"Pese a que el Papa había aparecido fotografiado con el dictador en el balcón del Palacio Presidencial, la juventud de Chile abrazó fervorosamente el mensaje de paz que el Supremo Pontífice traía al país. De manera que cuando Juan Pablo II les preguntó, en un excelente castellano, si renunciaban a los demonios de la avaricia, la respuesta fue un sí estrepitoso, y cuando los volvió a interpelar, si acaso estaban dispuestos a renunciar también a los demonios de la violencia, el sí que se escuchó fue aún más ensordecedor. Y fue entonces que el Jefe de la Iglesia Católica se entusiasmó, puede haberse equivocado al no darse cuenta de cómo habían sobrevivido la represión aquellos febriles adolescentes. Puesto que quiso saber si la multitud de jóvenes estaba pronta a renunciar a los demonios del sexo y sobre ese punto tampoco hubo, según me cuentan, la menor vacilación. Desde adentro de los genitales y la sangre galopante de esos cien mil cuerpos, desde lo más profundo de las cien mil gargantas, se oyó un No irrevocable y categórico" (Ariel Dorfman, "Los cinco minutos de Juan Pablo II", en Página/12 de hoy).
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