11.9.09

Papeles viejos/24

(Notas sobre Carpentier)

- Alejo Carpentier, Los pasos perdidos, La Habana, Pueblo y Educación, 1989.

Anotaciones en las últimas páginas (para fiacas):
- ambigua dialéctica Europa-América (reencuentra la primera en la segunda).
- organización deíctica de la literatura latinoamericana (v. Cortázar, Rayuela)
- epígrafes ---> serie
- primordial/barroco
- el protagonista es músico y compaginador (como los de Suar!) v. Eisenstein.
- el pesimismo final (¡limitado a los artistas!) lo salva de la debacle ideológica, de una reconciliación final antidialéctica

Bibliografía:
González Echevarría, Roberto, “Ironía y estilo en Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier”, en Asedios a Carpentier. Once ensayos críticos sobre el novelista cubano, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1972.

(2001)


- Alejo Carpentier, El recurso del método, Madrid, Siglo XXI, 1980 (1974).

Otra vez Carpentier, esto sí está en la línea de mis desesperadas lecturas actuales.
Ideal para incorporar, también, en aquella famosa tesis mía sobre los dictadores en la literatura latinoamericana (Sarlo tendría que haberlo puntualizado), con la exquisita distinción barthesiana de “personaje” y “figura”.
Aquí el Señor Presidente, o Primer Magistrado, es un dictador sin nombre, que reúne rasgos comunes a muchos otros, y se distingue también, por qué no. Muchos son nombrados: Porfirio Díaz, Rosas. (La hija del dictador, Ofelia, se parece más a Zulemita Menem que a Manuelita Rosas.)
Es un dictador ilustrado, que habla idiomas y gusta la cultura internacional, eso sí, con rasgos netamente conservadores (también en esto). Claro, no es militar de carrera.
Algunas coincidencias sorprendentes —o no— con la actualidad: el principal opositor del dictador es El Estudiante, que tiene muchos rasgos del subcomandante Marcos; hay una rebelión de la clase-media-comerciante de la ciudad. Etc.
Un detalle formal: los narradores varían, a veces en medio de un párrafo.
Característica en común con Los pasos perdidos: fuerte estructura deíctica acá/allá (así, en bastardillas), pero con muchos más cambios de foco, porque los personajes se desplazan varias veces entre Europa y América.
Para desarrollar: tendencia a la enumeración. 1) ¿Función opuesta a la que tiene en Borges? Diría que sí. 2) ¿Rasgo barroco? No lo creo: el barroco (ver Lezama) tiende a lo hipotáctico, no a lo meramente paratáctico. Pero ver.

(2002)


- Alejo Carpentier, Guerra del tiempo, Madrid, Alianza Cien, 1993 (1958).

Contiene tres cuentos célebres: “Viaje a la semilla” (lejos, el mejor), “Semejante a la noche” y “El camino de Santiago” (probablemente, una nouvelle).

Repito que el primero, quizás el más famoso, es también el mejor. Las relaciones que plantea entre tiempo y lenguaje son extraordinarias. Ver frases o expresiones como:
“Cuando el médico movió la cabeza con desconsuelo profesional, el enfermo se sintió mejor.” (Recordar que el tiempo está yendo hacia atrás.)
“... como era costumbre, los esposos fueron a la iglesia para recobrar su libertad.”
“... alcanzó la minoría de edad.” (¡Genial!)
“Después de mediocres exámenes, frecuentó los claustros, comprendiendo cada vez menos las explicaciones de los dómines.” (Acá el gerundio agrega una complicación adicional.)
“Cuando Marcial adquirió el hábito de romper cosas...”

En “Semejante a la noche” se yuxtaponen y paralelizan relatos sobre hombres jóvenes que parten hacia la aventura: Troya, América. En el último capítulo, el lector cree que se trata de un personaje y en realidad es el otro, lo que profundiza lo “semejante”. (El título debe de ser alguna cita que no alcanzo a develar.)

El relato más largo, “El camino de Santiago”, presenta una suerte de bucle o Moebius, con un falso o irresponsable peregrino a Santiago que en el camino es tentado para ir a América y, cuando vuelve, tienta a otros a su vez. Aquí también se paralelizan (irónicamente) ambas “peregrinaciones”. Y desde el Cielo se condona en paralelismo, ya que se va a América para “evangelizar”, lo cual es casi mejor que cumplir una promesa de peregrinaje.

(Sigo leyendo a Carpentier: El acoso por un lado, y ensayos por el otro. Éstos, en una excelente edición cubana, diría que completa. Se me ocurre que pocos escritores de este continente han sido tan consecuentes y coherentes en sus obras teóricas y en sus narraciones, por lo menos en el nivel de la “búsqueda”, si no en los logros. Lo cual no impide que haya contradicciones, al contrario, incluso porque van a ser más interesantes. Todo habría que verlo.)

(2002)


- Alejo Carpentier, El acoso, Barcelona, Seix Barral, 1985.

Una novela difícil. Alusiva, con muchos altos temporales. Cuesta seguir el hilo del relato y Anderson Imbert dice muy bien: sólo al leerla la segunda vez se “reordena”. (Esto parece obvio, pero no lo diría, por ejemplo, de Los pasos perdidos, que también es una novela muy elaborada, mucho más extensa, pero, en este sentido, más “lineal”.) A veces, no saber dónde está situado uno molesta demasiado en la lectura, y esto sin saber con toda seguridad que sea lo buscado por el autor. (Supongo que esto no importa, pero habría que ver.)
Se me ocurre que los dos personajes son como “emanaciones” o “conjuros” del propio Carpentier, o de lo que él pudo ser y evitó ser (quizás). Por eso uno estudia arquitectura y otro música, y el primero, además, es miembro del PC hasta que se hace “terrorista”. Digo “conjuro” y me estoy acordando (vaya relación) del Carlos Riga de El mal metafísico, que es una mezcla del propio autor, Gálvez, y de Evaristo Carriego, que es lo que el autor habría sido si no se hubiese “curado” de la bohemia, y de otras enfermedades, gracias sobre todo al empuje afectivo (y económico) de la Bunge.

(2002)

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