- Marcela Croce, David Viñas, crítica de la razón polémica: un intelectual argentino heterodoxo entre Contorno y Dios, Buenos Aires, Suricata, 2005, 336 pp.
La primera tentación (ortodoxamente irresistible y debidamente no resistida) es transcribir el furibundo texto de contratapa:
“Este libro fue inicialmente una tesis doctoral presentada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. La intolerancia intelectual del catedrático de Quilmes Carlos Altamirano y los escarmientos institucionales operados por la profesora María Teresa Gramuglio no lograron su cometido de anular el enunciado —apenas contribuyeron a postergar su difusión— sino que lo volvieron más virulento. El resultado de esas intemperancias ideológicas es este texto, que en su entonación categórica se propone considerar la obra crítica más significativa que se haya escrito en las Argentina y denunciar cierta miseria filosófica y política del campo intelectual que le tocó como marco a la producción de David Viñas.”
Y, en efecto, la “entonación categórica”, que campea en casi todo el texto, salvo quizás cuando éste es ganado por el registro más académico —en el que Marcela logra una especie de crispada serenidad, muy propia de ella— parece contradecir una de las primeras afirmaciones programáticas del Prólogo (o “Declaración de principios”): “No postulo continuar la crítica de Viñas…”
Una primera impresión, entonces, llevaría a la necesidad de plantearse (antes de leer el resto del libro, por supuesto): ¿Cómo hará la crítica (adjetivo femenino en este caso) para no plegarse, con los diversos ademanes de la rendición, seducida o resignada, a [la crítica (sustantivo femenino, aquí) de] Viñas? Por supuesto, la respuesta es el resto del libro, que se lee, puede leerse, con esa apresurada pregunta, o sospecha, pendiente. (Escribí alguna vez que todo gran libro de crítica o de teoría tiene algo de novela policial clásica. En este caso, aquélla es una de las preguntas que guiaría la intriga.)
Y, sin embargo, el trabajo de Croce está infinitamente lejos de cualquier complacencia. Baste decir, como adelanto y pequeña muestra, que en una de las primeras páginas dice, refiriéndose a su objeto de estudio: “… el método con que opera es idealista”. Lo cual es, en su escueta e irrebatible contundencia, la suprema impugnación que podría hacérsele a Viñas. Una suerte de insulto, diría, siempre que pudiera restar de este complejo acto de habla lo que hace al orden de la agresión, dejando lo que tiene que ver con la descripción valorativa.
Acá se me impone una digresión, porque mientras leía el libro no podía dejar de pensar en mi propia relación con la escritura de Viñas, sobre todo con su crítica. Estaba entrando a Letras cuando leí por primera vez Literatura argentina y realidad política. No sé si el impacto fue inmediato; sólo puedo reconstruir aproximadamente lo que me pasaba en la cabeza en aquel tiempo: años finales de la dictadura, yo pasaba de un torpe colegio industrial y de un humillante servicio militar a estudiar griego y latín, una teoría literaria supuestamente apolítica (aquélla de los “enfoques”), una filosofía arrebatada atrabiliariamente por un falso discípulo de Heidegger… Sólo años después pude reconstruir lo ridículo, lo frustrante (a posteriori) de todo aquello, que en su momento me satisfacía por mera ignorancia, falta de ambiciones o carencia de otras perspectivas; y tardé un par de años largos en darme cuenta de que las cosas habían cambiado. El apogeo de la “primavera alfonsinista”, como la llamaban, era, en realidad, el “otoño sarleano”. Precisamente, en el primer cuatrimestre de 1986, cursé por segunda vez Literatura Argentina I con Viñas (la primera lo había hecho con el viejo Ara, teóricos en un “aula magna” donde sólo estábamos el muchacho que grababa la clase y yo, que no me animaba a irme porque el profesor hablaba para mí, desde la altura de su escritorio y desde el borde de su jubilación), Literatura Argentina II con Beatriz Sarlo y Teoría Literaria II con Josefina Ludmer. Sí, las cosas habían cambiado.
En el medio, sí, había leído los libros de crítica de Viñas y había experimentado la sensación de la “marca”, de que nada podía ser igual en mi visión de la literatura y, ya que estamos, en mi vida (no sé qué suena más pretencioso o naif, pero no quiero decirlo de otra manera).
Quizás conviene que la digresión termine acá pero, para enganchar con lo que sigue, quisiera especificar: leyendo a Viñas, supe que se podía ser “escritor” y “crítico” a la vez. Que sus novelas y sus ensayos decían lo Mismo de distinta manera, y eso estaba muy bien. (Como le oí decir a él: El capital, el 18 Brumario y el Manifiesto dicen lo mismo, pero en distintos niveles de complejidad, para distintos lectores y fines.)
Croce dedica su obra enteramente a la crítica-ensayo de Viñas, no a su narrativa. Sólo hay algunas referencias, quizás inevitables, a ésta. Hacer una correlación exhaustiva entre los dos géneros sería otra tarea titánica, que queda pendiente, sugerida. (El libro de Estela Valverde es más abarcador pero también muy superficial; tiene el único mérito de reunir datos contextuales, históricos y biográficos, difíciles de conseguir. Por otra parte, hay muy poca bibliografía sobre la obra crítica de Viñas, oportunamente comentada por Croce: un artículo de Nicolás Rosa, otro de Astutti-Contreras, y esa obra maestra de la autohumillación que es la diatriba de Julio Schwartzmann en la obra colectiva dirigida por Jitrik.)
Respecto de la obra de Viñas, no olvidar que también tiene piezas teatrales; Croce también hace escasa referencia a ellas. Yo recuerdo además un poema perdido por ahí, en un número de la revista de Casa de las Américas dedicado al Che Guevara; no lo tengo a mano, me parece recordar que era, por supuesto, muy “prosaico”, y a la vez algo críptico, como si hubiera tomado fragmentos de Cuerpo a cuerpo y los hubiera colocado “en columna”. ¿Acaso el verso no es un renglón que termina antes, como no se resigna a considerarlo el comendattore Eco?
(Continúa.)
¡Eso, que continúe! ¡Pronto!
ResponderBorrarCoincido, y que continúe así: con tripas, biografía, política, como se merece el tema. No leí el libro de Croce, leerte hace dar ganas, aunque más no sea porque no es un "paper" prudente, de esos de los que una está harta.
ResponderBorrarBueno, sí, pero eso de sacar la interna ya en la contratapa, no es un poco lastimoso? Hablen para afuera de los muros de la universidad de vez en cuando, que también existimos y no somos todos bestias y hasta algunos nos interesa Viñas!
ResponderBorrarSí, pero la interna importa, porque marca uno de los límites entre los que se sitúa toda polémica posible hoy por hoy. Me refiero a la literatura, si es lo que importa.
ResponderBorrarY no, Paul, por lo menos yo ahí estoy más de acuerdo con don Anónimo, la interna es algo muy chiquitito, por más justificada que sea la bronca de M.Croce(conozco algo del caso, es terrible). Pero no creo que la interna marque un límite en el que se sitúa la polémica, al contrario, la interna en general reduce la polémica a bandas, a maldades entre bandas (de eso, fundamentalmente, fue víctima Croce), disfraza de política cosas que no lo son, por eso los de afuera de los muros -los muros de la "ciudad prohibida", para citar el artículo al que vos hacías referencia hace unos meses-, los de afuera se aburren. Lo que les interesa es Viñas, es Croce hablando de Viñas, y tienen razón, lo otro es terrible, doloroso, vergonzoso, pero no es lo interesante, es demasiado anecdótico y ejemplificador de un mundo aislado.
ResponderBorrarTe podría contar la interna de los mediocres burócratas estalinistas contra que el libro de Bajtín sobre RAbelais, tesis que quiso ser doctoral y no fue aprobada como tal. Hoy no recordamos los nombres de los mediocres que le negaron al gran ruso el título de doctor, hoy sólo leemos ese libro inmenso y la historia de su interna no es más que una anécdota más de tanto atropello del régimen, ni siquiera la más significativa.
A mí me parece cada vez más que las movidas significativas no van a surgir adentro de los muros de la Ciudad Prohibida, aunque ahí adentro también haya gente valiosa y aunque ahí trabajemos nosotros, creo que van a surgir mirando hacia afuera, trabajando afuera, como surgieron por otra parte siempre, o casi siempre. Ni la Escuela de Frankfurt perteneció a la universidad de Frankfurt ni la movida de los sesenta (Contorno, Masotta, la nueva izquierda) se hizo discutiendo internas adentro de la uba, lo cual por supuesto no impide que en uno y otro lugar hubiera gente de adentro, pero no solamente de adentro, y sobre todo no mirando para adentro, no enganchándose con el tono reivindicativo dolido contra ese adentro.
Bah, qué sé yo, es que por mi propia experiencia me parece que hay que protegerse, y ese dolor reivindicativo no sólo no sirve sino que amenaza con destruirnos como intelectuales. Ejemplos los hay, y clarísimos.
uy, tuve que desconectar pronto, mandé el comentario y no releí, enlo de Bajtín me quedaron cosas sin borrar de una frase que empecé y no seguí, sepan disculpar. E.
ResponderBorrarViva viva Elsa Drucaroff
ResponderBorrargrita fuerte Anónimo en off!!!
A propósito de lo que decís, Valle, ¿habrá muchos o pocos académicos que crean que la literatura existe también fuera de la facultad? Y en todo caso, ¿cuántos habrá que esa existencia por fuera les suscita furia, negación, desprecio, envidia? No sé de qué habrá sido víctima Marcela Croce (aunque no saberlo les parezca a algunos inconcebible, y uno un asunto tan pequeño como el problema que mi mamá tuvo -y no menor- con la AFIP); pero ¿qué te parece que causa la "crispación", como vos lo llamás, del estilo Croce? Imaginemos un taller de lectura conducido por ella: te aseguro que amas de casa con inquietudes, y jovenes poetas de buena voluntad, y señores que aman la lectura, ¡saldrían espantados ante su furibundo odio por gente como Jitrik, Altamirano, Gramuglio -que para usar la boutade de Halperín- no puede juzgarse tan interesante como Tomás de Aquino. ¿Por qué está siempre tan dura y nerviosa? ¿Sigue en marcha la revolución dentro de la facu cuando hace mucho que paró afuera? ¿O esa es la ficción que viven y construyen?
ResponderBorrar¡No me atosiguéis! Todavía faltan dos partes. Ah, y guarda con la revolución que paró afuera, a ver si te pasa por encima (ya que no por al lado, que a lo mejor te convendría). ¿Era Luis XVI el que pasó de afeitarse a ser decapitado mientras pensaba que no pasaba naranja? ¿O el presidente de Bolivia?
ResponderBorrarPaul, a mí el deseo de la revolución me conmueve, lo apoyo, lo comparto... Pero de ahí a hacer esas advertencias, y esas comparaciones... Digo, hay algo que se llama principio de realidad. Pero bueno, sin ánimo de atosigarte, creo que lo interesante de esta discusión es que alguien con intereses tan acordes con los tuyos y los míos, y que "no pertenece" (espero que se lea la ironía), protesta por esa tendencia a producir tildados con el ghetto, en el ghetto y contra el ghetto, y encima en un ghetto que en efecto no es demasiado interesante. Y ojo que a veces caí en esas cosas yo también, incapaz de dominar mi herida personal o cegada por la paranoia que genera ese mundo malsano. Es una pena, porque aunque yo no creo que ninguna revolución vaya por el momento a pasarme por encima, sí creo que es más urgente que nunca aportar a esta sociedad estancada y descompuesta (que integramos) ideas y discusión, obligarla a mirarse y pensarse, y cuando alguien como don Anónimo quiere voluntariamente mirarse y pensarse, espera legítimamente que lo que produce la academia lo interpele, pero resulta que encuentra una barrera que lo desalienta o lo aburre, o más bien lo enoja, porque poner en primer plano una interna es, nos demos cuenta o no, cagarse en él, explicarle que lo de afuera es lo de menos. Igual haría la madre de don Anónimo si en medio de una discusión de fondo sobre políticas impositivas regresivas antepusiera su odio al funcionario de la AFIP que le amarga la existencia.
ResponderBorrarEn fin, don Anónimo, estoy de acuerdo con vos. Lamento no encontrar rima para vivarte el nombre (las rimas con esdrújula son complicadas) pero ya que estoy, te convoco para algo que hace un año andamos construyendo extra muros, y te convoco a vos también, Paul: no será la revolución pero vale la pena. ¿No quieren unirse al grupo de lectores de literatura argentina actual, llamado Mataronakenny, que se reúne los sábados a la tarde? Grupo heterogéneo y mezclado si los hay, extramuros en el mejor sentido, intergeneracional también. Si les interesa, avisen y les cuento por e-mail.
Elsa, estoy de acuerdo con mucho de lo que decís y con cómo lo decís, "principio de realidad" inclusive. Pero no transo tan fácilmente con que la revolución esté liquidada. Eso no es principio de realidad sino expresión de deseos. Basta mirar la calle y leer los diarios. La clase media no es (no somos) el ombligo del mundo. Hay resistencia por todos lados, aunque no sea la ideal o la que más nos guste. Todos los días muere gente luchando contra el sistema. Y esto mueve la historia, aunque el rumbo no esté tan claro como creíamos antes. Para ser "bueno": si esta era la ficción a la que se refería anónimamente (y agresivamente) el conspicuo Anónimo, puede ser... Pero hay maneras y maneras de decirlo, y ciertas maneras exigen ciertas respuestas.
ResponderBorrarAparte: es particularmente injusto tirarse contra gente que quiere, a su manera y quizás muy precariamente, romper con lo académico tradicional (pagando ciertos precios por ello, interna mediante). Desde adentro, obviamente, ¿o hay que sabotear la Academia desde afuera? Eso ya lo hace el gobierno, y muy bien. Y la televisión, y Radio 10, etc.
ResponderBorrarEn resumen: Luca, ¡¡¡cursá Problemas..., que te vas a divertir!!!
ResponderBorrarQuisiera contribuir a la polémica en torno del libro de Croce sobre Viñas. Es cierto que la contratapa y el prólogo se ocupan de algo anecdótico, pero haría dos observaciones:
ResponderBorrar1) Lo anecdótico es lo contextual, y como tal vale.
2) Si es anecdótico, y estamos de acuerdo, y el libro lo subraya dedicándole apenas tres páginas de las trescientas y pico que tiene, ¿por qué lo leen como lo central? No juzgo aquí el valor del texto, pero es obvio que no depende de ninguno de sus "paratextos", para decirlo con Kristeva.
Me sumo al reclamo de Anónimo y Elsa D. para que continúe el análisis de Paul.