"Nada nos autoriza a inferir que haya sido el negro quien aportó al Brasil la pegajosa lujuria a la que todos nos sentimos arrastrados, apenas alcanzada la adolescencia. La precoz voluptuosidad, el deseo de mujer que a los trece o catorce años hace de todo brasileño un Don Juan, no dimana del contagio o de la sangre de la 'raza inferior', sino del sistema económico y social de nuestra formación, y, un poco acaso, del clima, del aire muelle, denso, tibio, que temprano parece disponernos a las excitaciones del amor y al mismo tiempo a alejarnos de todo esfuerzo persistente" (Gilberto Freyre, Casa-grande y senzala).
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