Como todos sabemos, en los andenes de los subtes hay unos televisores que, entre otras cosas, dan la información sobre la frecuencia de servicio de las diversas líneas. Generalmente, dicen que todas están “normal”. (A veces, es cierto, reconocen alguna demora.) Lo curioso es que, cuando dicen “normal”, uno quizás está precisamente en un andén de esa línea (me ha pasado), comprobando, con impaciencia y una módica indignación, que no está “normal”, que tarda varios minutos más de lo que dice la información.
Se me ocurrió llamar a esto el “método Duhalde-McLuhan”, para citar/unir a dos grandes expertos en medios masivos. ¿Se acuerdan de cuando Duhalde era gobernador de Buenos Aires e inauguraba obras todos los días? Hospitales, escuelas, etc. Vacíos, inútiles. O bien llenos con implementos que se iban mudando de edificio en edificio, según la sucesión de las inauguraciones. Claro, el acto era visto por millones de personas en la televisión, abonando el clásico “roban pero hacen”; mientras la “verdad” era conocida sólo por los vecinos del servicio falsamente inaugurado (y los hospitales y las escuelas verdaderamente existentes se caían a pedazos).
En el subte pasaría lo mismo: los que experimentan directamente la mentira son muchos menos que los que adquieren la sensación de que todo está "normal".
En realidad, Carlitos M. también hizo algo parecido, pero con su estilo, a lo grande. Inauguró por fin la postergada Biblioteca Nacional... con un pequeño detalle: la mayor parte no funcionaba todavía; y tardó mucho tiempo en abrirse a pleno. Pero ¿quién se acuerda de este pequeño desfasaje si la gloria es la misma? Sólo son falsos los tiempos y dos o tres nombres propios, diría Georgie.
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