- Bonasso, Miguel, Diario de un clandestino, Buenos Aires, Planeta, 2000.
Como siempre en Bonasso, uno se siente superado por lo que se cuenta y no se atreve a hacer objeciones “meramente formales”. Sin embargo, eso era más fuerte en Recuerdo de la muerte, porque acá todo ha mejorado mucho.
Y es curioso, porque se trataría de un diario íntimo, de notas apenas retocadas. Esto no se puede creer y da para un análisis más fino de los tiempos, o la perspectiva temporal. Hay cosas que pudo haberlas escrito al calor de los hechos, pero otras muchas las agregó después y se nota bastante. Ojo, no es ningún pecado, al contrario, le da al libro cierto sabor entre ficcional y algo que no sabría definir.
Con respecto a mí, sigo leyendo y amargándome con estas cosas. (Ahora estoy con el Galimberti, sensación de este verano extraño del 2001; quizás sea la próxima nota, porque intuyo que lo voy a devorar.)
¿Qué me fascina de esa época? Lo que me horroriza es evidente.
Lo asocio, Alá me perdone, con otra obsesión mía: Alemania. Y es que ambas cosas tienen su origen en la infancia, en recuerdos que apenas poseo. Alemania, por los cuentos de hadas, mis primeros libros, Heidi, qué sé yo. Y las décadas del sesenta y setenta por mis lecturas tardías de la revista Gente acumulada en el cuartito de mi casa. Las fotos de los atentados, el look de chicas y chicos, el clima que se respiraba, tan lejos de la realidad mía.
Difícil de explicar, pero por ahí va. Seguiremos.
(2001)
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