Bueno, igual fue un juego de palabras con La mayor. No pude decir nada más porque me dio mucha impresión que un par de días posteé un recuerdo de cuando estuvo acá en 1986.
fuera de homenajes o de la casualidad (o no) de que justo el día después de su muerte se refirieran peyorativamente a él, en reportajes antedatados, tabarovsky y feinmann en radar y ñ, algo me sorprende: cuántos de las jóvenes generaciones las que aún pertenezco admiran a saer. quiero decir: lectores atentos, a quienes respeto, se nota que lo han leído con placer y entusiasmo. yo casi no puedo tolerar su lectura. sé que no es un argumento, pero...
Cierto, a mí me chocó lo de Feinmann, se debe estar arrepintiendo amargamente, entre elogio y elogio a Kirchner. Gracias por lo de jóvenes generaciones, si, erróneamente, me incluye. Y desde ya que no poder "tolerar" la lectura de alguien sí es un argumento válido, quizás EL argumento, en cierto nivel. Yo apenas tolero a Feinmann, por ejemplo, sobre todo cuando quiere imitar a Thomas Bernhard, otro "intolerable" esencial.
a mí de todos modos los fuegos de artificio en los suplementos culturales no dejan de divertirme; ponerse en el lugar del escándalo es asumir la defensa de un kiosco de una manera mucho peor que el kiosquero que pide mano dura: entiendo que la literatura sea el campo de batalla de muchas cosas, pero hay un punto donde no la podemos tomar tan seriamente, a riesgo de tronar desde la torre de marfil
lo digo por reacciones que leí en otros blogs, pablo: te supongo rondando los 40, y hoy en día eso es joven aún; igual, me refería sobre todo a gente algo más joven. en cuanto a feinmann, no creo que se esté arrepintiendo: yo creo más bien que se sacó toda la bronca, justificada o, más probablemente, no. y en cuanto a jay jay, la verdad es que me resultaba intolerable desde todo "punto de vista" (je): el de la lectura de sus libros, el de su persona o personaje público (y el que atisbé una vez en privado), etcétera. insisto, no despliego argumentos, pero su imaginario me parecía de lo más aburrido
Experiencia personal: yo creía que Saer era intolerable por el modo en que mis colegas hablaban de él, eran tiempos donde decir que un escritor contaba una historia y la historia atrapaba era una mala palabra, y toda literatura tenía que cuestionar la referencialidad, plantear el abismo entre lenguaje y realidad (como si el lenguaje no fuera real, o como si entender la especificidad de lo lingüístico supusiera que entonces realidad y el lenguaje son cosas en oposición irreconciliables). Yo creía que Saer era solo eso y no lo leía, por prejuicio al revés, y porque me rebelaba contra la patente de escritor prestigioso. Había rebotado contra Nadie, nada, nunca, además. Hasta que lo leí, de verdad, leí Cicatrices y me deslumbré, leí después La ocasión, El entenado, Glosa me conmovió profundamente, y me di cuenta de que Saer era mucho, mucho más que cuestionar la referencialidad del lenguaje y lo real, que como todo gran escritor estaba desbordado de ALGO PARA DECIR sobre la Argentina, su generación, nuestra historia, nuestro origen. En fin, entiendo que puede ser difícil entrarle y entiendo que para ciertas estéticas hay momentos y estados de ánimo, Saer no es uno de esos libros que se devoran en cualquier momento, pero sí, es un grande, no sé si El Mayor porque no me gustan los rankings, pero es un grande, más allá del lugar de prestigio que adquirió, de las opiniones de otros escritores, de las demostraciones o aplicaciones de teoría literaria que puedan leerse ahí, creo que ha hecho de esas obras que dicen y van a decir mucho, mucho tiempo. Esa versión atea del nacimiento de Jesús que hay en La ocasión, por ejemplo, es demasiado inolvidable.
Y la orgía de El entenado (antecedente de los famosos "asaditos"). Y la descripción de las heridas en La pesquisa. Y Verde y Verdecito en Las nubes (y la monja ninfómana). Y la breve caminata de Glosa, que dura toda nuestra historia reciente...
ojo elsa, no soy un novato ni alguien a que no haya accedido a obras tan o más intimidantes que la de JJ. mis intentos saerianos, que duraron quince años y tuvieron su fin con los cuentos completos de alfaguara, no han hecho si no convencerme de que su imaginario me aburre, no me interesa: es por eso que me sorprende tanto el entusiasmo que genera en lectores disímiles. justamente, lo veo como un maestro del estilo vacío, no llego a entender qué es eso que tiene para decir, siento que no supera a sus maestros di benedetto y juanele. toda esa contención, ese regodeo en el estilo: no logro ver que se vaya de eso
y, hay algo que se llama gusto y yo creo en eso. Esto no es ciencia, no hay criterio objetivo probado para decir lo que es bueno o malo en el arte, los papelones que ha hecho y seguirá haciendo la institución de la crítica o la recepción del público, durante siglos, lo prueban. Así que qué vas a hacer, si no te llega, no te llega. Ahora, cuando Paul enumera todos esos momentos inmensos en Saer yo me siento identificada. Leer Glosa me hizo pensar otra vez no sólo la Argentina, mi propia historia, en esa confrontación del presente de la caminata, el pasado y el futuro está eso de "qué vamos a ser", en qué nos vamos a convertir, cómo la historia nos va a atravesar y tocar inevitablemente, está el tiempo histórico sobre los cuerpos, yo leía Glosa y sentía que vislumbraba algo demasiado grande e incomprensible. Y en ese sentido, al estado de ánimo apto para leer un libro hay que agregar el factor edad: hay libros para leer después de los treinta, si es posible treinta y muchos, Glosa es uno de ésos, creo.
por ahí me convencés y hago un intento más. aunque hace rato ya que el efecto saer (o el efecto blog) se extiende a todas mis lecturas: difícil que pase de la página 30 de un libro, salvo que sea de poesía. no les pasa lo mismo?
A mí me pasa a veces, que estoy menos paciente o tengo mucho laburo. No sé si es el efecto blog o es cierta saturación de haber leído muuucho, muchos años. Pero no, sigue habiendo libros que no puedo soltar. Y con la poesía leo de a saltitos, un día un poema, otro otro, por el medio, sin orden, como quien se toma copitas de cognac de a sorbitos.
tanto?
ResponderBorrarSí
ResponderBorrarni a palos para mí, pero bueh
ResponderBorrarBueno, igual fue un juego de palabras con La mayor. No pude decir nada más porque me dio mucha impresión que un par de días posteé un recuerdo de cuando estuvo acá en 1986.
ResponderBorrarfuera de homenajes o de la casualidad (o no) de que justo el día después de su muerte se refirieran peyorativamente a él, en reportajes antedatados, tabarovsky y feinmann en radar y ñ, algo me sorprende: cuántos de las jóvenes generaciones las que aún pertenezco admiran a saer. quiero decir: lectores atentos, a quienes respeto, se nota que lo han leído con placer y entusiasmo.
ResponderBorraryo casi no puedo tolerar su lectura. sé que no es un argumento, pero...
Cierto, a mí me chocó lo de Feinmann, se debe estar arrepintiendo amargamente, entre elogio y elogio a Kirchner. Gracias por lo de jóvenes generaciones, si, erróneamente, me incluye. Y desde ya que no poder "tolerar" la lectura de alguien sí es un argumento válido, quizás EL argumento, en cierto nivel. Yo apenas tolero a Feinmann, por ejemplo, sobre todo cuando quiere imitar a Thomas Bernhard, otro "intolerable" esencial.
ResponderBorrara mí de todos modos los fuegos de artificio en los suplementos culturales no dejan de divertirme; ponerse en el lugar del escándalo es asumir la defensa de un kiosco de una manera mucho peor que el kiosquero que pide mano dura: entiendo que la literatura sea el campo de batalla de muchas cosas, pero hay un punto donde no la podemos tomar tan seriamente, a riesgo de tronar desde la torre de marfil
ResponderBorrarlo digo por reacciones que leí en otros blogs, pablo: te supongo rondando los 40, y hoy en día eso es joven aún; igual, me refería sobre todo a gente algo más joven.
ResponderBorraren cuanto a feinmann, no creo que se esté arrepintiendo: yo creo más bien que se sacó toda la bronca, justificada o, más probablemente, no.
y en cuanto a jay jay, la verdad es que me resultaba intolerable desde todo "punto de vista" (je): el de la lectura de sus libros, el de su persona o personaje público (y el que atisbé una vez en privado), etcétera.
insisto, no despliego argumentos, pero su imaginario me parecía de lo más aburrido
Experiencia personal: yo creía que Saer era intolerable por el modo en que mis colegas hablaban de él, eran tiempos donde decir que un escritor contaba una historia y la historia atrapaba era una mala palabra, y toda literatura tenía que cuestionar la referencialidad, plantear el abismo entre lenguaje y realidad (como si el lenguaje no fuera real, o como si entender la especificidad de lo lingüístico supusiera que entonces realidad y el lenguaje son cosas en oposición irreconciliables). Yo creía que Saer era solo eso y no lo leía, por prejuicio al revés, y porque me rebelaba contra la patente de escritor prestigioso. Había rebotado contra Nadie, nada, nunca, además. Hasta que lo leí, de verdad, leí Cicatrices y me deslumbré, leí después La ocasión, El entenado, Glosa me conmovió profundamente, y me di cuenta de que Saer era mucho, mucho más que cuestionar la referencialidad del lenguaje y lo real, que como todo gran escritor estaba desbordado de ALGO PARA DECIR sobre la Argentina, su generación, nuestra historia, nuestro origen. En fin, entiendo que puede ser difícil entrarle y entiendo que para ciertas estéticas hay momentos y estados de ánimo, Saer no es uno de esos libros que se devoran en cualquier momento, pero sí, es un grande, no sé si El Mayor porque no me gustan los rankings, pero es un grande, más allá del lugar de prestigio que adquirió, de las opiniones de otros escritores, de las demostraciones o aplicaciones de teoría literaria que puedan leerse ahí, creo que ha hecho de esas obras que dicen y van a decir mucho, mucho tiempo. Esa versión atea del nacimiento de Jesús que hay en La ocasión, por ejemplo, es demasiado inolvidable.
ResponderBorrarY la orgía de El entenado (antecedente de los famosos "asaditos"). Y la descripción de las heridas en La pesquisa. Y Verde y Verdecito en Las nubes (y la monja ninfómana).
ResponderBorrarY la breve caminata de Glosa, que dura toda nuestra historia reciente...
¡Pero me sacaron la foto!
ResponderBorrarojo elsa, no soy un novato ni alguien a que no haya accedido a obras tan o más intimidantes que la de JJ. mis intentos saerianos, que duraron quince años y tuvieron su fin con los cuentos completos de alfaguara, no han hecho si no convencerme de que su imaginario me aburre, no me interesa: es por eso que me sorprende tanto el entusiasmo que genera en lectores disímiles. justamente, lo veo como un maestro del estilo vacío, no llego a entender qué es eso que tiene para decir, siento que no supera a sus maestros di benedetto y juanele. toda esa contención, ese regodeo en el estilo: no logro ver que se vaya de eso
ResponderBorrary, hay algo que se llama gusto y yo creo en eso. Esto no es ciencia, no hay criterio objetivo probado para decir lo que es bueno o malo en el arte, los papelones que ha hecho y seguirá haciendo la institución de la crítica o la recepción del público, durante siglos, lo prueban.
ResponderBorrarAsí que qué vas a hacer, si no te llega, no te llega.
Ahora, cuando Paul enumera todos esos momentos inmensos en Saer yo me siento identificada. Leer Glosa me hizo pensar otra vez no sólo la Argentina, mi propia historia, en esa confrontación del presente de la caminata, el pasado y el futuro está eso de "qué vamos a ser", en qué nos vamos a convertir, cómo la historia nos va a atravesar y tocar inevitablemente, está el tiempo histórico sobre los cuerpos, yo leía Glosa y sentía que vislumbraba algo demasiado grande e incomprensible. Y en ese sentido, al estado de ánimo apto para leer un libro hay que agregar el factor edad: hay libros para leer después de los treinta, si es posible treinta y muchos, Glosa es uno de ésos, creo.
por ahí me convencés y hago un intento más. aunque hace rato ya que el efecto saer (o el efecto blog) se extiende a todas mis lecturas: difícil que pase de la página 30 de un libro, salvo que sea de poesía. no les pasa lo mismo?
ResponderBorrarA mí me pasa a veces, que estoy menos paciente o tengo mucho laburo. No sé si es el efecto blog o es cierta saturación de haber leído muuucho, muchos años. Pero no, sigue habiendo libros que no puedo soltar. Y con la poesía leo de a saltitos, un día un poema, otro otro, por el medio, sin orden, como quien se toma copitas de cognac de a sorbitos.
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