5.3.05

... es marcadamente una excepción (o una confirmación a la regla, según se mire) que una de nuestras más talentosas críticas, Beatriz Sarlo, escriba hoy desde la miscelánea revista Viva que acompaña los domingos al diario Clarín. Es posible que los corrillos prejuiciosos del oficio crítico murmuren acerca de este pasaje un tanto irreverente, casi escandaloso para esos mismos prejuicios que confirmarían el reparto preestablecido de las tareas (el experto en la universidad, el periodista en el suplemento Viva). Las preguntas que esta excepción suscita, sin embargo, pertenecen al orden del lenguaje y las posiciones en relación con el lenguaje. Si Sarlo escribe allí, ¿se la leerá como profesora que abandona su discurso académico para hacerse inteligible, pues la separación cultural postula que no puede haber un lenguaje común? ¿Se la leerá como “crítica cultural” y, por lo tanto, como continuadora del lenguaje analítico y literario que empleó en Escenas de la vida posmoderna? ¿Son estas unas escenas de la vida cotidiana, unas remozadas aguafuertes compuestas por una experta que las dotará de un significado para revelarlas con nueva luz a los propios actores o espectadores de las escenas, los lectores de Viva? Mucho me temo que estas preguntas no sean las que a Sarlo le interesen, ni que sean interesantes. Habría que preguntar, en cambio, por la eficacia de la excepción, entendiendo por “eficacia” el impacto que el lenguaje de la crítica literaria pueda tener como fuerza dislocadora, desacomodadora de los prejuicios o los juicios del sentido común que poseen los lectores de Viva. Quizá le esté pidiendo a Sarlo, o a la crítica literaria, demasiado: que sea capaz de introducir un subrepticio ruido, una disonancia imperceptible pero activa en los discursos apabullantes de la trivialidad. Pero admitiendo mi parti pris respecto de la crítica, ¿son estas las intenciones de Sarlo? ¿O poco importan las intenciones, si fuera cierto que el lenguaje y el dispositivo del medio siempre logran capturar el lenguaje y la óptica de cualquier discurso anómalo que contienen? Salvo que Sarlo (presentada como “escritora y ensayista”), o su “opinión” (puesto que su “opinión” es lo que nos promete el índice) concuerde con el modo de pensar de la revista.
No soy competente (ni tengo espacio) para desentrañar la ideología del discurso periodístico de Viva. Pero sí intuyo una operación de acomodamiento del lenguaje y la perspectiva de Sarlo al sentido común. Y no precisamente para perturbarlo, sino para corroborarlo. Una escena parece decir: “Los pobres están allí, piden medialunas en la panadería, apenas se comunican entre sí, y yo no puedo ni tendría sentido que les preguntara nada, salvo darles o no darles limosna”. En palabras de Sarlo: “La fealdad es pintoresca sólo cuando es lejana y se la visita muy de vez en cuando”. En otra escena, a propósito de músicos callejeros, asistimos a sus preferencias por el jazz “moderno” y las variaciones contemporáneas del viejo tango, a su juicio portadores de mayor placer estético que el chorreo estrepitoso de las cumbias. La existencia de estos músicos “vanguardistas” o aggiornados la hacen respirar aliviada (como también a los lectores), como si dijese: “no todo está perdido todavía en materia de gusto musical”. O para decirlo con las mismas palabras suyas: “No es sólo un lugar común decir que la Argentina se ha vuelto más latinoamericana”. Observemos: sólo se niega el lugar común para reafirmarlo.
Hay una jerarquía de los valores estéticos —parece decir Sarlo—, en consonancia con lo que afirmó apelando a otro lenguaje en Punto de Vista 48, en un trabajo llamado “El relativismo absoluto o cómo el mercado y la sociología reflexionan sobre estética”. Esta jerarquización merece la crítica de quien ha sido nuestro punto de partida, Jean Franco: “La defensa que hace Sarlo del valor estético no puede ser liberada tan fácilmente, como ella quisiera, de la cultura exclusivista y elitista del modernismo”(17). Quizá este elitismo solapado que le descubre Jean Franco no esté tan lejos de las aspiraciones jerárquicas de orden que podrían rastrearse en las trivialidades de Viva, o en su ideología de clase media acorralada.

(Jorge Panesi, en El interpretador.)

18 comentarios:

  1. Esto es sólo una prueba. Gracias.

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  2. Después de leído este largo artículo de Panesi, uno termina por acordar con él, tanto como por admiración como por -a qué negarlo-un tanto de cansancio. Y sin embargo, ¿no hay detrás de sus críticas a Sarlo por escribir en la revista Viva un tufo elitista? ¿No lo hay, incluso, en el rechazo del sentido común, como si la gente común fuera la misma caca, y en la expresión parti pris, un dejo, no digo de tilinguería, pero sí de torre que se siente amenazada por el aluvión zoológico? De hecho, uno porque fue alumno de él y lo conoce, no lo identifica al leer este artículo, con alguien del tipo de Alicia Jurado, la gran bruja de la Oligarquía argentina; pero no hay en el esa fatiga por pensar siquiera si hay algo así como un lector de la Revista Viva una especie de languidez principesca? ¿No hay, respecto de Clarín, la secreta convicción de que es el enemigo mucho más poderoso, y de que hay que descalificarlo porque esa es el arma que nos queda a los very Few? ¿Y no habrá en Sarlo, por lo tanto -nunca es tarde- la nueva convicción de que también hablarle a la gente que está por fuera de los muros del aula vale la pena? Hablarla, digo, y escucharla. Como tantas veces, uno siente deseos de que lleguen algunos a meterle, a Panessi y a sus opiniones tan cuidadosamente esquivadoras del sentido común, las patas en la fuente. Leopoldo Brizuela

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  3. Anónimo5:24 p.m.

    leopoldo: totalmente de acuerdo con vos en este punto. quizás habría que pensar si el tono taan pavo de las columnas de sarlo no implican en ella también una idea un tanto despectiva respecto del "común". quiero decir: quizás podría haber un intermedio entre el teoricismo de sarlo en punto de vista y el facilismo de viva. de hecho, lo hay, cuando escribe columnas políticas en cualquier medio, en bazar americano. pero de todas formas, como política la de sarlo me parece mucho más interesante que la de panesi. alguien vio a nicolás rosa en el programa de morales solá?

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  4. ¡Ey! Estoy de acuerdo con vos, Serge, ¿debería preocuparme? A mí me pareció que Panesi no toma partido explícitamente, pero hace hablar a Jean Franco para resaltar las contradicciones de BS: escribimos al común de la gente pero igual nos gusta Chantal Ackerman. Algo así.

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  5. Y sí, lo vi a Nicolás Rosa con Morales Solá. Desopilante, como siempre. Pero también me pareció más coherente que de costumbre. ¿Se hace el loco sólo en Puán? Son privilegios del genio. Es una lástima que no sea un tipo más conocido, porque es brillante.

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  6. A ver, digámoslo pavamente: ¿no hay un diagnóstico demasiado rápido de lo que es sentido común y de la gente que lo sustentaría? ¿No es tan vacua esa rapidez como la de la señora gorda para quien toda la clase media es cache, y por lo tanto no vale la pena? Porque "por debajo" de Panessi y Sarlo no sólo están los lectores de Viva, que apuesto a que no son tan uniformes como Panessi -y nosotros creemos -¿o nunca compraron Clarín? También están los que no leen ni siquiera Viva. Para hacer una comparación que supongo que muchos detestarían, mi abuela Felisa, que era casi analfabeta, y que en muchos sentidos adhería al sentido común, no era ninguna imbécil ni una "descaminada" al analizar la gente y la política. Eso de atacar el sentido común porque es común y nada más me suena tan frívolo como alabar la transgresión por la transgresión en sí, como si transgredir implicara un valón y no dependiera de qué es lo que se transgrede: esta confusión la sostenía, recuerdo, hasta Moria Casán. Pero volviendo a Panesi, creo notar también cierto tufillo de -por qué no decirlo también- celos porque a Sarlo en Viva la leen, digamos, cien mil personas y el habla -digamos- para unas cien por año. Se lo ve un tanto empeñado en definir que esas cien son mejores que las cien mil. En fin. Leopoldo Brizuela

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  7. De acuerdo Serge. Por otro lado, he oído muchas veces a gente muy respetable de Clarín -y no hago nombres, pero pienso en alguien que era de la cátedra de Pezzoni y de Romero- nadie "por debajo" de Sarlo o Panessi - algo que me parece verdad. Que hay muchos intelectuales -yo no me considero un intelectual, no lo digo por mí- capaces de escribir, digamos, una columna de opinión. Pero hay pocos que puedan librarse de la jerga -lugar común académico, porque es conveniente aclarar que allí también existe. Uno no se lo imagina a Panesi escribiendo en viva, y no digamos a Nicolás Rosa, por razones ideológicas, de acuerdo; pero también porque, simplemente, hay poca gente capaz de hablar con la gente de "afuera" de los muros, y en la mayoría de los casos, salir del lenguaje del paper. Es probable que Sarlo hable de una manera un poco demasiado liviana, de acuerdo con una imagen de lector quizá también superficial; pero en sí, el intento es válido. No porque le haga un bien al lector solamente, sino porque le hace un bien al que escribe. Y aquí sí puedo dar un ejemplo. Yo escribía reseñas para Clarín hasta que M. Sánchez me exigió, sin pagarme, exclusividad ¡en plena crisis...! Pero por favor, le rogué, ¿querés que metenenga con cien pesos por mes? Sí: está en mi historia personal de la infamia. Bueno, entonces me pasé a La Nación, donde debí hacer un muy positivo ejercicio -al menos para mí- para limpiarme de jerga y llegar al lector del Suplemento, cosa que muchos creen imposible. PUes bien: no lo es. Me encontraba todo el tiempo diciéndome: cuando digo "registro" qué mierda quiero decir? cuando digo isotopía, qué carajo quiero decir? Sorpresa: existe una palabra, en el vocabulario habitual, en general mucho más elegante, para decir lo mismo. Volviendo al principio. Sé que mi pensamiento está muy cerca del sentido común en muchas cosas, y qué. Lo cierto es que sé que encontré una vía de comunicación con el lector no especializado, y que libros como el de Galasso o el de Lobo Antunes se vendieron más por mis reseñas. ¿PUedo decir algo que suena ridículo, lo sé, después del maravilloso Barthes? Uno tiene la obligación de la transparencia, tanto más cuanto más complicada es la idea que quiere expresar. A veces la oscuridad disimula la confusión. ¡Sobre todo en los lacacnianos! En nuestra manteria al menos, si uno tiene claro lo que quiere decir, lo puede decir claramente. Lo veo, todos los días, en gente que me trae libros ilegibles y aparentemente inmodificables, que con unt rabajo de corrección se vuelven gratos, como decía Bioy Casares.

    Leopoldo Brizuela

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  8. NO, no me contengo de citar unos dos últimos ejemplos sobre la oscuridad cool, pero completamente al pedo del Suplemento C de M. Sánchez. Recuerdo que una nota extraordinaria de Martín Kohan sobre la novela historica fue condenada a que nadie siquiera la hojease porque llevaba este título en la primera plana: "LAS NARRATIVAS DEL PATRIOTISMO". Pero el título del número dedicado a la Feria del Libro merece el GUinness al rebuscamiento: "¿QUE FUE DEL PROYECTO DE LA ILUSTRACION?" Espantan lectores a propósito, porque tener lectores a los que le guste la novela histórica o vayan a la feria del libro me parece que no es demasiado elegante.

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  9. Y si Panessi -que hasta donde sé pertenece a la "clase media amenazada" tanto como ustedes o yo- tiene una ideología que no es la de su clase, ¿qué ideología será? ¿La clase alta desposeída? ¿La aristocracia del espíritu, como la llamaba Victoria Ocampo?

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  10. Bueno, ya que estamos con malas traducciones, "narrativas" debería ser "relatos" ("great narratives" son los "grandes relatos", etc.).

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  11. Anónimo3:12 a.m.

    che pablo, tan terrible soy (o me he mostrado acá) que no te hace mucha gracia estar de acuerdo conmigo?
    siguiendo con el acuerdo: es evidente para mí que el "sentido común" no es algo que haya que descartar de por sí; de hecho es una construcción bastante complejo. digo: la idea del genio no tiene mucho crédito hoy en día, y con justicia: uno tiende a pensar más en acumulación de saberes colectivos
    incluso los "lugares comunes" en literatura: normalmente son potentes, el único problema es que han sido sobreutilizados no?

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  12. Bueno, si hablamos de lugares comunes, en cualquier situación comunicativa son muchos más los elementos convencionales que los nuevos, ¿no? No digamos en una novela. Uno usa cosas ya inventadas y apenas si las combina en forma diferente. Incluso los más raros de los escritores. La fe en hacer algo completamente nuevo es tan ingenua que bordea la idiotez: algo completamente nuevo sería por definición ininteligible. Por otro lado, volviendo al tema de Panessi, y pensando en nuestra historia política: en Eva Perón, en las Madres de Plaza de Mayo, en fin, en los movimientos políticos y sociales de los últimos años, ¿no nacen -y representan- a esas capas sociales que Panessi desprecia tan olímpicamente por adherir al sentido común, de las que espera sólo sentido común? ¿No es infinitamente más convencional Panessi, en sus actitudes y no sólo en su discurso, digo, que los movimientos mencionados? Leopoldo Brizuela

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  13. Anónimo11:27 p.m.

    yo lo pienso como un tema generacional, un poco: la cuestión del "margen". a los sobrevivientes de esa generación no les quedó otra que regodearse un poco con la cuestión del margen: lo entiendo, pero también en un punto era un margen que no era tal. (yo no estoy en la academia; vos pablo tendrás tu versión al respecto): de hecho, la mayoría de ellos (e.g., quienes por motivos generacionales "refundaron" la carrera de letras de la uba) se quedaron apoltronados en sus cátedras de una universidad totalmente a la defensiva, como administradores del canon marginal. no juzgo, en un punto: es la situación histórica que les tocó. pero me interesan más los que, incluso desde posiciones confrontadas, como viñas y sarlo, salen a la palestra, que quienes se quedaron en la retaguardia, intraducibles, incomprensibles; bueno, finalmente contentos con su función pedagógica, que tampoco es poco

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  14. Tiendo a pensar que todo es poco, aun lo mucho, si se aísla. Pero estoy totalmente de acuerdo con vos, Serge.

    Sin duda, me imagino que si yo digo "no quiero el margen, quiero el centro" sonaría muy mal. Y más si digo, quiero todo. Pero ¿qué tendría de malo? (No sé que quiero, pero de hecho siento que decir quiero estar en los márgenes es infinitamente más cool.)


    Ahora eso de "no juzgo", ¿lo pensás realmente? ¿O quiere decir ¿no emito juicio? Te lo pregunto con total honestidad, porque el tema de la suspensión del juicio -por qué a juzgar a esta persona sí y a los otros no- o por qué a nadie, en casos extremos, me preocupa. Yo tiendo, lo confieso a ser más exigente con los sobrevivientes, todo lo contrario; por ejemplo, el acercamiento ya desembozado a la teoría de los dos demonios me saca mucho más en Feinmann que en el propio Sabato. Me pregunto, ¿los sobrevivientes merecen que les suspendan el juicio por serlo? ¿Suspenderlo es un acto de justicia o de conmiseración o d qué?

    Lepoldo Brizuela

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  15. La pregunta que me hago es quizá todavía más profunda -al menos para mí. ¿Los muertos tienen que ver con todas nuestras conductas? ¿Todas nuestras conductas pueden ser consideradas en relación o a la luz de nuestra relación, con los muertos? ¿No habrá zona de nuestra ética o nuestra estética que permaneció intocada -sin que medie por ello negación, incuria, complicidad ni olvido?

    Leopoldo Brizuela

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  16. Anoche mientras me duchaba, y a propósito de Panesi recordé una anécdota que cuenta Sara Gallardo. Parece que cuando sus tías se iban a la estancia, una de las diversiones era ir a la misa del domingo -el unico lugar donde se juntaban con las chicas del pueblo- con los atuendos más estrafalarios: se ponían una maceta en la cabeza, por ejemplo, sólo para ver como al domingo siguiente todas las "chirusas" andaban con macetas en la cabeza. Lo de Panesi sería lo mismo como al reveés, no? Si alguien de Clarín se pone una maceta en la cabeza, la Universidad inmediatamente se la saca. Quiero decir: eso de decidir estar siempre en el margen es también depender, en el propio crecimiento, mucho más del centro de lo que se quisiera admitir. Leopoldo Brizuela

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  17. Sí. Es que muchos confunden pensamiento crítico con pensar contra la corriente, y no es así. Pensar críticamente es pensar todo de nuevo, cada vez, una y otra vez. Si pensás contra la corriente, dependés de la corriente. Y uno, que es del montón, siempre llega tarde...

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  18. Un ejemplo obvio: cuando había que ver las películas de Wim Wenders en oscuros sótanos, era lo más (me acuerdo de un muy buen artículo de Alan Pauls en la revista Cine Libre). Cuando tuvo éxito con Las alas del deseo, se convirtió en un grasa (cf. Daniel Link en La chancha con cadenas). Y Wenders era el mismo, porque todo su cine previo anunciaba Las alas..., y ésta fue a la vez su culminación y su límite (bello, pero triste).

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