Siguiendo con el tema Duhalde.
En efecto, es un personaje cinematográfico, digno de Cóppola.
Hace un tiempo, después de las elecciones generales que "ganó" Kirchner, Jorge Asís, en un reportaje televisivo, decía que Duhalde lo había sorprendido. Que sabía que era un gran ajedrecista, pero no un estratega capaz de triunfar de esa manera, como lo había hecho al imponer a su candidato y obligar a huir a su "enemigo".
Supongamos que el asombro del Turco fuera cierto.
Debió haber sospechado algo, sobre todo cuando pasó lo de Cabezas.
"Ese muerto me lo tiraron a mí", dijo E. D. apenas se enteró. Sabía perfectamente que era un mensaje mafioso de la Bonaerense, con la cual él había hecho un pacto y luego lo había roto, involuntariamente, a partir del caso AMIA. Sabía que el "caso Cabezas" era un escollo en su carrera presidencial, que Carlitos iba a aprovechar al máximo. Y dobló la apuesta.
Jamás se siguió la pista de la Bonaerense, pese a que había identikits que señalaban a notorios integrantes. Además de la evidente "zona liberada" a metros de la casa del mismo Duhalde.
Es cierto que primero se desbarrancó con la fallida maniobra de "los Pepitos". Pero después fue mucho más prolijo y audaz. Puso como culpables a "los Horneros" (pesaditos de la barra brava de Estudiantes y de la Liga Federal) e hizo que éstos imputaran a un perejil que tenía alguna relación con... Yabrán. Que era decir Menem.
Afirmar que logró el suicidio de Yabrán es demasiado, lo admito. Y también es cierto que perdió las elecciones. Pero su proyecto devaluador era prematuro y, de hecho, el malhadado interregno de De la Duda fue lo mejor que le podía pasar. Una vez que lo volteó (y después a Rodríguez Saá), tuvo el camino expedito para lograr lo que se había propuesto muchos años antes.
Ahora, y perdón por la obviedad, parece Michael Corleone en su épico y a la vez miserable final.
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