"Con el fin de evitar la vergüenza o ganar un nombre, los jóvenes samuráis se sometían a todo tipo de privaciones y pasaban durísimas pruebas de sufrimiento físico y mental. Sabían que el honor que se gana en la juventud crece con la edad. En el memorable sitio de Osaka, un joven hijo de Iyéyasu, a pesar de que suplicó que lo colocaran en la vanguardia, fue situado en la retaguardia del ejército. Cuando el castillo cayó, estaba tan apenado y lloraba tan amargamente que un viejo concejal trató de consolarlo con todos los recursos de que disponía. 'Consuélate, señor -le dijo-, con pensar en el largo futuro que tienes por delante. Piensa en lo mucho que puedes vivir y en las ocasiones que tendrás para distinguirte.' El muchacho fijó su indignada mirada en el hombre y le dijo: '¡Qué palabras necias! ¿Acaso volveré a tener catorce años?'" (del Bushido).
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