No está de más recordar que esta semana empieza la 31 Feria del Libro. Mañana, las jornadas para profesionales. El jueves, "al público".
Por mi parte, no estoy en condiciones de discutirla o de intervenir coherentemente en la interminable polémica sobre su función durante la dictadura: ¿espacio de "resistencia" o careteada infinita mientras notorios intelectuales eran censurados o directamente desaparecidos? Para mí fue lo primero, pero no puedo negar que históricamente tiene mucho más fuerza lo segundo.
En todo caso, lo que sí voy a comentar es la extraordinaria caradurez de algunos editores (dueños de editoriales, más bien) que reclaman ayuda del Estado para “fomentar el hábito de la lectura” y (el colmo) para que compre libros y los reparta en las escuelas o en cualquier otro lugar… Claro, otra vez el Estado-bobo, pero los bobos somos los que pagamos impuestos. ¿Así que el Estado tiene que cuidarles el quiosco a estos generalmente acaudalados señores?
Sin duda, son responsabilidad del Estado la educación, que quizás con el tiempo produzca lectores, y una mejor distribución del ingreso, que quizás produciría compradores de libros. Pero me gustaría que esos editores también pensaran en poner lo suyo, o por lo menos en admitir que, si el Estado va a contribuir a sus bolsillos privadísimos, también debería inmiscuirse más en otros pequeños detalles: márgenes de ganancia, pago de impuestos (bien y más), depósito legal de libros como establece la ley 11723, mejores sueldos para su personal, que no lo tengan en negro, que paguen los derechos de autor como deben, y un largo etcétera.
Lo que pasa es que, igual que en el tema de la crisis del 2001 (1 a 1, ahorros-préstamos en argendólares), muchos quieren disfrutar las ventajas del capitalismo y las del socialismo juntas. Y eso no se puede.
Después de todo, si tanto les gusta el capitalismo, ¿por qué no se van a vivir a USA?
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