26.1.05

Turismo

(A propósito de este verano, en que una Buenos Aires babélica como nunca se ve literalmente infestada de turistas extranjeros a los que el astuto nativo se apresura a expoliar algunas divisitas, magra limosna de la globalización en general y de nuestra economía en particular.)

“La burguesía nacional, que toma el poder al concluir el régimen colonial, es una burguesía subdesarrollada. Su poder económico es casi nulo y, en todo caso, sin semejanza con el de la burguesía metropolitana a la que pretende sustituir. (…) En el seno de esta burguesía nacional no hay ni industriales ni financieros. La burguesía nacional de los países subdesarrollados no se orienta hacia la producción, los inventos, la construcción, el trabajo. Se canaliza totalmente hacia actividades de tipo intermedio. Estar en el circuito, en las combinaciones, parece ser su vocación profunda. La burguesía nacional tiene una psicología de hombre de negocios, no de capitán de industria. (…) Después de la independencia, esta burguesía subdesarrollada, numéricamente reducida, sin capitales, que rechaza la vía revolucionaria, va a estancarse lamentablemente. No puede dar libre curso a su genio del que podía afirmar, un poco ligeramente, que fue coartado por el dominio colonial. Lo precario de sus medios y la escasez de sus cuadros la reducen durante años a una economía de tipo artesanal. En su perspectiva inevitablemente muy limitada, una economía nacional es una economía basada en lo que se llama los productos locales. Se pronunciarán grandes discursos sobre la artesanía. En la imposibilidad en que se encuentra de establecer fábricas más rentables para el país y para ella, la burguesía va a rodear a la artesanía de una ternura chauvinista que coincide con la nueva dignidad nacional y, además, le procurará sustanciales utilidades. Ese culto a los productos locales, esa imposibilidad de crear nuevas direcciones se manifestarán igualmente por el hundimiento de la burguesía nacional en la producción agrícola característica del periodo colonial. La economía nacional del periodo de independencia no es reorientada. Siempre se trata de la cosecha de cacahuate, de la cosecha de cacao, de la cosecha de aceituna. Ninguna modificación se introduce tampoco en la elaboración de los productos básicos. Ninguna industria se instala en el país. Se siguen exportando las materias primas, se sigue en el plano de pequeños agricultores de Europa, de especialistas en productos sin elaborar. No obstante, la burguesía nacional no deja de exigir la nacionalización de la economía y de los sectores comerciales. (…) La burguesía nacional descubre como misión histórica la de servir de intermediario. Como se ve, no se trata de una vocación de transformar a la nación, sino prosaicamente de servir de correa de transmisión a un capitalismo reducido al camuflaje y que se cubre ahora con la máscara neocolonialista. La burguesía nacional va a complacerse, sin complejos y muy digna, con el papel de agente de negocios de la burguesía occidental. Ese papel lucrativo, esa función de pequeño gananciero, esa estrechez de visión, esa ausencia de ambición simbolizan la incapacidad de la burguesía nacional para cumplir su papel histórico de burguesía. El aspecto dinámico y de adelantado, el aspecto de inventor y descubridor de mundos que se encuentra en toda burguesía nacional está aquí lamentablemente ausente. En el seno de la burguesía nacional de los países coloniales domina el espíritu de disfrute. Es que en el plano psicológico se identifica a la burguesía occidental cuyas enseñanzas ha absorbido. Sigue a la burguesía occidental en su lado negativo y decadente, sin haber franqueado las primeras etapas de explotación e invención que son, en todo caso, un mérito de esa burguesía occidental. En sus inicios, la burguesía nacional de los países coloniales se identifica con la burguesía occidental en sus finales. No debe creerse que quema etapas. En realidad, comienza por el final. La está en la senectud sin haber conocido ni la petulancia, ni la intrepidez, ni el voluntarismo de la juventud y la adolescencia. En su aspecto decadente, la burguesía nacional será considerablemente ayudada por las burguesías occidentales que se presentan como turistas enamorados del exotismo, de la caza, de los casinos. La burguesía nacional organiza centros de descanso y recreo, curas de placer para la burguesía occidental. Esta actividad tomará el nombre de turismo y se asimilará circunstancialmente a una industria nacional” (Fanon, Los condenados de la Tierra).




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