de Juan Gelman
Los poetas se mueren de vergüenza,
ningún decreto los prohíbe,
ninguna radio los calumnia,
los poetas se mueren de vergüenza.
Alguna vez, de noche,
se ve pasar a un poeta con camello,
ubro de péstalos con crama espaminostas,
lástima, lástima, dicen las vecinas,
porque era un buen muchacho.
Muchos de ellos se encuentran sin cojones
en el momento culminante del cariño:
no es problema, se escriben un versito
pa' la posteridá.
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