidades.
La alimentación que le daban -caldo de boniatos y coles del huerto- le provocó una colitis y le hizo contraer la tuberculosis. Una vez le levantaron la incomunicación, pudo pasar a la sala general de presas, donde todas dormían en el suelo, en un espacio de 50 centímetros por persona. Estaba cubierta de sarna y ya no sentía las picaduras de los piojos. En 1943 la trasladaron a la cárcel de Las Ventas, en Madrid, donde ocupó con otras nueve mujeres una celda «individual» en la que no podían acomodarse para dormir, ni tampoco lo hubieran conseguido por la proximidad del cementerio, desde donde llegaban los sonidos de las descargas de fusilería de los pelotones de ejecución. Hasta el 15 de diciembre de 1944 no compareció ante el consejo de guerra, que la condenó a 30 años de reclusión mayor. Fue trasladada a Segovia, donde estuvo hasta 1956, y de allí a Alcalá de Henares, donde pasó un año más. Perdió toda su juventud -de los veintiuno a los treinta y ocho años- en la cárcel, pero no la doblegaron: «Nosotros no éramos vencidos, sino derrotados. Vencidos son los que aceptan la situación y derrotados son los que se enfrentan a ella. Nosotros no nos conformamos nunca. Nunca lo aceptamos. Nunca».
(ídem)
de dónde sacaste este relato, pablo?
ResponderBorrarsaludos
Deshecho
pd: sé que te debo los libros
ya me di cuenta. perdón
ResponderBorrarEs un librazo el de Beevor. Estoy leyendo mucho sobre la GCE. ¿Cómo te fue en España, by the way?
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